Atravesando sendas de investigación freudiana


Traveling Paths of Freudian Research




MARIO OROZCO GUZMÁN

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México




Resumen

Tomando como pivote la triple concepción del psicoanálisis, como procedimiento investigativo, instrumento de tratamiento y sistema de conceptualizaciones, se abren surcos de indagación donde Freud despliega enlaces entre estos tres aspectos. El psicoanálisis interroga de modo persistente los conceptos a los que recurre para explicar fenómenos psíquicos. En un principio la investigación se encontraba soldada al proceso terapéutico. Posteriormente Freud atisba que se debe renunciar a un objetivo indagatorio para posibilitar el fluir libre de la palabra. El discurso onírico, paradigma de enigma de investigación en psicoanálisis, se descompone para tejer sentidos impensados. Freud publicará sus casos avizorando espacios de debate en torno a ellos. El caso Schreber es un texto cuya escritura llevaría a repensar las formulaciones de Freud sobre lo inconsciente. La red de lo simbólico permitirá a Freud investigar en torno tanto al discurso literario como nocional fundando una lectura crítica de su estructura.

Palabras clave: psicoanálisis; investigación; lenguaje.




Abstract

Taking as a pivot the triple conception of psychoanalysis, as an investigative procedure, therapeutic instrument and conceptualization system, furrows of inquiry are opened where Freud unfolds links between these three aspects. Psychoanalysis persistently questions the concepts it uses to explain psychic phenomena. Initially, research was welded to the therapeutic process. Subsequently, Freud glimpses that an investigative objective must be renounced to enable the free flow of the word. The oneiric discourse, paradigm of the enigma of research in psychoanalysis, breaks down to weave unexpected meanings. Freud will publish his cases envisioning spaces for debate around them. The Schreber case is a text whose writing would lead us to rethink Freud's formulations about the unconscious. The network of the symbolic allows Freud to investigate both literary and notional discourse, basing a critical reading of its structure.

Keywords: Psychoanalysis; research; language.






Para Freud (1922/1999) resultaba fundamental que se entendiera que quería decir con el término psicoanálisis. De modo puntual y esquemático señala que con esta palabra alude a tres cosas distintas pero ligadas entre sí. Y es en relación con esta formulación y ligazón que emprendemos un esfuerzo deconstructivo, de lectura crítica (Derrida, 2010, p. 148), cuestionando y redimensionando sus componentes. Psicoanálisis es vía metódica de "Untersuchung" (Freud, 1922/1999, p. 211), investigación, en torno a procesos psíquicos que no se podría abordar más que de esta manera: síntomas, actos fallidos, sueños, y cualquier otro que se plasme como material discursivo. Al comprometer esta búsqueda indagatoria valorizamos este tipo de procesos. Es decir, le damos valor y apreciación a estos fenómenos que parece que no podrían ser estimados más que por esta vía. Sólo el psicoanálisis le ha dado importancia y realce a este tipo de fenómenos desvalorizados en la medida en que carecen de relevancia para una sociedad organizada por y para el bienestar productivo. Si se concede valía a este material, sin embargo, es en tanto a través del mismo se expone, se destila, algo del orden de la verdad que estaría en juego en cada sujeto, en cada historia subjetiva. También al indagar estos procesos los interrogamos, les damos el estatuto de incógnita y enigma, desafiantes para la exploración investigativa. Kuhn (2010) ingeniosamente propone que los problemas a resolver en lo que denomina ciencia normal poseen el carácter de rompecabezas en la medida en que empujan a "poner a prueba el ingenio y la habilidad en dar con la solución" (p. 107). Para Freud el síntoma histérico representaba ese tipo de rompecabezas que jalonaba "el deseo de ser útil, la emoción de explorar un territorio nuevo, la esperanza de encontrar orden y el impulso de poner a prueba el conocimiento establecido" (p. 109).

