Visibilizando lo invisible: mendicidad en adultos mayores. Reflexiones sobre el proceso de investigación


Making the Invisible Visible: Beggary in Older Adults. Reflections on the Research Process




CRISTINA VILLEGAS RAMÍREZ

Universidad LAMAR, México




Resumen

La difusión de trabajos de investigación normalmente se centra en los aspectos teóricos, metodológicos y los resultados obtenidos en la investigación, sin embargo, los aspectos subjetivos y las diferentes vicisitudes quedan ocultas al receptor. En el siguiente artículo pretendo mostrar los avatares del trabajo de investigación etnográfico titulado “Practicas de mendicidad en adultos mayores”. En la investigación realizada en el marco de estudios de doctorado, abordé la vulnerabilidad y la desigualdad socioeconómica en la vejez, la cristalización de la precariedad en el cuerpo del adulto mayor, la apropiación de espacios, las formas de mendigar y los procesos de interacción social que se juegan en la práctica de la mendicidad. Las reflexiones de este artículo se centran en dos ejes de análisis, el primero, es un reflejo de la subjetividad que interviene en el proceso de investigación; el segundo, deriva en un análisis crítico de la formación en la disciplina psicológica.

Palabras clave: mendicidad; cuerpo; subjetividad; investigación; psicología crítica.




Abstract

The dissemination of research papers normally focuses on the theoretical and methodological aspects and the results obtained, however, the subjective aspects and the different vicissitudes remain hidden from the receiver. In the following article I intend to show the vicissitudes of the ethnographic research work entitled "Practices of Beggary in Older Adults." In the research carried out in the context of a PhD, I addressed vulnerability and socioeconomic inequality in old age, the crystallization of precariousness in the body of the elderly, the appropriation of spaces, the ways of beggary and the processes of social interaction. that are played in the practice of beggary. The reflections in this article focus on two axes of analysis: the first is centered on the subjectivity that intervenes in the research process; the second, leads to a critical analysis of training in the psychological discipline.

Keywords: beggary; body; subjectivity; investigation; critical psychology.









El trabajo de investigación generalmente parte de la subjetividad. La selección de tema, la forma de acercarnos al objeto de estudio, de observarlo, de interpretarlo tiene raíces en los gustos, intereses, historia y problemáticas que atravesamos en la vida personal y/o profesional. El trabajo etnográfico que realicé sobre las prácticas de mendicidad en adultos mayores no es la excepción. En la investigación cualitativa no es necesario ser neutral (aunque es difícil considerarse neutral también en otro tipo de investigaciones más positivistas) los investigadores deben tener clara su postura ante el objeto de estudio y reconocer que el proceso de investigación se ve influido por dicha postura.

Un primer cuestionamiento en este proceso reflexivo gira en torno a los motivos por los cuales decidí estudiar la mendicidad y mi postura ante este tipo de problemáticas. Si bien no es algo nuevo, el pensar que siempre hay mecanismos intelectuales, proyectivos e identificatorios en el trabajo de investigación. Los motivos intelectuales los tenía claros, sin embargo, los motivos personales me resultaron difíciles de identificar. Cuando empecé a realizar el trabajo etnográfico con una población vulnerable, me sentí perseguida ante la pregunta de ¿por qué los mendigos? y no debo negar que incluso me pareció difícil, en una primera fase de observación, tener un acercamiento con este tipo de población y observar las carencias de los adultos mayores, no porque sea un tema lejano sino porque pude conectar con las condiciones de precariedad.

Uno de los motivos por los cuales fui construyendo la mendicidad de adultos mayores como objeto de estudio se desprende del recuerdo de una imagen que se quedó grabada en mi memoria mientras transitaba en el metro de la Ciudad de México. En una ocasión, mientras descendía de un vagón del metro alrededor del mediodía, me percaté de un ambiente diferente al caos habitual, había poca gente, poco ruido y se podía transitar libremente. Gracias a que los pasillos estaban despejados, pude ver al fondo dos pequeños, una niña y un niño que en apariencia no tenían más de tres años y que usaban la vestimenta de múltiples de colores brillantes. Los pequeños caminaban por el pasillo acercándose a la gente con la mano extendida para pedir dinero. Me impresionó que los niños apenas podían caminar, eran muy pequeños, se tambaleaban en su andar, eran flacos y con una apariencia muy sucia y descuidada (sin zapatos, con la piel manchada de tonos grises y cafés y mucosidades emanando de sus fosas nasales). La poca gente que recorría el metro en ese momento del día pasaba a su lado sin observarlos. Recuerdo que pensé en lo riesgoso que era que estuvieran solos, el riesgo de caer a las vías o de que alguien se los llevara, sin embargo, continué mi camino como todos lo que pasaron por ahí. Al subir las escaleras que dirigían hacia la salida, pude ver a una mujer con rasgos indígenas sentada en los escalones amamantando a un bebé mientras estiraba la mano para pedir dinero a quienes pasaban a su lado. Supuse que era madre de los pequeños que pedían limosna.

