Semilla, arraigar, crecer y brotar: la investigación como un proceso de florecimiento


Seed, Root, Grow and Sprout: Research as a Flowering Process




MARTA MÉNDEZ CREU

Universidad Oberta de Catalunya




Resumen

El objetivo principal del artículo es el de reflexionar sobre el proceso de investigar en España. En concreto, se pretende visibilizar la experiencia de investigar en los estudios de doctorado y, por lo tanto, exponer las vivencias asociadas al proceso. La información se expone a modo de relato o diario de la investigadora, donde se entrelaza la fase de la investigación con las reflexiones asociadas a ese período, confluyendo la experiencia objetiva con la narración de esta en términos cognitivos y emocionales. En este sentido, se transita y se describe el proceso de investigar haciendo un símil con el proceso de florecimiento (semilla, raíz, germinación y florecer): a) el planteamiento de la investigación y el enfoque metodológico, b) la recogida y análisis de datos y las dificultades asociadas a estos procesos, c) el procedimiento de plasmar y publicar los resultados y finalmente, la exposición del trabajo o florecimiento.

Palabras clave: investigación; género; doctorado; reflexión; relatos.




Abstract

The main objective of the article is to reflect on the research process in Spain. Specifically, it is intended to make visible the experience of researching in doctoral studies and, therefore, expose the experiences associated with the process. The information is exposed as a story or diary of the researcher, where the phase of the investigation is intertwined with the reflections associated with that period, converging the objective experience with its narrative in cognitive and emotional terms. In this sense, the research process is described and described, making a comparison with the flowering process (seed, root, germination and flowering): a) the research approach and the methodological approach, b) the collection and analysis of data and the difficulties associated with these processes, c) the procedure of capturing and publishing the results and finally, the exhibition of the work or flourishing.

Keywords: research; gender; doctorate; reflection; stories.





Florecer, según la Real Academia Española (RAE), es “existir en un tiempo o época determinada”. Es un proceso que indica inicio, pero también final. Florecer es empezar a desarrollarse desde la semilla: brotar, crecer. Por este motivo me gustaría explicar el proceso de investigación que realicé en el programa de Doctorado haciendo un símil con el proceso de florecer, ya que es así como lo he sentido a lo largo de todo el estudio. La semilla inicial, las raíces que crecen y que permiten sostener, el cultivo, el suelo, la germinación, ramificación y el florecer, el brotar, como procesos de la investigación y que acompañan a la persona investigadora, en este caso a mí, a lo largo de todo el trayecto. Así pues, el sentido o el objetivo principal de este escrito es el de poder narrar la experiencia investigadora, en este caso, en España, y poder hacer visibles todas las implicaciones profesionales y personales que se dan en este proceso académico que es tan exigente.

Es importante especificar que desarrollé un estudio sobre la trayectoria profesional de las mujeres que trabajan en la restauración y profundicé en los elementos que la condicionan, siendo el eje principal de la investigación la narrativa de la mujer. Mujer y florecer son dos términos que socialmente se han relacionado, ya que se relaciona a la fémina con lo floral, pero en este escrito se quiere focalizar el símil desde otra perspectiva y dotar al término de un significado más subversivo, usando las palabras de la ilustradora María Ortiz Iglesias (2021) en Mujeres Florero:

La mujer florera nace, crece, florece y a veces, se marchita. En la mujer florero da igual su físico, lo que importa es su cabeza, su inteligencia. Esas mujeres se cultivan como el resto, con más o menos dificultades y hacen que, cada una de sus experiencias vividas, sea una rama que crece en un sentido u otro.

Este proyecto se centra en las experiencias vividas por mujeres y en las distintas ramificaciones que las propias protagonistas destacan en sus trayectorias vitales. Así pues, este estudio responde a la investigación que presenté como investigación de tesis doctoral en el programa Persona y Sociedad en el Mundo Contemporáneo por la Universidad Autónoma de Barcelona y que defendí el 29 de julio del 2020. La investigación se titula: Miradas y relatos de las mujeres chefs sobre su trayectoria profesional: entrelazando vida personal, género y restauración y ahonda tanto en la trayectoria profesional como en la personal de las mujeres que trabajan en la restauración en España. El análisis se ha realizado desde una perspectiva feminista y teniendo en cuenta los factores personales, sectoriales y organizacionales más frecuentes y relevantes. A modo de introducción a la investigación y con el fin de contextualizar a quien lee esto, quiero destacar las características del sector de la restauración en España.

En primer lugar, la restauración es un subsector que se engloba bajo el paraguas de la hostelería, y, por lo tanto, forma parte de un sector con un índice de empleabilidad muy elevado en España. En el año 2018 se registraron 1,7 millones de personas que trabajaban en el sector, siendo 48,9 millones la población total (Méndez y Selva, 2018). Sin embargo, desde el punto de vista cualitativo, las condiciones laborales que ofrece la restauración a sus empleados son precarias: los salarios son insuficientes, hay un predominio de la contratación temporal y, por lo tanto, inseguridad laboral y los horarios son disruptivos, ya que se describen como antisociales porque las personas empleadas en el sector trabajan cuando el resto de la población disfruta de su tiempo de ocio (López-Cabarcos et al., 2010). Además, en muchas ocasiones, la jornada laboral excede de lo aprobado por la ley, imposibilitando así la conciliación de la vida personal con la familiar (Yang y Chih-Hung, 2012). Por otro lado, también se destacan: a) las condiciones físicas del lugar de trabajo, es decir, los espacios estrechos o las altas temperaturas y el desgaste físico por la exigencia física del puesto de trabajo y las posturas incomodas que se dan en un tiempo prolongado y b) las condiciones psicológicas, que generan un malestar laboral a las personas que trabajan allí ya que se dan elevados niveles de presión, tensión y exigencia. De este modo, las condiciones inherentes al sector se destacan por ser adversas para los trabajadores y por los riesgos psicosociales asociados a las mismas (i.e. estrés, mobbing y burnout) (Lee et al., 2016a).