El segundo aspecto, en el compromiso de clarificación del término psicoanálisis, lo sitúa como recurso terapéutico para entender y atender alteraciones psíquicas como la neurosis. Es un aspecto que, para Freud, deriva de esta metodología investigativa. En este sentido el tratamiento psicoanalítico se basaría en el procedimiento indagatorio ¿Funcionaría como escenario de prueba de conocimientos que se van estableciendo, como ese territorio nuevo donde se comienza a explorar el conocimiento acerca de lo inconsciente de ciertas representaciones y su incidencia en lo corporal? ¿Lo que se plantea es quizás que lo que encausa y le da cauce al trabajo terapéutico es la investigación respecto al síntoma? Tal vez también quiera indicarnos que el mismo tratamiento del síntoma se constituye en algo a indagar, a cuestionar, en su carácter de operación metodológica. Es decir, nos llevaría a cuestionar si el método de tratamiento que estamos siguiendo es a la vez la vía más favorable para la indagación del síntoma. El método terapéutico estaría subordinado al proceso investigativo en torno a la formación, composición y función del síntoma.

Finalmente, como tercer aspecto en la definición categórica, el psicoanálisis consiste en una secuencia de conceptos de orden psicológico que por el camino de la indagación han podido conseguir "Einsichten" (2011), comprensión. De nueva cuenta, el proceso investigativo hace inteligibles, aunque igualmente instrumentales los conceptos y hace que el psicoanálisis se constituya en una novedosa "wissenschaften Disziplin", disciplina científica. Tanto el tratamiento analítico de los síntomas como la comprensión conceptual de los mismos y de otros procesos anímicos se fundamentan en el quehacer investigativo. Por el sendero investigativo se orienta y encamina el procedimiento terapéutico y se van entendiendo tanto lo que ocurre con éste como el sentido y alcance punzante de los conceptos. Esta aparente supremacía de lo investigativo se desvanece cuando entendemos su subordinación a lo que la experiencia del tratamiento, en su carácter de acontecimiento, en su condición de asombro, depare y a lo que el orden conceptual demande en el afán de una mayor potencia explicativa. Los conceptos son instrumentales, son instrumentos para interrogar el andamiaje de la investigación y el procedimiento terapéutico, pero son a su vez objeto de cuestionamientos desde la experiencia indagatoria y terapéutica. Por tanto reclaman una revisión y reformulación constante. Freud mismo ilustraría este aspecto en sus reformulaciones teóricas del aparato psíquico, del conflicto pulsional, de la conceptualización de la angustia, entre otras. En su homenaje a Charcot, Freud (1893/2006) destaca en el discurso en torno al maestro de Salpetrière la primacía que éste le confería a la experiencia, "los hechos de la clínica" (p. 15), la primacía del saber que da la experiencia, sobre el orden conceptual e investigativo. O tal vez es para pensar cómo desde la clínica el saber de experiencia impone los hechos de los dichos que podrían indagarse en su estructura y despliegue. Como una variante o modalidad de investigación. Para Kuhn (2010) la dimensión de los hechos como la de las teorías "no son categorías separables" (p. 66), puesto que sus discursos ineluctablemente se entrecruzan o se inscriben uno en el otro.