Al inicio de mi trabajo de investigación pensé en realizar un estudio enfocado en la enfermedad y corporalidad en adultos mayores, sin embargo, ante el recuerdo de la imagen descrita decidí estudiar la mendicidad. Esa imagen representa una situación común en México, es un retrato de la precariedad socioeconómica del país. La mendicidad normalmente es llevada a cabo por sectores poblacionales víctimas de segregación y desigualdad, individuos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, que pertenecen a comunidades indígenas, sujetos con algún tipo de discapacidad o que padecen alguna enfermedad o trastorno mental además de aquellos que se encuentran en extremos del ciclo vital (niños y ancianos). En mi caso decidí optar por estudiar la mendicidad con adultos mayores por las condiciones particulares de la vejez.

En el proceso de investigación fue necesario reflexionar sobre mi relación con la mendicidad y en particular con los adultos mayores mendigos y fui descubriendo que aunque no he tenido un acercamiento con mendigos más allá de cruzarme con ellos en las calles, las decisiones que me llevaron al estudio de la mendicidad las puedo asociar con historias propias y cercanas relacionadas a la pobreza, dependencia y limitaciones físicas, psíquicas y estructurales que de diferentes maneras se pueden asociar a la precariedad de la mendicidad.

El tema de la pobreza es un tema que muchos pueden percibir con lejanía o cercanía de acuerdo al estrato social al que pertenezcan y el contexto en el que se desenvuelven, sin embargo, es un tema relevante ya que más de la mitad de la población en México vive en pobreza (CONEVAL, s.f.). Me parece relevante destacar algunas vivencias personales para contextualizar mi marco de interpretación de la mendicidad.

Al desarrollarme en una pequeña ciudad del estado de Michoacán, uno de los estados más pobres de México (CONEVAL, 2019) pude ver constantemente las condiciones de precariedad que prevalecen en el estado. La pequeña ciudad donde crecí, de alrededor de 160 mil habitantes (SEDESOL, 2017), se caracteriza por ser un lugar regido por el comercio y con muy pocas posibilidades de acceder a otro tipo de empleos ya que son muy pocas las organizaciones en la zona con empleos bien pagados.

Mi familia podía considerarse “clase media” gracias al ingreso constante del negocio familiar y a las condiciones de vida en las que no existieron privaciones de necesidades básicas, sin embargo, si hubo otro tipo de problemáticas: a nivel educativo (nivel educativo bajo o medio superior) y a nivel económico (ganancias insuficientes, endeudamiento, falta de pensión en la vejez, dependencia económica), estas situaciones aunado a la observación constante de gente en condiciones de pobreza me permitieron vivenciar y empatizar con situaciones precarias.

La construcción del objeto de estudio una travesía teórico-metodológica

Al construir la mendicidad de los adultos mayores como objeto de estudio, transité por una serie de cambios a nivel teórico y metodológico. Aunque siempre tuve claro que el objeto de estudio requería un abordaje desde un método cualitativo, las técnicas para recolectar datos, las teorías utilizadas, las categorías de análisis se fueron transformando conforme realicé trabajo de campo.

En un inicio la visión de la investigación, sin darme cuenta, tendía a la psicologización. Enfocarme en el aspecto corporal de la mendicidad no me permitía ver otros elementos clave que ahora me parecen obvios al pensar el fenómeno de la mendicidad.

La imagen de la mujer y los niños en el tren me impactó desde el primer momento en que la vi, sin embargo, mi foco de atención fue hacia la fragilidad reflejada en el cuerpo. En mi formación como investigadora elegí en múltiples ocasiones estudiar la corporalidad y el inicio del estudio de la mendicidad empezó con esa perspectiva teórica, buscaba analizar las condiciones corporales, la presentación y la disposición corporal al mendigar. Al realizar el trabajo de campo me di cuenta de que los factores más básicos en torno a la mendicidad los estaba dejando de lado, los temas como la pobreza, discriminación, género, clasismo, racismo, etc., estas categorías de análisis, como en la mayoría de los estudios psicológicos, no eran el foco de atención principal.

El primer acercamiento que tuve con adultos mayores lo realicé con el apoyo de una investigadora dedicada a realizar estudios sobre el maltrato al adulto mayor, quien fungió como portera al introducirme a diversas instituciones de atención al adulto mayor como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, SNDIF/DIF; el Instituto Jalisciense del Adulto Mayor IJAM y el Centro Metropolitano de Adulto Mayor CEMAM. En estas instituciones era común que los adultos mayores acudieran a solicitar distintos tipos de apoyo, a participar en las actividades que organizaban las instituciones o a los comedores comunitarios. Mi intención era localizar adultos mayores que practicaran la mendicidad con la finalidad de entrevistarlos, sin embargo, aunque las personas encargadas de los programas del adulto mayor ubicaban algunos mendigos, no fue posible contactarlos por su aparición esporádica en los centros.