Desde un punto de vista organizacional, hay autores (Alexander et al., 2012; Bloisi y Hoel, 2008) que destacan la cultura sectorial por los elevados niveles de violencia que se manifiestan y que, a su vez, se normalizan por los trabajadores del sector. Es en este sentido que la restauración se considera un entorno prolifero a la violencia (Gálvez, Blanch y Selva, 2017). Uno de los principales motivos que se contemplan en las investigaciones es que en el sector se entiende la violencia como una estrategia para motivar al equipo y con el fin de mantener la tensión a lo largo de la jornada laboral (Méndez y Selva, 2018). Esta circunstancia provoca que las personas que trabajan en el sector tengan una elevada tolerancia a la agresividad y a las conductas violentas. Otro aspecto que se considera que puede contribuir a la cultura sectorial y a las dinámicas y normas asociados a la misma, es el estilo de liderazgo que desarrolla el responsable del equipo (Martínez-González et al., 2016). En muchas ocasiones, el estilo de liderazgo predominante en el sector de la restauración se describe como autoritario. Sin embargo, son cada vez más las investigaciones que han estudiado otras maneras de liderar en el sector que permiten favorecer el bienestar de los trabajadores (Méndez, 2020). Algunos de estos estilos de liderazgo alternativos y contrapuestos al autoritario son: a) el liderazgo creativo (Mainemelis et al., 2015); el liderazgo servicial (Liden et al., 2014); el liderazgo transformacional (Méndez, Selva y Naquí, 2017; Zopiatis, 2010) y el liderazgo auténtico (Lee et al., 2016b).

Según lo expuesto, podemos ver que la cultura sectorial es compleja y muy particular. Es importante destacar, concretamente, los distintos riesgos psicosociales asociados al sector y a al modo en que se plantea la actividad laboral. De este modo, las distintas cargas psicológicas que se pueden dar, acompañadas de unas condiciones contractuales y económicas insuficientes e inestables, generan la aparición de riesgos psicosociales. Así mismo, los riesgos psicosociales que la literatura destaca como más frecuentes en la restauración son: el estrés, el mobbing, la violencia y el burnout (Méndez, 2020). Si tenemos en cuenta la perspectiva feminista, estas condiciones que de por sí, son adversas para todas las personas que trabajan en el sector, se acentúan en el caso de las mujeres.

La actividad laboral de chef, específicamente, en el entorno de la restauración comercial, se considera una profesión masculinizada por la gran predominancia de hombres que trabajan en posiciones de responsabilidad y dirección, contrariamente a lo dictaminado por los estereotipos de género asociados a la mujer y que responden al cuidado, a las labores domésticas y, por ende, a la cocina en el espacio familiar y privado (Méndez y Selva, 2018). De este modo, la masculinización de la profesión y, por lo tanto, del entorno laboral, promueve un conjunto de comportamientos y actitudes machistas y de violencia implícita, explícita y simbólica hacia las mujeres que están integradas en la cultura sectorial. La consecuencia de estos comportamientos es una desigualdad estructural y sistemática que promueve y mantiene una falta de oportunidades y de desarrollo laboral, un conjunto de barreras y el techo de cristal que no permite el desarrollo total de la trayectoria de la mujer chef. En definitiva, para las mujeres, laborar en un entorno masculinizado genera situaciones de violencia (en todas sus manifestaciones), y en este sentido, tienen un mayor riesgo de abandono del sector, afectando así a su trayectoria profesional.

En este sentido, tomando como eje principal de estudio la trayectoria profesional, hay creadores que se han incidido en la trayectoria profesional de diversos chefs mediáticos (Svejenova et al., 2007). Las investigaciones (Haddaji, 2018) que se centran en las trayectorias de las mujeres chefs lo hacen comparándola con la de los hombres y destacan que las féminas necesitan esforzarse más para aprender en el lugar de trabajo. También destacan la presencia de un mentor como una figura clave para el desarrollo de la trayectoria, a diferencia de los varones. Por otro lado, hay estudios que definen fases por las cuales transita una mujer a lo largo de su recorrido laboral, algunas de ellas son: búsqueda activa de oportunidades, de un mentor y de formación, desarrollo de competencias de liderazgo o la pasión temprana (Bartholomew y Garey, 1996).

Es por este motivo que he querido estudiar la trayectoria de las mujeres chefs que son o han sido jefas de cocina en restaurantes gastronómicos. Así pues, en los siguientes apartados iré especificando todos los entresijos que tienen que ver con el proceso de investigación y con la experiencia personal vivida a lo largo de estos cuatro años que ha durado el programa de doctorado, así como, aquellas reflexiones que han ido emergiendo y que me han interpelado como mujer investigadora. Desde esta perspectiva, me aproximaré a un relato testimonial y en algún punto, íntimo, como si de un diario se tratara; un diario sobre el proceso de florecer, de hacer brotar una investigación y emerger personalmente con esta.

En este sentido, quiero hacer hincapié en el diario y a la intimidad asociada a este género literario, que históricamente se ha asociado a las mujeres. Son muchas las mujeres que han tenido que escribir desde sus casas, reclamando una habitación propia como Virginia Woolf en 1929, sin embargo, otras, con menos recursos económicos, han escrito desde sus baños o cocina, desde cualquier lugar. Estudiar el relato de las mujeres nos permite conocer la cara B de la sociedad, aquella que no se ha explicado o como diría Unamuno, la intrahistoria. Históricamente, las mujeres escribían para no ser leídas ni publicadas y es, con la intención de visibilizar las diferentes subjetividades de las señoritas, en este caso, las chefs, que se planteó esta investigación. Y es, con la intención de visibilizar mi experiencia como investigadora, que he realizado este texto.

Semilla

La semilla responde al inicio de la investigación y de qué manera se gestó la decisión de emprender una trayectoria profesional académica a través del programa de doctorado. Para ser más concreta, la semilla hace referencia al origen, a todos aquellos aspectos que me llevaron a plantear la investigación realizada y que, por tanto, contribuyeron al interés suscitado tanto en el ámbito académico como en el sector de la restauración. Para lograr entender la motivación de esta investigación y la importancia que ésta abarca por la proyección profesional y vital que conlleva, debo remontarme a mi formación en la Maestría en Gestión de las Organizaciones y los Recursos Humanos, y a la actividad profesional asociada a dichos estudios, ya que estas experiencias fueron un punto de inflexión en mi toma de decisiones y, en consecuencia, en mi trayectoria profesional.

En el momento de proyectar mi experiencia laboral como psicóloga, estaba orientada al campo de la psicología del trabajo en las organizaciones y a los recursos humanos. Es por este motivo que cursé la maestría en esta rama de la psicología. Ese mismo año, además, empecé a trabajar en una consultoría especializada en el sector de la restauración realizando tareas de selección de personal para diferentes clientes: restaurantes, empresas de distribución y alimentación y hoteles. La visión teórica que impartía en la maestría la podía complementar con la parte práctica en el trabajo y esto me permitió ver las distintas dinámicas, los valores, la visión y las distintas maneras de operar de la empresa. En este caso, fui consciente que la cultura organizacional era contrapuesta a mis ideales, ya que algunas de estas prácticas discriminaban a mujeres y a personas mayores. A modo de ejemplo, me pedían contratar a mujeres en puestos de comercial diciéndome que de este modo venderían más producto o, por otro lado, se debía marcar una franja de edad límite para contratar que directamente descartaba a personas de cincuenta años.