En este marco expositivo de lo que es el psicoanálisis, reconoce Freud que en un principio, en el momento del trabajo catártico en torno a la experiencia traumática, confluían la "Aufhebung" (Freud, 1922/1999, p. 212), supresión, del síntoma como objetivo terapéutico, con la pretensión de "wissenschäftliche Forschung", investigación científica. El enfoque conceptual situado en este trayecto estaba centrado en la idea de un afecto que se encontraría "eingeklemmt", aprisionado. El cual encontraría en el cuerpo una vía de liberación paradójicamente enfermiza en el síntoma histérico. Esta vertiente de padecer subjetivo conduce a la comprensión conceptual de que lo que funda este tipo de síntoma histérico son reminiscencias carentes de tramitación, carentes de procesamiento apalabrado para el afecto. El paso al psicoanálisis se verifica en el cambio de orden explicativo, de paradigma de acuerdo con Kuhn (2010), del síntoma al incorporarse el concepto de defensa. El sujeto se defiende de representaciones que quisiera suprimir. Lo más cercano a la supresión, imposible de efectuar, resultaba ser la represión de dichas representaciones. Esto sólo se consigue separando las representaciones de sus componentes afectivos. Los cuales desembocan en el caso de la histeria en algún sector corporal, que lleva el "lastre" (Freud, 1894/2006, p. 51), el peso simbólico de un encadenamiento de recuerdos, y en la neurosis obsesiva en otro contingente representativo que no exige un movimiento defensivo. La investigación consistía en un rastreo mnémico, en transitar de reminiscencia en reminiscencia, hasta llegar a los recuerdos que estaban a su vez aprisionados, comprimidos, en tanto no fueron verbalizados. La indagación era tanto una conminación a recordar como una conminación a hablar de esa reminiscencia donde permaneció atorado el afecto, buscando episodios decisivos de carácter sexual en la historia subjetiva. El desafío era abrir la palabra del sujeto, abrir su historia, con la palabra del terapeuta-investigador, a veces acudiendo al rigor de un "interrogatorio firme" (p. 56). La exploración consistía en una búsqueda minuciosa de recuerdos que no estaban muchos de ellos disponibles para la consciencia y que, para Freud (1893-95/2006), se organizaban y anudaban entre ellos de distinto modo (por cronología lineal, por orden concéntrico y por urdimbre lógica). Siempre en relación con uno o varios núcleos patógenos donde se localizaba el trauma. El lugar de eso traumático era nuclear en la medida en que resultaba indecible. Freud se encuentra con la postura resistencial de un yo que se sustenta en un "no querer saber" (p. 276) nada, tanto del acontecimiento traumático como de los recuerdos que lo conducirían por vía lineal, concéntrica o morfológica al mismo. La investigación en torno a lo traumático como suceso que enmudeció al sujeto es al mismo tiempo un esfuerzo por saber eso de lo que no se quiere saber, un afán de saber sobre la estructura-encrucijada de los recuerdos que abren y cierran la ruta hacia el descubrimiento y verbalización de lo silenciado.

La senda del relato onírico

La transición de catarsis a psicoanálisis es la renuncia a toda conminación y quizás a todo proceder investigativo empalmado con el procedimiento terapéutico. El cual se respalda en la libertad para decir las ocurrencias que vayan surgiendo en el pensamiento. Se renuncia a toda coerción y, particularmente, a la de recordar ciertos acontecimientos de alcance traumático. En principio esta libertad en el campo de la palabra gira en torno a síntomas y ocurrencias a propósito del sueño que se va relatando. Freud (1900/2006) de hecho cuenta cómo la transición discursiva del síntoma al sueño en el trascurso de la experiencia analítica le hizo concebir la semejanza de ambos en cuanto a hacer germinar significación inconsciente: "Ello me sugirió tratar el sueño mismo como un síntoma" (p. 123). De este modo también habría introducido un modelo de investigar una cuestión enigmática haciendo circular el desenvolvimiento de la palabra en torno a ella. Hay un deslizamiento en el discurso del sujeto en el marco del tratamiento que hace que Freud ensamble dos problemas de investigación. Lo que surge en la concatenación discursiva, en la secuencia metonímica, perfila una relación metafórica. Es decir, que, en la relatoría del sueño, como ocurría con el discurso respecto al síntoma, se plasmen expresiones de repercusión metafórica.