Si bien el primer intento por tener contacto con adultos mayores dedicados a la mendicidad fue fallido, si me permitió profundizar en las condiciones precarias en que muchos adultos viven la vejez. Pude realizar entrevistas a adultos mayores sobre temas de maltrato, depresión, calidad de vida, alimentación, pobreza, etc. y un común denominador que pude encontrar fue la falta de redes de apoyo, maltrato por parte de familiares, condiciones económicas precarias (muchos sobrevivían únicamente con el apoyo de pensión al adulto mayor que brinda el gobierno federal) estados depresivos y condiciones corporales que merman su funcionalidad.

En un sistema en el que se enaltece la capacidad de producir y se requiere tener determinadas características para ser considerado “útil”, los adultos mayores se encuentran en desventaja. Los adultos mayores escapan de la lógica de producción del sistema capitalista, se les considera seres improductivos. El deterioro físico, el decremento o pérdida de las funciones del cuerpo, la aparición o incremento de enfermedades además de situaciones como el retiro laboral, la pobreza, aislamiento, abandono, un índice bajo de estudios, maltrato y discriminación, representan factores que enmarcan las condiciones de precariedad en la población adulta mayor (Arzate, Fuentes y Retel, 2007; Dulcey, 2015). Ante la falta de redes de apoyo, la falta de opciones laborales, situaciones económicas precarias y la insuficiencia de apoyos sociales, la mendicidad parece ser una práctica alternativa para generar ingresos en la vejez (Cisneros, Cuarenta y Ramírez, 2015; Cornejo, 1999; Zamorano, 2012; Reyes y Villasaña, 2010; García, 2014; Ferrante, 2015).

Para delimitar la zona de trabajo de campo realicé múltiples recorridos por distintas zonas de la ciudad de Guadalajara y pude observar que los mendigos son una población dispersa y en ocasiones ambulante que se ubican en diferentes espacios, principalmente, en cruceros, templos, mercados, estaciones de tren y paradas de autobuses, etc. La inmersión en el campo la realicé en una zona delimitada del centro de la ciudad ya que es una de las áreas más concurridas y una de las zonas de mayor agrupación de mendigos. Si bien el foco de atención eran los adultos mayores mendigos también tuve acercamiento a sujetos cuyas aportaciones brindaron distintas miradas sobre el fenómeno de la mendicidad (investigadores, psicólogos, transeúntes y personal de las instituciones que brindan atención al adulto mayor).

En el desarrollo de la investigación utilicé dos tipos de escenarios: escenarios públicos y privados; y, dos técnicas principales para recopilar información: entrevista semiestructurada y observación no intrusiva. El proceso de observación lo realicé en parques, calles, plazas y comercios ubicados en la zona centro de Guadalajara mientras que las entrevistas las realicé en instituciones gubernamentales (DIF, IJAM, CEMAM, Universidades públicas) y privadas (Universidades privadas y centros de atención psicológica) ubicados en la Zona Metropolitana de Guadalajara y en plazas ubicados en la zona centro de la ciudad.

En un inicio probé diferentes espacios, días y horarios para realizar observación con el fin de identificar los días y horarios más factibles para observar mendigos. Después de varios procesos de ensayo y error pude detectar las condiciones que me facilitaron llevar a cabo la observación de adultos mayores practicando la mendicidad. Cuando detectaba algún mendigo adulto mayor procedía a realizar un proceso de seguimiento a distancia para realizar observación. El tiempo que duraba el proceso variaba de acuerdo con las condiciones (espacio para observar, permanencia del mendigo, tránsito de la zona, seguridad, etc.), en ocasiones eran minutos y a veces horas con afán de observar el inicio, desarrollo y final de las prácticas de mendicidad. Al tornarse una dinámica repetitiva terminaba el proceso de observación y proseguía a la redacción de las notas de campo.

Las categorías de análisis fueron cambiando conforme avanzaba el trabajo de campo, las categorías a priori focalizaban la atención en el cuerpo y posteriormente fui incluyendo descripciones del escenario y de la interacción del mendigo con los sujetos a quienes les solicitaba apoyo económico (trabajadores de la zona, personas en situación de calle, acompañantes de los mendigos, etc.) y todas las situaciones que se desprendían de esa interacción (indiferencia, evasión, rechazo, ayuda, etc.).

A través del trabajo de campo pude identificar a más de 40 adultos mayores practicando la mendicidad, de los cuales 20 eran hombres y 22 mujeres. A cada sujeto se le asigné un nombre para poder identificarlo y facilitar el proceso de descripción y narración. El trabajo en campo lo realicé por aproximadamente un año hasta llegar a la saturación teórica.

En las entrevistas, los tópicos fueron diversos dependiendo del tipo de informante, pude recopilar información acerca de la precariedad del adulto mayor, apoyos institucionales, percepción y rumores sobre la vejez y la mendicidad, así como experiencias con adultos mayores mendigos. Pude realizar doce entrevistas a personal que labora en instituciones de atención al adulto mayor, transeúntes, investigadores, psicólogos y psicoanalistas, todos residentes de Guadalajara y con algún contacto directo o indirecto con el tema de mendicidad.