Evidentemente, este aspecto se daba en esta organización concreta pero una situación que me llevó a dejar la empresa fue una reunión que tuve con el director en la cual, afirmaba, en tono agresivo que: “La conciliación laboral y personal no existe. Esto se lo han inventado para que la gente fracase, no te lo creas, es una mentira”; “No debes pensar en lo que a ti te conviene, tienes que pensar en las necesidades de la empresa” o “Si tienes que trabajar los fines de semana o quedarte sin vacaciones, lo haces. Sólo con sacrificio y esfuerzo encontrarás el éxito y a veces, ni aun así”. Estas afirmaciones las puedo poner como palabras textuales, ya que, en ese momento, decidí anotarlas por la perversidad en el discurso. De hecho, pensaba, que, si en algún momento era profesora impartiendo psicología del trabajo y las organizaciones, las pondría como ejemplo de un estilo de liderazgo que es perjudicial para los empleados. En ese momento decidí dejar la organización y esta mala experiencia dio lugar a que quisiera apartarme del mundo empresarial y así, evitar ser parte y contribuir en la perpetuación de este sistema. Sin embargo, debido a la ingenuidad del momento, tampoco sabía que me introducía en un sistema, el académico, en muchos casos, igual de arcaico si cabe.

Así pues, decidí dejar el trabajo remunerado para iniciarme en la investigación, que, en este caso, no estaba pagada. Este es uno de los mayores problemas de investigar en España, y, sobre todo, averiguar en el ámbito de las ciencias sociales. Las universidades cada vez están más precarizadas y con los recursos que se cuentan no se invierte en personal explorador. Por tanto, desde un punto de vista personal era una decisión compleja que tomé cegada por las ganas y el entusiasmo de iniciar mi trayectoria profesional en el mundo académico, realmente hice el programa doctorado con ese fin, y es por este motivo que hago énfasis en todo el proceso inicial que se gestó. De esta manera, no se puede entender este proyecto como ajeno del programa de doctorado y de mi planteamiento o perspectiva inicial. Es más, enlazándolo al estudio de los antecedentes profesionales, es imprescindible destacar todo aquel personal y es con esta intención, también, que se expone este escrito. De este modo, habrá mucho de mí y de mi vivencia que iré desgranando y vinculando con el proceso de averiguación.

Respecto a la temática de la investigación, como trabajo de final de maestría, pude hacer una aproximación al sector de la restauración estudiando los estilos de liderazgo y el trabajo en equipo de un restaurante gastronómico. Debido a esta indagación y a la experiencia laboral fui adentrándome a un sector muy complejo y las condiciones laborales tan particulares despertaron mi interés. Sin embargo, la definición y concreción de la temática, como en todo proceso, se fue gestando a lo largo del primer año de doctorado. En un estadio inicial, se quería dar continuidad al trabajo de búsqueda de la Maestría. Es decir, en un inicio quería incidir en los estilos de liderazgo en las organizaciones del sector y a aspectos motivacionales y de satisfacción laboral. Pero a medida que fui leyendo estudios y desarrollando la revisión teórica tomé consciencia de la falta de estudios relacionados con la trayectoria profesional, en concreto, de las mujeres, y es en este punto que fui replanteando la temática.

A esto, cabe añadir que, paralelamente a la lectura de los estudios académicos centrados en el sector de la restauración, por interés personal, fui leyendo ensayos y literatura feminista. Este hecho, por un lado, me permitió desarrollarme a nivel personal y a tomar consciencia de las desigualdades de género, pero también me permitió desarrollar la investigación desde un enfoque feminista y, por lo tanto, centrando el objeto de estudio en las mujeres. Muchas de estas lecturas me empoderaron y me permitieron forjar un criterio y una visión de la realidad alejada de la visión androcéntrica. Aun así, en el momento de decidirme por la temática me planteaba investigar también a los hombres chefs, queriendo hacer una comparativa con las mujeres y, por lo tanto, tener datos, que, en aquel entonces, entendía como más objetivos, ya que, estudiando a los varones, nos podría ayudar a determinar cómo era la trayectoria de las chefs. Sin darme cuenta, creí necesitar estudiar a los hombres para entender y comparar la trayectoria de las féminas. Es más, reflexionando sobre este punto, considero que, de manera implícita, entendía la trayectoria de las mujeres como la alteridad, tal y como define De Beauvoir en el 1948 o como menciona Lerner (1986) con la historia compensada. Este fue uno de los aspectos que me preocupaban más de la investigación, caer en una visión androcéntrica debido a la inevitable socialización en esta perspectiva. Por lo tanto, es, desde mi condición como mujer y desde una óptica feminista que he elegido la temática, planteado y analizado la información obtenida.

En el transcurso del primer año de investigación me focalicé en la revisión bibliográfica para entender qué se había estudiado y desde qué posicionamiento, con el fin de encontrar lagunas que me permitieran plantear y abordar la investigación. Sin embargo, durante este proceso, uno de los aspectos que aprecié, fue, ya no tanto la importancia de definir el objeto de estudio si no, la necesidad y la responsabilidad de tomar decisiones y de comprometerme con una temática. Fue consciente de ello en el curso de Teoría Fundamentada de los Datos que se impartió en el marco de la Escuela de Verano de la Universidad Autónoma de Barcelona. En ese momento tuve que decidir y definir: qué quería investigar, a quien quería explorar y de qué manera, ya que, de lo contrario, no podría seguir avanzando con la búsqueda. Esta necesidad de compromiso para progresar y la constante toma de decisiones me acompañó a lo largo de los años y en todos los posteriores procesos que conforman el programa de doctorado.

Es importante matizar que, en algunos momentos, esta urgencia por comprometerme con la temática ha estado sujeta a uno de los entresijos, desde mi punto de vista, más perversos de la academia: el sistema de publicación de artículos académicos. En este caso concreto, el programa de doctorado se puede plantear como un compendio de artículos o como un documento monográfico. En el primer supuesto, se deben publicar mínimo dos artículos en revistas académicas, uno de los cuales debe estar publicado en una revista indexada en el Journal of Citation Report y esta es la modalidad por excelencia, ya que presuntamente da más prestigio a tu posición como personal investigador. En el segundo supuesto, se debe publicar un artículo y el escrito de toda la investigación se realiza en forma de monográfico. Aunque se den dos opciones a escoger, se afirma que cada vez más, los doctorandos realizan tesis por compendio porque es lo que en el futuro te permitirá progresar y desarrollarte como averiguador. Es por esto por lo que, prácticamente por defecto, o así lo viví yo, no te puedes plantear el programa de doctorado a no ser que sea por compendio de artículos. En un primer momento, desde mi ingenuidad e ignorancia sobre el funcionamiento de la academia, aposté por hacer la tesis por compendios. Esta decisión, con la perspectiva que te permite el paso del tiempo, considero que fue un error; ahora siento que hipotequé mis años de doctorado con una sensación de urgencia y de un ritmo frenético por producir que, en mi caso, no fue saludable. Sin ser consciente de ello, es ahora cuando puedo ver que tenía distintas problemáticas que fui normalizando como es el caso de la dificultad para conciliar el sueño, el hecho de tener una preocupación recurrente por publicar, la frustración que supone recibir constantemente respuestas negativas a los artículos realizados o tener un pensamiento obsesivo con el desarrollo de la tesis. A todo esto, tuve que alargar un año más para esperar el resultado de la revisión de un artículo, sin pensar en cómo esto afectaría a mi estado anímico ni a cómo condicionaría a mi transcurso vital.