Sin embargo, la libertad asociativa en el campo de la palabra como regla de trabajo clínico descompone cualquier línea de búsqueda investigativa. No se puede proponer ni imponer un cauce a la palabra por más que el deseo del analista lo determine o vehiculice. Es la dimensión del hallazgo, del encuentro, la que adquiere su predominio: "Hallazgo que es a un tiempo solución -no necesariamente acabada, pero que, por incompleta que sea, tiene ese no sé qué, ese acento tan particular, admirablemente destacado por Theodor Reik- destacado únicamente, porque Freud lo señaló antes que él- que es la sorpresa: aquello que rebasa al sujeto (Lacan, 1964/2013, p. 33). Ya no se trata de hurgar en o entre los recuerdos porque estos incluso pueden encontrarse distorsionados, deformados por el deseo y su despliegue imaginario en la fantasía. El escenario de un supuesto recordar, de un recordar encubridor de la fantasía, no responde al guion de un libreto investigativo. No obstante, Freud (1900/2006) al descomponer el discurso del sueño en dos versiones marca una especie de método pesquisa. Lo que se manifiesta, que no es la vivencia fenoménica del sueño, es lo que se cuenta de esa vivencia, la interpretación propiamente de la misma. Hay otro discurso que deriva, que marcha a la deriva de eso manifestado discursivamente. Freud lo denomina latente en tanto que cada cosa que se dice lleva a otra cosa que diera la impresión de estar latente, subyacente. Aunque Freud señale que la interpretación es fundamentalmente un procedimiento artístico que devela el supuesto sentido oculto del sueño, y de los síntomas, en realidad el pasaje de lo manifiesto a lo latente es producto de la interpretación del narrador del sueño. Deviniendo exegeta de su propio discurso onírico el sujeto abre otro discurso que compromete diversos momentos y aspectos de su historia. Antes de que el analista interprete cualquier cosa del decir sobre el sueño, posibilita al sujeto mediante la asociación libre precisamente la liberación de sentidos inesperados. Lo exhorta a indagar no entre los recuerdos sino en y entre las palabras, en lo equívoco que suscita su enunciación o pronunciación, para emprender el desmantelamiento de lo manifiesto en su sueño. En lo que se manifiesta mediante las palabras se abre paso la conexión impensada, las invocaciones o evocaciones suscitadas por el carácter anfibológico de los giros expresivos, a los que se recurre cuando se hace la relatoría de un sueño. Freud detectaría muy pronto algo inherente a la dimensión simbólica de todo discurso, algo que es propio de su seriación significante: "Siempre hay ambigüedad, a medida que vamos avanzando en la construcción" (Lacan, 1956-57/1994, p. 235). En los considerados sueños inocentes, Freud (1900/2006) tropieza particularmente con su apertura al retruécano, en su condición de pronunciarse como "un dicho" (p. 199). En función del cual se emprende el esfuerzo de interpretación y el empeño investigativo. Es decir, el soñante deviene investigador in situ de las palabras que destilan la evocación del sueño. Un sujeto narra un sueño donde "sein Bruder steck in einem Kasten" (Freud, 1915-16/1999, p. 119), su hermano está en una caja. El fluir de los significantes le permite hacer un pasaje de Kasten a Schrank, que quiere decir armario y conduce rearmar el dicho expresando que "der Bruder schrankt sich ein" (p. 119), el hermano se limita. El verbo reflexivo sich einschränken, da el sentido económico de restringirse en los gastos, de economizar. El sujeto no desliza otro significante, que podría estar en la vertiente de la homofonía, como podría ser Schranke, que se refiere a barrera o límite ¿En qué medida también se trataría de una restricción no sólo de su economía sino de su ser mismo? Lo cual nos indicaría que habría una relación no tanto del orden del ocultamiento entre lo manifiesto y lo latente, sino de lo que se dice y de lo que estaría por decirse en función precisamente de lo que se dice, de lo que se asocia libremente a lo que se viene diciendo. Eso que estaría en el umbral de decirse podría concebirse como algo no sabido que se encontraría supuestamente oculto. Más bien se encontraría en la ruta del advenimiento discursivo de lo impensado. La relación sería como de escalonamiento de significantes que le daría giro a los dichos. La experiencia investigativa en psicoanálisis podría atender a este escalonamiento de significantes y a los dichos que emanan del mismo, podría extender y entender sus ensambles singulares.