Teóricamente pase de utilizar teorías sobre el cuerpo a incursionar en perspectivas más críticas sobre la vejez ya que el objeto de estudio requería abandonar la típica psicologización de las investigaciones psicológicas y analizar el fenómeno desde diferentes aristas. Metodológicamente, tras sugerencias de algunos miembros de mi comité tutoral sobre el método, inicialmente lo abordé como estudio de tipo etnográfico sin apropiarme del todo de ese diseño de investigación, aunque todo lo que hacía en campo se desprendía de la etnografía. En las técnicas de recolección de datos tuve que hacer ajustes de acuerdo a las condiciones que se me presentaban y a las características de los sujetos de quienes pretendía obtener información. Inicialmente quería entrevistar a los mendigos, pero tras varios acercamientos fallidos decidí optar por realizar únicamente un proceso de observación. La mayoría de las entrevistas que realicé fueron conversaciones informales en las que obtuve información sobre la mendicidad escapando de los protocolos de gestión de la entrevista, consentimiento informado y videograbación, con excepción de las entrevistas que realicé en instituciones gubernamentales.

A lo largo del trabajo en campo utilicé diferentes medios para registrar la información: elaboración de un diario de campo, registro fotográfico y videograbación mismos que organicé, codifiqué y analicé con apoyo de la herramienta Atlas.ti y de las técnicas del análisis temático. Finalmente procedí a realizar proceso de teorización y la redacción del reporte de investigación.

Previo al trabajo de campo había mucha confusión en cómo abordar el tema, las categorías de análisis, como acercarme a los participantes, donde encontrarlos de modo que pudiera observarlos, etc. sin embargo, empezar el trabajo de campo dio un giro positivo a la investigación. Quizás uno de los errores que cometí en el proceso de investigación fue empezar a estructurar el protocolo de investigación antes de acercarme al campo. Un ir y venir entre la necesidad de estructurar la investigación (para poder presentar los avances semestrales requeridos por el programa de posgrado) y el acercamiento a los adultos mayores hubiera favorecido el trabajo de investigación. Otra de las limitaciones fue el tiempo. Al cursar el doctorado en un programa perteneciente al Programa Nacional de posgrados de Calidad de CONACyT es exigible para el doctorando concluir el proceso de titulación máximo seis meses después de acabar el programa de posgrado. Si bien en mi caso cumplí con los tiempos, es habitual que justo al finalizar la investigación exista mayor comprensión del fenómeno de estudio y esa nueva forma de analizar el fenómeno de mendicidad, más crítica e integral no pude explorarla en profundidad por la urgencia de concluir.

Las consideraciones éticas fue uno de los temas que más reflexión requirió tanto de manera individual como a través de la consulta con mi comité tutoral. Los aspectos éticos más relevantes que hay que cuidar en cualquier investigación son la confidencialidad, el cuidado del bienestar físico y mental de los participantes y el consentimiento informado.

Al hacer una observación no intrusiva en espacios públicos a los adultos mayores no utilicé el consentimiento informado, sin embargo, busqué estrategias garantizar su anonimato. Debido al riesgo que puede suponer este tipo de fenómenos tanto para mí como investigadora como para los mendigos, en el caso de ser coaccionados a realizar la mendicidad de manera forzada, tuve que realizar un proceso de observación no intrusiva, a una distancia que me permitiera observar y escuchar de manera discreta. Sobre el tema de confidencialidad, a lo largo de la investigación tuve que hacer muchos ajustes, nombré a los mendigos para poder identificarlos; en la redacción no utilicé nombres de calles ni hice referencia a las ubicaciones específicas que utilizaban como espacio para mendigar; y omití el uso las fotografías y videos donde capturé interesantes imágenes y videos por cuestiones de seguridad.

La investigación psicosocial en el marco de posgrados en psicología

Si bien el conflicto histórico entre lo cualitativo y lo cuantitativo, entre la objetividad y la subjetividad, son conflictos que, aunque no han sido superados del todo, cada vez tienen mayor presencia en la reflexión académica y científica. La investigación en psicología social (generalmente subjetiva) es algo que ocupa un lugar específico en la disciplina psicológica, un espacio un tanto segregado respecto al resto de los ámbitos de aplicación.