A todo ello, la perversidad yace en los criterios o baremos por los cuales se determina la calidad del trabajo de un científico y el éxito en el desarrollo de su trayectoria profesional. Es decir, se valora únicamente la cantidad de las publicaciones realizadas en revistas académicas que, en muchos casos, no son de acceso abierto y que, por lo tanto, se enriquecen a través del trabajo ajeno. Es más, hay revistas, sobre todo en el ámbito de las ciencias naturales, en las que se debe pagar por publicar. A esto, cabe añadir, que, en el ámbito de la psicología social, el sistema está colapsado, ya que, en muchos casos, la revisión que se hace de los artículos por parte de expertos del ámbito no es remunerada y esto se traduce en que el tiempo de revisión suele prolongarse en el tiempo, salvo en casos excepcionales. Por tanto, en este ámbito no se publica con la inmediatez necesaria para visibilizar las distintas investigaciones y el posible desarrollo en el ámbito social.

Este entramado acompaña a los doctorandos durante sus primeros años de indagación y la falta de publicaciones puede ser un aspecto que influya en la autoconcepción y en la propia inseguridad, en mi caso se dio así. Es por este motivo que considero que se debería replantear de qué manera se instaura el programa de doctorado, ya que para hacer publicaciones de calidad se requiere de tiempo para investigar y si los tiempos de publicación son tan prolongados, en tres años se torna complicado, a no ser que ya partas de una investigación previa, por ejemplo. Además, como el sistema determina que las revistas más importantes son las que tienen artículos más citados, esto acaba pervirtiendo más el sistema. En mi caso, me he encontrado con artículos reject. Uno de los tantos motivos para determinar que mi trabajo no era válido para una revista era que no había añadido ningún artículo de su publicación en las referencias. ¿Realmente esto determina la calidad de la investigación?

El término reject, así, en inglés, lo uso de forma consciente, ya que otro aspecto que he podido observar cómo creencia generalizada es que la publicación al ser anglosajona tiene un valor intangible en términos de publicación: en primer lugar, las revistas en este idioma tienden a tener un aura de prestigio simplemente por publicar en inglés y, en segundo lugar, porque representa que, al ser una lengua universal, llegas a más personas con tu investigación y, por lo tanto, eres más visible. Esto me llevó a realizar tres artículos y traducirlos al anglo, con el gasto económico que esto supone para quienes realizamos el artículo, ya que, por muy alto nivel de inglés que se tenga, es necesaria una revisión por una persona nativa. Así pues, el conjunto de condiciones que fueron dando me permitieron percatar que caí en la trampa del sistema y esto me contrarió en muchos momentos y reflexionaba sobre: ¿Por qué debía publicar en inglés? Si todo mundo empezó a usar este idioma como lengua universal en la academia, estamos obviando, por un lado, nuestras raíces y por otro, la diversidad que supone publicar en diferentes idiomas.

A modo de resumen sobre mis inicios, la semilla del proyecto, puedo decir que, aunque los principios pueden ser complicados, en mi caso, tuve la suerte de contar con un equipo de investigación y con una dirección que me acompañó y que me guio en esta transición, que tenía que ver con mi transición profesional y vital. Por otro lado, las expectativas puestas en la academia se fueron frustrando a lo largo de los cuatro años de la investigación, aunque esta circunstancia no ha apaciguado mi interés por seguir investigando. Simplemente, como en todos los ámbitos, organizaciones e instituciones, he observado la hipocresía que hay en el mundo académico tradicional y que me generan rechazo y me alejan. Así pues, en muchos momentos tuve que plantearme, y de hecho aún lo hago, sobre qué quería hacer y cómo lo quería hacer, si quería formar parte del sistema: ser una observadora o tratar de hacer mi investigación siguiendo mi manera de entender la investigación sin caer en imposiciones y trampas del propio sistema.

Raíz

Las raíces, en muchas ocasiones, es aquello invisible a primera vista que nos sustenta y que nos mantiene en la tierra, estas son origen y cúmulo de vida. En mi caso, distingo dos tipos de raíces: aquellas que dan sustento a la investigación en términos teóricos y aquellas que me sustentan a mí, a nivel emocional. En términos de la investigación, mis orígenes han sido las aproximaciones teóricas. Aunque no considere que sea una investigación con una base especulativa o con un marco conceptual amplio, todos los conceptos expuestos han servido para armar una visión y una manera de organizar los datos obtenidos.

A medida que he ido leyendo investigaciones, documentándome y estudiando teorías que conceptualizan sobre el género, he podido desarrollar una óptica feminista que me ha permitido desarrollar la investigación. Al mismo tiempo, he podido aplicar una visión más crítica de lo que ocurre en el sector de la restauración y a mi alrededor. El concepto de género entendido como un constructo social que determina qué es socialmente ser una mujer y qué es socialmente ser un hombre, es la lente a través de la cual se focaliza la investigación y su análisis, como si de un filtro se tratara (Bird y Rhoton, 2011). El género asigna espacios, comportamientos y atributos que determinan nuestras expectativas, nuestras aspiraciones y, en definitiva, nuestra posición en la sociedad desde que somos pequeñas. Este aspecto, se da, entre otras cosas, por la falta de referentes femeninas en todos los ámbitos y espacios de prestigio de la sociedad.

De este modo, el proceso de socialización en el cual se jerarquiza la categoría hombre y mujer, otorgando una menor posición a las mujeres, incide en que los hombres y mujeres se perciban así mismos respecto a estas categorías impuestas. Es así como afloran distintos fenómenos que se traducen en barreras para las mujeres en los espacios de trabajo como es el caso del techo de cristal o el síndrome de la impostora. Este último fue acuñado por Clance y Imes en 1978 y responde a la incapacidad para integrar los propios logros, a la creencia que tienen muchas mujeres sobre su incapacidad para liderar y el miedo irracional a ser descubiertas como un fraude (McCuddy et al., 2012). Esta sensación de ser impostora es sin duda alguna, uno de los aspectos que más he sentido al hacer investigación y al formar parte del mundo académico. Lo he podido sentir muy adentro, dudar constantemente de mi trabajo y no tener la convicción sobre los propios conocimientos y las propias cualidades para la investigación. Esta creencia bloquea, desarma y asusta.