La senda casuística

Las denotaciones y connotaciones de los discursos son expuestas por Freud mediante la investigación casuística. Investigación de alcance testimonial como lo resulta ser cada historial que Freud desarrolla para mostrar momentos de drama subjetivo, de episodios traumáticos, en la histeria. Cada caso de sus Estudios sobre la histeria es relato del modo en que un síntoma se inscribe en la historia de algo que quedo por decirse y revelarse. Algo que teniendo una densidad o una gravitación imposible de asumir o reconocer como perteneciente a la historia se designaría "cuerpo extraño" (Freud, 1893-95/2006, p. 295). Para un mejor ejercicio del quehacer terapéutico quien lo conduce debe allegarse una postura de "interés objetivo del investigador" (1893-95/2006, p. 288). Compromiso que exige el papel de "esclarecedor "(p. 288), allí donde el desconocimiento ha hecho germinar temores. Dicho papel radicaba en la importancia de esclarecer el orden estructural de causación del síntoma en los diversos encadenamientos de los recuerdos. Esta condición y función de agencia esclarecedora Freud no pretende circunscribirla a los pacientes, para que éstos adquieran un saber sobre algo que resulta enajenable de la historia, sino que también se la quiere llevar a la comunidad científica. Ofrece otra manera de investigar y esclarecer la histeria por la vía del caso, de la singularidad del caso. Pero cada caso demostraría la importancia que posee abrir mediante el desenvolvimiento libre de la palabra la historia del sujeto sufriente. Por esta misma senda de lo esclarecedor que puede resultar un caso en su particularidad comunica los casos de Dora, del pequeño Hans, del Hombre de las Ratas y del Hombre de los Lobos.

Los descubrimientos, los esclarecimientos, en torno a la relación compleja entre lo sexual y lo inconsciente reclamaban confrontarse con la experiencia clínica. Esta confrontación es indispensable para la praxis investigativa. La lectura que hace Freud (1901/1999) de los padecimientos en la garganta de Dora, de la tos y la afonía, hace que el síntoma adquiera el estatuto de "Rätsel" (p. 201), enigma, en tanto desafiaría una interpretación más cercana al desciframiento de un acertijo. Freud indica algo de este orden al indicar la implicación misteriosa del cuerpo en el caso de la histeria. Emplea la expresión "somatisches Entgegenkommen" (p. 200), complacencia somática, para señalizar una extraña complicidad del cuerpo en el sufrimiento que le aqueja. Es decir, lo enigmático se cifra en cómo algo del cuerpo, un sector del cuerpo hace concesiones a lo inconsciente, a eso rechazado, al grado de complacerse en ello. Lo enigmático, lo revestido de misterio, es precisamente esta complacencia y esta complicidad del cuerpo en darle vía de desembocadura a lo que estaría lejos de desembocar en la boca, en la palabra. Este sería el supuesto componente orgánico del síntoma histérico. La investigación clínica en torno al síntoma histérico posiciona al cuerpo, a ciertos lugares del cuerpo como rincones enigmáticos, sitios donde anidan interrogantes decisivos en la historia de un sujeto.

El caso, como nos arriesgamos a advertirlo, recurriendo a Nasio (2020), se encuentra en la encrucijada de un encuentro que podría apuntalar lo teórico en su carácter innovador o ilustrar un momento y alcance de su aspecto enigmático o constructivo. Se escribe para abrirlo a lectura y comentario, a la pregunta y a la controversia con otros. Ciñe el nexo o nudo entre "la observación clínica y el concepto" (p. 21). A tal grado que el caso se hace paradigma de un esfuerzo de conceptualización y de cuestionamiento del modo de dirigir el dispositivo clínico. En lo que concierne al pequeño Hans es fundamental el comunicado que hace Freud acerca de la importancia que tiene no adoptar una posición comprensiva de entrada ni totalizadora. Se lo expresa al padre inquieto porque su hijo comienza a arrojar "Rätsel" (Freud, 1909/1999, p. 258) enigmas. Desagrada al padre que su hijo, provisto de una ostensible curiosidad, que lo hace constituirse en un "Forscher" (p. 248), investigador, manifieste cuestiones investigativas. Freud cuestiona el modo de intervenir del padre, conductor de esta experiencia terapéutica. Le parece sumamente inquisitivo en su afán de comprensión inmediata y plena. Lo cual induce a que se coarte la libre expresión del pequeño. La investigación del padre, tipo interrogatorio abrumador, como el de Freud en el momento de su implementación de la investigación catártica, intimida a un niño ya intimidado por la figura de un caballo y a quien sus padres se habían propuesto educarlo sin miedo: "Su cultivo intensivo bajo el fuego cruzado de la interrogación paterna demuestra haber sido favorable a una verdadera cultura de la fobia" (Lacan, 1956-57/1994, p. 258).