La idea de una psicología científica, objetiva, verificable, medible sigue siendo una prioridad en la mayoría de los programas de estudios de posgrado en México. La psicología clínica, educativa, laboral tiene un campo de acción delimitado y fácilmente comprensible. La psicología social, por el contrario, sigue siendo un ámbito de aplicación psicológica estereotipado, complejo e incluso inútil para muchos. Muchos profesionistas desconocen los objetos de estudio, alcances y ámbito de aplicación de la psicología social. Los programas de estudio de posgrado de psicología priorizan otros campos de aplicación psicológica. En el trabajo de investigación doctoral, fui estudiante de un posgrado en el que confluyen las investigaciones de diversas áreas (neuropsicología, psicología educativa, psicología de la salud, psicología laboral, psicología experimental, etc.). En ese entorno me encontré que las decisiones sobre mi proyecto de investigación me alejaban de los proyectos habituales que se generaban en el programa de posgrado: a) en primer lugar, optar por un método interpretativo en un entorno en el que aún existe una idealización de la objetividad en psicología y un predominio del paradigma positivista, b) en segundo lugar, optar por una línea de investigación social y, c) en tercer lugar, seleccionar un tema que aunque es tan cotidiano y se desprende de una problema nacional prioritaria, es un objeto de estudio generalmente desconocido, poco investigado y que implicaba trabajar con una población vulnerable. Si bien los miembros de mi comité tutoral eran expertos en áreas de psicología social, se percibía como un grupo muy reducido respecto a otras líneas de investigación en el programa. Sé que, en otros programas con enfoques sociológicos, históricos, políticos y antropológicos, son comunes los estudios de esta naturaleza, pero en un programa de posgrado desde la psicología se hicieron evidentes los conocimientos a los que hemos sido expuestos los psicólogos a lo largo de nuestra formación y que carecen de una visión contextual de las problemáticas típicamente interpretadas desde la individualidad.

La necesidad de visibilizar la precariedad

El trabajo en campo: observar e interpretar la mendicidad

En la investigación realicé trabajo de campo por casi un año, pude ver caras de la vulnerabilidad que, aunque son parte del paisaje urbano, muchas veces pasan desapercibidas y, si se perciben generalmente son evitadas o ignoradas. Mi trabajo consistía en realizar recorridos en busca de mendigos mayores para poder observarlos. Recorrer las calles en busca de mendigos adultos mayores, fue un trabajo persecutorio donde transitaba mirando en diferentes direcciones. Recorría espacios marcados por la clase social, lugares estigmatizados por ser frecuentados por gente de bajos recursos y por la peligrosidad de la zona. Una vez que detectaba un hombre o mujer mayor pidiendo dinero, buscaba un espacio cercano desde el cual observarlos, escribía en mi diario de campo, tomaba fotografías y en ocasiones videos. Ocasionalmente me acercaba a ellos tratando de entablar una conversación, sin embargo, las condiciones corporales del adulto mayor en muchas ocasiones limitaban la interacción (problemas auditivos y del habla) o simplemente rechazaban el contacto.

En mi andar por el centro de la ciudad de Guadalajara (andar que vivencié como una extraña, porque así lo requiere el método y porque tenía poco tiempo viviendo en la ciudad) viví un abrumante y constante bombardeo de estímulos sensoriales. Pude oler, ver, escuchar y sentir cosas agradables y desagradables. Desde el olor a pan recién horneado que emanaba de las panaderías hasta el olor pestilente que provenía de las cañerías y que despedían las pequeñas montañas de basura situadas las esquinas.

En los recorridos que realicé por la ciudad pude ver imágenes cotidianas, gente que caminaba de prisa en las primeras horas de la mañana, gente barriendo la acera frente a sus locales, el ruido de las cortinas metálicas que se levantaban para dejar entrar a los posibles clientes, gente comiendo rápidamente mientras caminaban de forma apresurada para llegar a su destino, además de múltiples expresiones de la precariedad reflejadas en los hombres, mujeres y niños que descubrí durmiendo en las calles, en hombres semidesnudos que pude observar sacando comida de los botes de basura, en la gente que caminaba desorientada, tambaleándose, con la mirada perdida y los ojos inyectados de un tono carmín. Entre todas esas imágenes precarias se encontraban los mendigos. En ellos y, particularmente en los mendigos adultos mayores, pude descubrir cuerpos con las marcas de la desigualdad social y económica, cuerpos frágiles, delgados, arrugados, heridos, enfermos, sucios, cuerpos “invisibles”.

Ver a los mendigos implicó reconocer la precariedad del ser humano. En mi andar pude observar las características físicas de las personas mayores pidiendo limosna, pude ver los cuerpos envejecidos de los adultos mayores mendigos con marcas, no solo del paso del tiempo sino de las condiciones de precariedad.

Los cuerpos de los mendigos mayores son cuerpos que de manera general reflejan condiciones que merman su funcionamiento o bienestar. Cuerpos con dificultades para moverse, para desplazarse, para comer, para hablar, para escuchar, para ver, cuerpos con heridas que anuncian la presencia de una enfermedad (vendajes, escurrimientos de orificios corporales con signos de infección, bolsas de plástico con aparente orina, suero o medicamentos). Mendigos con algún tipo de discapacidad (principalmente motriz y visual) que se trasladaban con ayuda de otros o con ayuda de andaderas, muletas o sillas de ruedas o incluso arrastrándose por el piso.