Aplicar las lentes violetas a toda la realidad que nos envuelve, es, en definitiva, uno de los aspectos que he podido realizar a lo largo de estos años y es una de las principales aportaciones de la tesis. A su vez, esta circunstancia, el hecho de aplicar la visión feminista constantemente, también genera muchos desengaños, frustraciones, enfados y un susceptible sentido de la justicia que, en muchas ocasiones, desestabiliza. Hay algunos conceptos que han sido clave por ser la raíz que sustenta esta investigación y que nos permiten explicar tanto la constitución de un orden patriarcal como el mantenimiento de las desigualdades entre hombres y mujeres. En especial, querría destacar la división sexual del trabajo que remite a la segmentación de espacios y de las actividades de producción entre ambos sexos, en concreto, a la asignación y toma de espacios públicos de los hombres y la relegación de la mujer a la esfera privada (Federici, 2018; Méndez, 2020). En base a esta diferenciación, el trabajo femenino constantemente se ha visto devaluado, feminizándose así la pobreza como consecuencia de la violencia simbólica ejercida hacia las mujeres.

Bourdieu (1998) destaca la violencia simbólica y la define como el conjunto de procesos inconscientes mediante los cuales se ejerce la dominación social y cultural. Este mecanismo permite que se mantengan y que se refuercen los distintos estereotipos de género y roles y posiciones sociales de manera jerárquica y que, por lo tanto, los hombres mantengan sus privilegios (Méndez, 2020). Este concepto, la violencia simbólica, me ha permitido tener herramientas para detectar, tanto en el análisis de la investigación como a lo largo de todo el proceso de investigación, todos aquellos aspectos que son importantes cuando hablamos de las experiencias de las mujeres. Es un concepto que te permite y te exige estar despierta, te atraviesa. Es decir, la reflexión sobre la condición de las chicas en el sector de la restauración, inevitablemente y de manera directa me ha vinculado a los diferentes tipos de discriminación que a nivel personal he sufrido, que sufro y que seguiré sufriendo a lo largo de mi vida. He encontrado espacios de reflexión y de toma de consciencia respecto a mi condición de mujer y mi posición en el mundo como investigadora.

Por otro lado, y poniendo el foco en el sector de la restauración, es sorprendente lo que ocurre en este ámbito laboral en términos de visibilidad y de las diferentes cuotas en términos de representación de las mujeres y los hombres. La restauración es un sector donde se realizan tareas tradicionalmente femeninas y quien más destaca en el espacio público, quien ocupan posiciones de responsabilidad y dirección y quien más prestigio tienen, son los hombres. Finalmente, todo se traduce en la división sexual del trabajo comentada anteriormente (Federici,2018). Esto nos muestra que, aunque las mujeres se introduzcan y accedan al mercado laboral, cuando ambos sexos nos encontramos en el espacio público, independientemente de las tareas que se realicen, los hombres tienen todos los privilegios y a las mujeres nos sitúan en un segundo plano. Como estipuló Lerner (1986) con la siguiente metáfora:

los hombres y mujeres viven en un escenario e interpretan el papel que les ha tocado, siendo los hombres quien han escrito el guion y ha dirigido la obra. Así mismo, han concebido la escena y han interpretado los significados de acción. (Méndez, 2020, p. 19)

Es decir, ellos han tomado la palabra y han personificado a los protagonistas de la historia y las mujeres han sido relegadas a un papel secundario.

En momentos de reflexión a lo largo de la investigación se producen episodios de introspección que nos permiten abordar distintas cuestiones. Algunas de éstas tienen que ver con la elección de la temática, cuando incido en ello, llego a la conclusión de que, finalmente, el objeto y sujeto de estudio se conformó a partir de mis inquietudes, mis curiosidades y mis intereses, y la manera de abordarlo, responde a mi posición y condición de feminista. Esta posición la he ido forjando y creando a partir de estos antecedentes que los tomo como herramientas válidas para un análisis de la información obtenida, pero también para un análisis de lo que acontece a mi alrededor. Estas herramientas me permiten, en primer lugar, reconocerme como mujer y soy consciente que, por el simple hecho de serlo, soy una persona potencial para sufrir distintas formas de violencia machista, ya sea de manera simbólica o explicita y manifestada verbal o físicamente. Además, puedo estar enterada también, de que hay otros tipos de violencias que no sufriré nunca por ser una mujer blanca, por mencionar un ejemplo. El primer paso ha sido reconocerme e identificarme con otras mujeres y a partir de ahí, entender la violencia que se ejerce desde un lugar distinto al que lo entendía antes y, por tanto, comprender la naturaleza de esta.

A lo largo de estos años, en espacios tanto académicos como en círculos cercanos, he podido experimentar distintas situaciones que me han interpelado como investigadora y como mujer, siendo la más común la de que algunos hombres me expliquen qué es el feminismo y qué es la violencia machista; además, también me he encontrado a varones que, sin ser expertos en el ámbito, acaban explicándome cómo funciona el sector de la restauración. Lo que Rebecca Solnit (2014) expone en su libro Los hombres me explican cosas o el ya tan popularizado concepto de mansplaining. Es importante remarcar este punto, ya que para una mujer que realiza una tesis doctoral y que el foco principal es el estudio de otras féminas desde un posicionamiento tan rotundo, es una carga constante. Para ser más concreta, cuando estás en un seminario y expones qué estás estudiando se notan algunas miradas condescendientes y que implican cierto aburrimiento con la temática. Es más, hay hombres que cuando explico qué estoy investigando, me comentan que no estoy teniendo en cuenta los aspectos relacionados con la clase social y en este punto es donde me pregunto: ¿ser mujer se podría considerar una clase social?

A través del análisis de los relatos de las participantes de la investigación, las desigualdades y la discriminación hacia las mujeres, me llevan a extrapolarlo al mundo de la academia. ¿Qué ocurre en los espacios en los que se considera que hay una concienciación, como es el caso de los departamentos de psicología en las universidades y que abogan por una perspectiva de género transversal? ¿Qué medidas se dan? ¿Dónde están las mujeres en el mundo de la investigación? ¿Por qué los catedráticos en psicología son hombres si la mayoría de sus estudiantes son mujeres? ¿Por qué los hombres llegan más lejos que nosotras? Constantemente se reproduce el mismo patrón en todos los estratos de la sociedad y es por eso por lo que se debe abordar.