En lo que respecta a los casos Hombre de las ratas y Hombre de los lobos la exposición cierne la cuestión de un trabajo de investigación que podría proseguir, como una empresa inacabable más allá de la experiencia de conclusión del tratamiento: "Los jirones de discernimiento que aquí se ofrecen, laboriosamente obtenidos, pueden parecer poco satisfactorios en sí mismos, pero acaso sean retomados por el trabajo de otros investigadores, y el empeño conjunto consiga el logro que es quizá demasiado difícil para un individuo solo" (Freud, 1909/2006, p. 125). La presentación de casos reclamaría el esfuerzo de otras investigaciones que se enlazarían con este, ineluctable, saber fragmentario obtenido en el estudio clínico de un caso en su exhaustividad. Octave Mannoni (1979) resalta que nos encontramos, en lo que se refiere al Hombre de las ratas, con la "historia de un caso, o bien como el texto que establece las bases primeras de una teoría de las neurosis obsesivas" (p. 88). Es decir, plantea que es el caso lo que sostiene la argumentación teórica. Para el caso del Hombre de los lobos, Freud (1917/2006) propone intercalar la exposición histórica de un padecimiento con la de un procedimiento terapéutico. No se plantea convencer con la presentación de este caso a los que repelen su práctica analítica o desconfían de ella: "Lo único que se espera es aportar algo nuevo a investigadores que por sus propias experiencias con enfermos ya se hayan procurado convencimientos" (p. 14). En esta línea de pensamiento se diría que sólo la propia y singular experiencia de cada analista y de cada análisis produce convicción. Y es a este tipo de analistas que hacen investigación en función de su quehacer clínico a los que Freud considera dirigirse con la publicación de este caso. La investigación urdida en torno a este caso contará con la colaboración investigativa del propio sujeto "en la reconstrucción de su propio caso" diría Anna Freud (1983, p. 13). Situación que animaría a interrogarnos acerca de la posible posición de investigador del sujeto en la experiencia analítica, en su acuciante demanda de saber y entenderse, abriendo con la palabra los diferentes tramos de su propia historia subjetiva.

Con la publicación de su escrito, Schreber (2003) se entrega al "juicio de los especialistas como objeto de observación" (p. 348), así como entregaría su cadáver para que lo diseccionen y estudien minuciosamente haciéndole, desde su parecer, un gran favor a la ciencia. Freud no diseccionará el cuerpo de Schreber sino su discurso textual. La disección indagatoria que emprende es la de una afección psicótica donde se delata y relata lo que en la neurosis se oculta tenazmente. Los sujetos que padecen psicosis paranoica no cuentan con las censuras que vigilan aun durante el sueño la movilización inconsciente del deseo y "ohnedies nur sagen, was sie sagen wollen" (Freud, 1911-1913/ 1999, p. 240), de todos modos sólo dicen lo que quieren decir ¿Será que en la paranoia se dice lo que se quiere sin el menor asomo de vacilación, resistencia, duda? Las revelaciones testimoniales de Schreber, producto según él, de las revelaciones privilegiadas de orden divino, permiten a Freud posicionar al yo en el ámbito del poder pleno del narcisismo, entre la disgregación pulsional del autoerotismo y las investiduras libidinales de objeto. Para Freud el narcisismo será la categoría medular en su abordaje de la psicosis. Lo encuentra exacerbado en el discurso de alguien que ya de por sí ha ocupado un sitio de poder judicial como presidente del Superior Tribunal de Sajonia. El doctor en jurisprudencia declara: "todo lo que sucede está referido a mi" (Schreber, 2003, p. 265). Es el discurso del sujeto, en la composición estructural misma de sus elementos, como lo indica Lacan (1955-56/1990), "lo que debe orientar nuestra investigación" (p. 94). Es decir, lo que importaría es la manera en que este narcisismo se vierte o convierte en discurso.