En el imaginario social, el mendigo puede ser una persona con carencias extremas que requiere asistencia para poder sobrevivir, o, por el contrario, el mendigo puede representarse como una persona holgazana y peligrosa que se debe evitar, las representaciones van de una actitud compasiva a una temerosa ante el mendigo (Navarro y Londoño, 2010; Remedi, 2017). En mi acercamiento a los mendigos traté de alejarme de los discursos comunes que los etiquetan y estigmatizan.

Al mencionar mi objeto de estudio a otros psicólogos o investigadores, era común recibir comentarios de todo tipo, había gente que sentía lástima por los mendigos e incluso por mí por acercarme a este tipo de población (lástima que se reflejaba en muecas de desagrado tras pronunciar la palabra mendigo y en discursos lastimosos); gente que aplaudía mi interés por poblaciones vulnerables y segregadas; gente que aprovechaba esos momentos para comentarme todos sus prejuicios y estereotipos en torno a esa población (delincuentes, flojos, holgazanes, adictos, conformistas, etc.). Ante ese tipo de comentarios trataba de analizar cómo es que esa gente llegó a pensar así y hablar desde el poco o nulo conocimiento sobre el tema de formas afirmativas como si poseyeran la realidad de lo que ocurre con los mendigos.

Los adultos mayores mendigos para mí no eran solo gente pidiendo dinero, eran gente reflejando una problemática importante en México, un problema de pobreza, de desigualdad, de trabajos precarios que aun en su precariedad excluyen a ciertos grupos poblacionales de poseerlos. El adulto mayor por lo general no puede tener un trabajo y un ingreso estable, difícilmente ve cubiertas sus necesidades y depende de otros para sobrevivir, depende del mísero apoyo que brinda el gobierno, apoyo federal que en el gobierno anterior consistía en 1160 pesos bimestrales y 4800 en el gobierno actual (DOF, 2022), depende de la familia, de los amigos, de los vecinos, de los transeúntes desconocidos que de manera ocasional se dan cuenta que hay alguien pidiendo limosna, lo miran y en pocas ocasiones, le ayudan.

Al verlos no pude dejar pensar en las injusticias y carencias que viven día con día al estar en la esfera social más baja. En el trabajo de campo me di cuenta de que decidí observar algo que los demás, por lo general, prefieren ignorar. Estudiar la mendicidad en los adultos mayores fue definitivamente un objeto de estudio difícil de investigar. El trabajo etnográfico con una población vulnerable implica exponerse física y emocionalmente. Físicamente por la peligrosidad de la zona y las problemáticas asociadas a la mendicidad como es la trata de personas (mendicidad forzada) y emocionalmente al ver los signos del dolor ajeno y la mínima capacidad de aliviar ese dolor pues se deriva de factores estructurales.

La vejez generalmente implica fragilidad, deterioro y cercanía con la muerte. En los mendigos estas características son más evidentes. En ellos la muerte se anticipa, no solo con la culminación de las funciones del organismo sino a través de la muerte simbólica del “no poder” no poder moverse, hablar, escuchar y no poder cambiar sus condiciones de vida. Para algunos la mendicidad es una forma de hacer algo “a pesar de” o a “través de” sus condiciones físicas y psíquicas deterioradas. El mendigo en el espacio público se apropia del espacio, de ese pequeño cuadrado (o figura deforme) imaginario que usan para instalarse y estirar la mano, para inmovilizarse por horas, para reflejar una expresión de sufrimiento (real o ficticio) con el afán de obtener un beneficio económico.

No fue fácil observar a los adultos mayores, estar al pendiente de sus movimientos, de sus expresiones, de las marcas del tiempo y de la clase reflejadas en sus cuerpos; de la exposición al clima, al calor, al frio, al viento, a la lluvia; ver que no tienen que comer o que comen comida chatarra, quizás por gusto o quizás solo por tener algo en el estómago; así como no fue fácil ver la discriminación y la indiferencia de la sociedad. Hacer trabajo de campo, independientemente de lo emocional que puede trastocar, implica tener la misma exposición al frio, calor, viento, lluvia; al polvo; al mal olor, etc. implica salir de un estado de confort para enfrentarse a posibles riesgos. Aunque soy una persona muy cautelosa, en muchos momentos tenía que cuidar mis pertenencias, alejarme de algún lugar o persona que percibía como peligroso, dejar de tomar fotografías o video (como acostumbraba a hacerlo para documentar mis visitas y evitar que se me escaparan detalles importantes) por seguridad.