En último lugar, como comentaba al inicio de este apartado, las raíces que me sustentan y me nutren a lo largo de los cuatro años, a parte de los conocimientos adquiridos y las experiencias vividas, han sido las personas. Este apoyo ha sido primordial para poder avanzar en la investigación, para soportar los momentos de incertidumbre y de inseguridad sobre lo que estaba realizando y desarrollando. Es por este motivo, en aras de agradecimiento, que quiero dedicar este espacio para nombrarlos y para reconocerlos como mis raíces.

Germinación

La germinación es cuando se empieza la transformación desde la semilla; es decir, crecer, desarrollarse. Es por este motivo que en este apartado explicaré cómo se ha gestado la investigación en términos metodológicos y cuáles han sido los resultados obtenidos. Como se ha comentado con anterioridad, el objetivo de la investigación ha sido indagar en lo particular, en la historia y el relato de las mujeres de la restauración; entender cómo se ha desarrollado la trayectoria y, por lo tanto, de qué manera se la explican. Las distintas desigualdades de género muestran que, de manera inevitable, el relato de las mujeres chefs será diferente a la de sus homólogos masculinos (Méndez, 2020). Desde este enfoque, y resaltando la importancia de abordar el relato de las mujeres, Rivera Garreta (2011), toma la expresión de “historia viviente” a partir de la teorización de Marirì Martinengo (2005):

Hay una historia viviente anidada en cada una y cada uno de nosotros, formada por historias, afectos por signos en el inconsciente; no creo que solo tenga valor histórico lo que está afuera, lo que otro ha certificado, la famosa historia objetiva. Yo narro una historia viviente que no rechaza la imaginación, una imaginación que hunde sus raíces en la experiencia personal […]. (p. 21)

Por tanto, se quisieron hacer visibles las historias de las mujeres chefs para hacer evidente las diferencias en la narrativa, la explicación y el abordaje de las experiencias y realidades obviadas en la historia de la gastronomía (Méndez, 2020). Para ello, la estrategia en la recogida de datos se planteó con entrevistas semiestructuradas que duraron de entre 60 a 90 minutos. Inicialmente, para realizar las entrevistas, se contó con un guion temático para poder, de manera flexible, desarrollar perspectivas que como investigadora no contemplaba (i.e. el consumo de drogas en el sector) pero que, con el relato de las mujeres, emergieron. Las entrevistas se registraron en audio para posteriormente, proceder a la transcripción de estas y al análisis de los datos.

Las entrevistas se realizaron, en su gran mayoría, telemáticamente. En ese momento, esta modalidad de entrevista me resultaba un poco híbrida o, dicho de otro modo, descafeinada. Tenía la impresión de que a través de las pantallas establecía distancia con la entrevistada y que esto podría influir en la calidad y cantidad de información recabada, ya que pueden darse problemas como, por ejemplo, aspectos técnicos que impidan una fluidez en la comunicación. Actualmente, con la pandemia del COVID-19, la mayoría de las investigaciones se han tenido que realizar de este modo y como investigadoras nos hemos tenido que adaptar a esta manera de investigar y de obtener la información. En cualquiera de los casos, sea presencial o telemática, cada modalidad tiene sus ventajas y desventajas: la modalidad presencial da una sensación de cercanía que la entrevista en línea no puede darnos. Al mismo tiempo, esta percepción de distancia puede entenderse como una menor tensión y permitir que la entrevistada se sienta con la confianza de ahondar en temas más peliagudos.

En la actualidad, considero que la entrevista telemática se normalizará debido a la pandemia, en mi caso, esta modalidad fue por la falta de recursos económicos que no me permitieron desplazarme a las distintas ciudades españolas de dónde eran las entrevistadas. A pesar de ello, y habiendo hecho el trabajo de este modo me llevo a preguntar: aun teniendo medios económicos, ¿realmente es necesario desplazarnos para realizar las entrevistas? ¿es de vital importancia estar en el campo para obtener la información? Desde el punto de vista experiencial, la entrevista presencial es más enriquecedora; conoces a la persona de otro modo, ya que compartes espacios. También, a nivel profesional, te permite sentir que desarrollas el rol de investigadora y esto incide en la satisfacción y en la autopercepción, ya que la investigación, en mi caso, fue solitaria porque no formé parte de ningún equipo de investigación oficial en la universidad. Por tanto, la mayoría del tiempo se desarrolla desde un despacho, una cafetería, el salón de casa o una biblioteca. Así pues, salir de este espacio cuando desarrollas una tesis sin estos recursos, puede ser saludable.

En aras de seguir contextualizando al lector, en concreto, en la fase de decidir qué perfil de participante haría el estudio, se quiere hacer patente que en la restauración hay diferentes subsectores: la restauración colectiva o la comercial. La diferencia entre estos dos subtipos reside en que, por un lado, la colectiva responde al servicio gastronómico en centros o instituciones como hospitales, prisiones o escuelas y por el otro, la comercial se vincula a la parte más social y de ocio, es decir, a los restaurantes típicos. De este modo, teniendo en cuenta que el servicio y al público al que se dirige cada subsector, se dan características muy distintas. Por tanto, tuve que acotar la población que quería estudiar y reducirla a un subsector específico. Así, la elección de las participantes se determinó en función de la posición que habían desarrollado laboralmente – mujeres jefas de cocina o propietarias de un restaurante – y en la tipología de restaurantes que habían dirigido –restaurantes gastronómicos–. Teniendo en cuenta lo expuesto, estuve en contacto con diversas mujeres con estas características a través de un contacto y finalmente fui llegando a más mujeres mediante la estrategia de bola de nieve. A modo de resumen: las participantes son once jefas de cocina con edades comprendidas de entre los 32 a los 54 años de distintas zonas del estado español y que llevan trabajando en el sector de la restauración de 15 a 25 años. Por último, esta fase, la del trabajo de campo, fue la más divertida y la que más me permitió identificarme como investigadora, sin embargo, fue la parte más breve de la investigación.

Otro aspecto en el que quiero ahondar es en el volumen de las mujeres entrevistadas. Es un hecho que, sobre todo, a posteriori de haber presentado la tesis, me ha llevado a pensar si realmente podría haber conseguido más participantes, si tendría que haber ocupado más tiempo en ello. Pero en la recogida de información y en la realización de las entrevistas entró en juego la urgencia y la falta de tiempo; estaba condicionada por los tiempos de publicación del artículo de resultados, pero también por la falta de representación de mujeres en posiciones de responsabilidad. Llegué a contactar con 30 mujeres que son o han sido jefas de cocina o propietarias de un restaurante, son pocas, pero de estas 30 posibles participantes, únicamente pude entrevistar a 11 ya que de algunas no obtuve ninguna respuesta. Cabe añadir que los horarios de las chefs suelen ser disruptivos y este aspecto dificultó la posibilidad de agendar entrevistas. Tanto es así que algunas de las entrevistas se realizaron en el propio restaurante. Posteriormente a la recogida de los datos, se empezó el análisis de la información, pero entre una fase y la otra, hubo un acontecimiento que se debe destacar: la Beca Iberoamericana del Banco Santander.

En el 2018 envié una solicitud para la Beca Iberoamericana que otorga cada año el Banco Santander para investigadores postdoctorales y doctorandos. En este caso, pedí hacer una estancia para realizar todo el análisis de los datos en México, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. La convocatoria constaba de 5 becas que se otorgaban en todos los programas de doctorado y a investigadores/as de toda la Universidad Autónoma de Barcelona. Teniendo en cuenta esto, mis expectativas de conseguirla eran muy bajas, es más, envié la solicitud pensando y sabiendo que era muy poco probable que me la otorgaran. Sin embargo, me la otorgaron. En el momento en que recibí el correo de confirmación no daba crédito, aunque lo especificaban claramente, no estaba segura de haber entendido el mensaje, dudaba si ese mensaje quería decir que me la hubieran concedido. En este caso fue cuando sentí más el síndrome de la impostora comentado con anterioridad: me vinieron muchos pensamientos intrusivos, uno de los más sorprendentes fue pensar que quizás se habían equivocado al enviar el correo electrónico. De hecho, en los días posteriores esperaba un correo electrónico de rectificación. Otra manera de explicarme ese éxito fue pensar que ese año había poca participación y que por ese motivo me la concedieron a mí.

Dicho esto, después de confirmar que me habían otorgado la beca, debía prepararme porque en dos meses me iba a Aguascalientes, México y en mi cabeza todavía no lo había asimilado. La estancia fue de cuatro meses y fue una experiencia que catalogaría de necesaria para el desarrollo del estudio, ya que pude conocer diferentes maneras de investigar, distintas visiones y pude colaborar con grandes investigadores del ámbito de la psicología social. A pesar de ello, y del desarrollo personal en esta etapa, me sentí muy insegura. La investigación no tenía fundamentos teóricos muy específicos porque todo se construyó a partir de los resultados y esto me incomodaba ya que veía que casi todas las investigaciones de compañeros y compañeras tenían una base teórica muy sólida e integrada. Pero fue así, viendo diferentes planteamientos y diferentes lógicas, que pude ser consciente de las grietas de la investigación y mejorar los aspectos menos consistentes. Además, como he comentado anteriormente, cuando no estás contratada por la universidad o por un grupo de investigación, como fue mi caso, la investigación se torna solitaria. Evidentemente, también había acudido a seminarios del programa, pero no se creó comunidad en la Universidad. En cambio, en México me sentí muy arropada, me invitaron a conferencias, sesiones y seminarios. Se hizo una alianza con compañeros que me hizo sentir parte de algo muy bonito.

En cuanto al análisis de los datos, lo pude dividir en dos etapas concretas. En primer lugar, realicé un preanálisis que me permitió entender las temáticas generales que se destacaron en las entrevistas, es decir, lo que las mujeres destacaban en sus relatos. Posteriormente, realicé un análisis sistemático donde clasifiqué toda la información en categorías (Méndez, 2020). Este análisis sistemático se realizó con el programa Atlas. Ti 7 que pude aprender a manejar con el manual “Hacer análisis cualitativo con Atlas. Ti 7” desarrollado por Muñoz y Sahagún (2017). Por un lado, pude analizar la trayectoria profesional de las mujeres desde una óptica más descriptiva y basándome en el estudio de Selva (2012), y, por otro lado, pude ver qué elementos podían condicionar la trayectoria: los elementos personales, los de género y los sectoriales. Y fue durante estos meses que trabajé en esta parte de la investigación, realizando también el diccionario de códigos. El diccionario de códigos es una herramienta clave para entender de qué manera se ha analizado la información y cómo se ha significado. A partir de este análisis se obtuvieron los resultados de la tesis que son los seis modelos de carrera. La perspectiva que me dio estar en otro país para hacer el análisis fue clave para el desarrollo de esta fase de la investigación, ya que, salir del círculo habitual enriqueció el planteamiento y la significación de muchos aspectos de la investigación. Muchas charlas y reflexiones con compañeros fueron importantes para priorizar información y para debatir perspectivas.

La creación de los modelos de carrera es el resultado del análisis de la información. Esta fue una de las partes más complejas de toda la investigación, ya que requiere de capacidad de análisis y de síntesis y también de creatividad para poder transformar toda la información obtenida en un significado y resultado concreto. En este caso, toda la información se tradujo en seis modelos de carrera que permiten explicar las trayectorias profesionales de las mujeres que trabajan en la restauración. Estos modelos de carrera responden al nombre de: “Lo llevo en la sangre”; “Nunca es tarde para empezar·; “Pisar firme”; “Cambio de rumbo”; “Marcando la dirección” y “La vida son etapas”. En este sentido, fue interesante y útil fijarme el en estudio de Selva (2018) dónde también se construyeron distintos modelos de carrera para explicar y describir la trayectoria femenina. En algunas de las investigaciones realizadas sobre la trayectoria profesional de las mujeres se destacan distintos elementos con el historial masculino. Uno de los aspectos que podría resumir esta comparativa es que los hombres tienden a tener trayectorias más lineales y las mujeres más en zigzag. En este caso, también se atendió a aquellos elementos transversales que condicionan y que acompañan a las mujeres a lo largo de la trayectoria: elementos personales (la influencia familiar y las orientaciones fundamentales), los elementos sectoriales (i.e. condiciones laborales, relación con el equipo de trabajo, la participación en concursos gastronómicos, los riesgos psicosociales) y los elementos de género (maternidad y premisas de género). Los seis modelos de carrera obtenidos en este estudio nos permiten dibujar el desarrollo de la trayectoria y constatar las distintas subjetividades de las mujeres chefs, así como las diferentes maneras de explicarse la trayectoria. Estamos acostumbrados a explicar la realidad femenina desde una perspectiva androcéntrica que otorga un único relato y una narrativa concreta a la historia de las mujeres sin reparar en que no hay una única historia femenina que defina todo el trayecto profesional y personal de las mujeres.

Además, estos modelos pueden servir de base para trazar distintos planes de carrera para las mujeres en el sector y a su vez, visibilizar y sensibilizar de los distintos condicionantes de género que vertebran el desarrollo profesional de las chefs.