Los análisis que realicé me llevaron a retomar las afirmaciones construccionistas, donde la realidad es socialmente construida y las interpretaciones que hacemos en un proceso de investigación nos remontan a esa realidad. La mirada a través de la cual puede observar la mendicidad es una mirada plagada de mis propias vivencias marcadas por la clase. Al hacer anotaciones de mis impresiones debía reflexionar constantemente en si eso dependía de mi historia personal, si otras personas con más o menos privilegios que yo tendrían la misma interpretación de lo observado y/o escuchado e interpretar desde mi mirada sin descartar otras miradas posibles. Un ejemplo de esto se ve reflejado en una nota de campo que escribí al ver a una adulta mayor en silla de ruedas, sola, sin posibilidad de moverse por sí misma, exponiéndose al frio, viento y a un clima que anunciaba la llegada próxima de lluvia:

No me sentí cómoda observando a alguien que pudiera no estar en las condiciones apropiadas, sin embargo, esto me hizo reflexionar sobre lo que personalmente considero apropiado y cómodo y esta reflexión me remontó al estrato social en que nos desarrollamos. El no pasar frío, el no pasar hambre, el no pasar calor, dolor, etc., tiene que ver con las condiciones a las que estamos expuestos y las herramientas creativas o monetarias que nos ayudan a tener una calidad de vida mayor. Por ejemplo, las condiciones climáticas se pueden afrontar de diversas maneras, desde la ropa que usamos, ya sea cubriente o poco cubriente, desde el acceso a un ventilador o aire acondicionado o a través de la calefacción o una fogata. Al preocuparme por si tenía frío simplemente estaba respondiendo a una situación que personalmente me causa incomodidad y a la incapacidad que tenía Teresa de hacer algo al respecto. Personalmente, si tengo hambre o sed, frio, calor o dolor, simplemente tomo lo que necesito o compro lo que necesito. Por el contrario, producto de las grandes desigualdades económicas en México, algunas personas que viven en la sierra tienen que caminar horas para conseguir agua. Hay quienes tienen que aguantar las bajas o altas temperaturas o un malestar físico. Otras piden dinero en las calles para conseguir comida o hay quienes buscan restos de comida en la basura o piden comida regalada en los camiones, como es el caso de los migrantes centroamericanos que cruzan la ciudad de Guadalajara como parte de su travesía para llegar a Estados Unidos. (Villegas, 2018, p.39)

Mi acercamiento a la mendicidad me llevo a reafirmar una comprensión del fenómeno desde aspectos estructurales y descartar las explicaciones individualistas que parten de la ignorancia y la meritocracia y que se cristalizan en frases como “el pobre es pobre porque quiere” al hacer énfasis en su falta de esfuerzo para lograr la movilidad social aun cuando México es un país con una gran desigualdad económica y prácticamente una nula o muy limitada posibilidad de cambiar de estrato social.

Me impresionó que la mayoría de los discursos, opiniones y rumores en torno a los mendigos tuvieran tinte discriminatorio, pensarlos como gente con falta de dignidad por las características de su actividad, como delincuentes, como drogadictos, como estafadores, como sucios o de una esfera inferior no solamente en un aspecto económico sino cultural y educativo.

En la lógica del sistema capitalista donde se enaltece la ética del trabajo, el acceso a alimentos, a servicios de salud, a vivienda, etc. se debe ganar, aunque sea a través de trabajos precarios (Bauman, 1999). La forma en que la mayoría de la gente se expresa de los mendigos es el reflejo del clasismo de la sociedad mexicana y de la falta de conocimiento acerca de los aspectos estructurales que pueden llevar a una persona a pedir limosna en las calles.

Me encontré que a pesar de brindar argumentos de las condiciones socioeconómicas por las que atraviesan la mayoría de los adultos mayores en México, muchos me escuchaban asentían y aparentemente entendían los argumentos y se notaba una actitud más compasiva hacia quienes viven en situaciones precarias, pero a los pocos minutos volvían a narrar una experiencia previa que reafirmaba su posición en contra de los mendigos. Recordaban como han visto gente engañar pidiendo limosna a través del discurso de enfermedades fingidas y esto hacía que nuevamente les atribuyeran características negativas a aquellos que optan por mendigar.

Los prejuicios en torno de la mendicidad están determinados por la alienación al trabajo. En una sociedad donde predomina el régimen capitalista, insertarse en un trabajo en el ámbito empresarial y/o de servicios, independientemente de las condiciones laborales, se considera la mejor manera de generar ingresos y el pedir limosna es considerado una evasión a las normas que establece la relación de explotación burguesía-proletariado (Marx y Engels, 1948). Las condiciones laborales que se desprenden del régimen neoliberal llevan a una condición laboral precaria, al incremento de condiciones de pobreza, a la desesperanza ante las pocas oportunidades y a que la vejez sea una etapa marcada por la vulnerabilidad.

Como investigadora traté de tener una mirada más integral sobre las condiciones estructurales y sociales que llevaban a una persona a estar en la esfera más baja de la estructura social. El hacer investigación etnográfica implicó un sinuoso recorrido que me obligó a salir de lo conocido y adentrarme en una realidad que, aunque es cotidiana a veces parece muy lejana.