Florecer, brotar

Florecer como final del proceso. El final de la investigación se demoró más de los esperado, ya que, en primer lugar, se esperó al producto de la revisión de uno de los artículos que se habían realizado: los resultados de la tesis. Este escrito fue rechazado en una revista y decidí no esperar más y cambiar el formato de la tesis a monográfico. De este modo, me encontraba con tres apartados escritos (uno publicado) y ahora tenía que escribir de nuevo toda la investigación y esto me provocó frustración. En este punto, conté con la ayuda de una doctora especializada en filología catalana y género que corrigió la tesis y me hizo una devolución aportando una visión crítica. Por un lado, esta corrección me produjo muchos altibajos, ya que su visión crítica volvió a generar inseguridad sobre el trabajo realizado y en este punto, sentía que no tenía margen de tiempo para profundizar en las correcciones o a hacer grandes reestructuraciones del texto. A pesar de esto, pude aprender más, corregir y mejorar muchos aspectos del documento de la investigación.

Aunando en cómo se planteó el proceso de escritura de la tesis, debía, en primer lugar, decidir en qué idioma quería escribirla. Es importante explicar que en España hay distintas lenguas cooficiales que se hablan en distintas regiones y una de ellas es el catalán, mi lengua materna. Esta cuestión, que se debería tomar cómo un supuesto natural, es un tema de debate y conflicto muy recurrente en el contexto político y cultural en España y Catalunya. Este conflicto se usa como herramienta política; hay corrientes que entienden el castellano como el idioma hegemónico en España y no abogan por la diversidad cultural en las diferentes regiones. También se encuentran personas que no se posicionan ante este conflicto, ya que sitúan las dos lenguas en la misma posición y hacen uso de estas indistintamente. Sin embargo, con esta estrategia, y tomando las dos lenguas por igual, estamos olvidando la asimetría que se establece entre las dos; recodemos que una se impuso a la otra, y que esta última, el catalán, ha sido una lengua que se ha ido persiguiendo históricamente, prohibiéndola. Por otro lado, hay quien, simplemente, no quiere que se imponga el castellano como lengua hegemónica y tampoco quiere perder su herencia cultural, sus raíces, su manera de expresarse y pensarse. Puede parecer una cuestión sin importancia, pero para mí, escribir un texto académico en catalán fue un pequeño gesto de reivindicación.

Por otro lado, durante el proceso de escritura del documento de investigación, empezó la pandemia mundial por el COVID-19. En España se decretó el estado de alarma y el confinamiento domiciliario. Desde el punto de vista del avance de la tesis esto podría significar una buena noticia, ya que se traduce en mayor tiempo para escribir. Sin embargo, esto no fue así, la situación de incertidumbre, el confinamiento obligatorio, el seguir con el trabajo remunerado, pero desde casa y sin tener espacios de desconexión, provocó que la redacción y la focalización en esta tarea se tornara más difícil.

Desde mi punto de vista, la última fase de la investigación responde al momento en que se realiza la presentación de esta; cuando se hace visible todo el trabajo y el esfuerzo de estos años. Sin embargo, en este punto se da la gestión burocrática, que, lejos de facilitar el proceso final, únicamente lo complica. Además, antes de la presentación afloran todas aquellas inseguridades que se han ido materializando durante todos estos años y cada vez más, se hacen más evidentes y te sientes con la necesidad de afrontarlas. Llegó el día de la defensa y en mi caso, dado las circunstancias excepcionales del COVID-19, únicamente podían asistir 10 personas, entre las cuales, estaba el tribunal, mi directora de tesis, mis padres, mi pareja y tres amigas. Ese fue uno de los momentos más especiales y que más disfruté de toda la investigación, así, en un formato íntimo y cercano, florecí. Me sentí muy capaz de afrontar la situación y de explicar con seguridad los hallazgos de la investigación. Fue sin duda un día de (auto)reconocimiento, autoconocimiento y de fluir. Fue en ese momento donde pensé que había valido la pena todo el proceso y todo el tránsito hasta llegar ahí.

Las posibles ramificaciones que pueden nacer de esta investigación son diversas, se pueden plantear la ampliación del número de participantes para acercarnos a más realidades de mujeres chefs, además, es primordial que también se incluyan a mujeres que no respondan a modelos de éxito. También se podría dibujar un estudio longitudinal para ver la evolución de la trayectoria y, por lo tanto, de los modelos de carrera. De este modo se podrá ver si los modelos actuales son vigentes o no y si permiten explicar la trayectoria o si se han desarrollado y evolucionado en otros modelos de carrera (Méndez, 2020).

Dejando de lado el planteamiento de las futuras líneas de investigación, como cierre sobre el proceso de investigación en el ámbito de las ciencias sociales, y en concreto, de la psicología social, puedo afirmar que ha sido un trayecto lleno de aprendizajes, reflexiones, conexiones y nuevas experiencias que deben celebrarse y recordarse, tanto a nivel personal como profesional. En este sentido, he podido desarrollar una visión o perspectiva más crítica del entorno que nos rodea en términos de desigualdades de género, pero también sobre la academia. El estudio de la trayectoria también me lleva a plantear el desarrollo de la mía y el lugar que quiero ocupar, ya que considero primordial hacer una elección consciente sobre qué tipo de investigadora quiero ser. En definitiva, determinar en qué entornos quiero formar parte y qué prácticas quiero llevar a cabo. Como en la restauración, la academia también es un sector que debe revisarse, actualizarse y avanzar en prácticas y condiciones para las investigadoras.

Por último, la labor narrativo-reflexiva y, por tanto, la introspección que el proceso implica ha sido costosa, pero me ha llevado a entrelazar las trayectorias y experiencias vividas por las chefs, sus relatos, con mi propia experiencia. Esta experiencia ha sido sostenida por los distintos elementos de género desde la semilla, las raíces, la germinación y finalmente, brotar. Así pues, de ahora en adelante hay que seguir ramificando y floreciendo, permitirnos también, marchitarnos como proceso de pensarse.


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Acerca del autor

Marta Méndez Creu (m.mendezcreu@gmail.com) es Doctora en Persona y Sociedad en el Mundo Contemporáneo por la Universidad Autónoma de Barcelona donde ha estudiado, desde un enfoque de género, las trayectorias profesionales de mujeres en el sector de la restauración. Ha cursado una Maestría en Psicología de las Organizaciones y también hizo los estudios de grado en el ámbito de la psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente colaboradora como docente en la Universidad Oberta de Catalunya y trabaja en el ámbito social haciendo orientación laboral a personas en riesgo de exclusión social (ORCID 0000-0002-0807-195X).




Recibido: 13/03/2021

Aceptado: 17/01/2022









Cómo citar este artículo

Méndez, M. (2023). Semilla, arraigar, crecer y brotar: la investigación como un proceso de florecimiento. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 26(48). https://doi.org/10.33064/48crscsh4397











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