La psicología, una disciplina lejana a la realidad social

Al terminar el trabajo de investigación y empezar el proceso reflexivo y analítico de todo lo vivido en el proceso de investigación, pude darme cuenta de que falta mucho como sociedad e incluso como profesionistas de la psicología para comprender e intervenir en esos problemas que son tan cotidianos y que afectan a millones de personas. Es común leer en libros de psicología social la falta de participación de los profesionistas de la psicología en temas que son prioritarios como la pobreza y la violencia, (Barrero, 2017: Pavón, 2019; Parker, 2010) sin embargo, aunque parece evidente la existencia de problemáticas que requieren acciones urgentes, los profesionales de la psicología generalmente permanecemos al margen de este tipo de problemáticas a menos que la intervención sea de tipo individual. Considero que una labor del psicólogo es estudiar, investigar, comprender e intervenir en las distintas problemáticas que afectan al ser humano siendo partícipes de las acciones que puedan fomentar cambios sociales y mejoras en la calidad de vida de las poblaciones vulnerables. En el trabajo de campo puede identificar de forma alarmante la falta de conocimiento sobre las condiciones de pobreza que se viven en México. Pude encontrar en la mayoría una falta de empatía con el sufrimiento, precariedad, indiferencia, estigmatización y discriminación que sufren los mendigos que generalmente va de mano con explicaciones deterministas sobre la pobreza.

Uno de los aprendizajes que tuve como consecuencia de la investigación es un acercamiento a la psicología crítica y a una reflexión sobre las omisiones que la mayoría de los profesionistas de la salud y de ciencias sociales tienen en su formación. Uno de los aspectos relevantes de la investigación y que más me impacto fue la ignorancia de temas relacionados a mi investigación por parte de psicólogos, de profesionistas de áreas sociales y de salud, de las autoridades que dan atención a este tipo de población. La ignorancia generalizada y los prejuicios en torno a la mendicidad merman el estudio e intervención de este tipo de temáticas. Si los profesionistas que deben tener conocimiento y sensibilidad ante este tipo de fenómenos carecen de la información necesaria, entonces tenemos a sujetos que en lugar de implementar acciones en beneficio de grupos vulnerables son sujetos indiferentes ante una realidad que requiere transformaciones en pro de la sociedad.

Desde la lectura crítica pude comprender el carácter socioeconómico de problemas cotidianos como la pobreza que desde un paradigma dominante se ha explicado desde la individualidad, atribuyendo al sujeto la responsabilidad de sus carencias. El régimen capitalista que impera en el mundo actual ha llevado a una condición de competencia y desigualdad económica en la que cada vez es más evidente la concentración de la riqueza en grupos minoritarios y la expansión masiva de la pobreza, sin embargo, para que el sistema capitalista funcione se deben crear las condiciones necesarias para su producción y reproducción (Althusser, 1970; Uribe, 2014), uno de los elementos clave para que esto suceda es la ideología. El saber psicológico ha ayudado a promover la adaptación y la individualización de los problemas.

El desconocimiento generalizado de la psicología social en general y de la psicología crítica en particular ha llevado a los profesionistas de la psicología a la adquisición de conocimientos dominantes y aplicación del saber psicológico de manera técnica y acrítica.

En esta investigación me di cuenta de necesidad de cambios en la formación de los estudiantes y en la práctica profesional. La necesidad de poner énfasis en problemas sociales, pero no desde un paradigma dominante sino desde un enfoque que permita el análisis de los múltiples aspectos que conforman los diversos problemas (factores históricos, culturales, políticos, económicos y subjetivos).

Es necesario comprender la realidad y visibilizar las problemáticas —las condiciones de desigualdad, precariedad, violencia, racismo y clasismo— que se han normalizado y que no provocan más que indiferencia, solo así se puede generar la indignación suficiente para generar acciones cotidianas que promuevan cambios sociales en la realidad precaria.

Para concluir, en el trabajo de investigación no solo pude profundizar en la comprensión de la mendicidad como objeto de estudio sino en la necesidad de generar cambios a nivel de formación y aplicación de la psicología. Es necesaria una disciplina psicológica con profesionales críticos que puedan dejar de lado la psicologización y la individualización de los problemas psicosociales. Existe la necesidad de ampliar el marco de referencia desde el que se analizan diversas problemáticas que atañen al ser humano y de abordar problemáticas psicosociales prioritarias.


Referencias

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Acerca de la autora

Cristina Villegas Ramírez (Psic.cristinavillegas@gmail.com) cuenta con estudios de Doctorado Interinstitucional en Psicología por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Maestría en psicología y Licenciatura en psicología por la Universidad Autónoma del Estado de México. Actualmente es docente de la Universidad Guadalajara Lamar y la Universidad Cuauhtémoc, trabajando en proyectos de investigación sobre condiciones vulnerables, género y violencia y dirigiendo proyectos de intervención en problemáticas sociales y de salud (ORCID 0000-0003-4975-0673).




Recibido: 22/04/2021

Aceptado: 02/02/2022









Cómo citar este artículo

Villegas Ramírez, C. (2023). Visibilizando lo invisible: mendicidad en adultos mayores. Reflexiones sobre el proceso de investigación. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 26(48). https://doi.org/10.33064/48crscsh4381











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