El concepto de narcisismo es igualmente clave en la teoría freudiana para entender y explicar la génesis de la homosexualidad masculina. Y ambos elementos, narcisismo y homosexualidad, son los que se ponen en juego para que Freud señale que las variantes de paranoia provienen de contradecir lo que denomina como una "Zumutung" (Freud, 1911-13/1999, p. 299), exigencia, acorde con un deseo homosexual. Es la cuestión a investigar ¿Cómo en la paranoia donde lo inconsciente se hace "jugar a cielo abierto" (Lacan, 1955-56/1990, p. 89) se presentan contradicciones y negaciones a una especie de demanda exacerbada? Es decir, en lo inconsciente, en cuyo sistema precisamente no caben la contradicción ni la negación (Freud, 1915b/2006), aparece un yo provisto de recursos defensivos sumamente enérgicos y gramaticales, como señala Lacan (1955-56/1990). Los cuales marcan las condiciones discursivas de los delirios fundamentales (persecución, celotipia, erotomanía). Es la paranoia de Schreber lo que podría llevar a señalar que el inconsciente tendría su propio lenguaje: "lenguaje de los nervios, del cual un hombre sano no tiene consciencia" (Schreber, 2003, p. 82). El lenguaje de los nervios dice literalmente lo que quiere decir, sin ambigüedades ni dobles sentidos. Es decir, investigando, haciendo "el análisis del discurso del psicótico" (Lacan, 1955-56/1990, p. 53), Freud problematiza la conceptualización del inconsciente, y haciendo legible el delirio, a través del texto de Schreber, abre espacio para "un intento de instalar un intercambio posible" (Corian y Pisani, 2020, p. 58) entre el sujeto y los otros. La investigación en el campo de la psicosis entonces conduce a Freud a proponer la función-reparación del delirio. El camino de este síntoma es el de la "reconstrucción" (Freud, 1923-24/2006, p. 157) de los vínculos del sujeto con el mundo social. Freud sigue las vicisitudes de este discurso que tiene dos vuelcos significativos: el vuelco en escritura y, bajo el título de Memorias, el vuelco en texto en edición impresa bajo la responsabilidad del mismo autor. Es una investigación que recorre la trama escritural de un discurso que parece abrirse al Otro o donde el Otro se abre plenamente sin ambiguedades. Respecto a esta trama escritural, como lo indica Lacan (1955-56/1990), habría que preguntarnos, como eje indagatorio, cómo es que ciertas palabras, "adquirieron para el sujeto ese peso tan particular" (p. 84). ¿Finalmente no sería este factor del peso específico, de la densidad y del carácter reticular de una palabra, en la composición de un discurso, una senda promisoria de investigación en psicoanálisis?

La senda literaria

El discurso literario se inmiscuye en el discurso onírico desde que Freud (1900/2006) tropieza con la cultura que brindaría material para interpretar los sueños de muertes de personas queridas. La cultura mediante la literatura le suministra un referente para entender e interpretar el drama trágico del deseo. El creador de este tipo de drama ha creado una fuente, su propia fuente y material, para los sueños considerados como "típicos" (p. 258) ¿Ha sabido, entonces, interpretar al deseo como fuente tanto de la producción onírica como de la artística? Si la interpretación es arte implica que su incidencia encuentra en el arte, en una actividad artística como la literatura, su participación simbolizante. Freud (1899/2006) ya proponía la elaboración ingeniosa que tendríamos de modo inadvertido de recuerdos encubridores haciendo un montaje de fantasías que se apoyaban en los deslizamientos de las palabras: "muy a menudo crea uno inconscientemente tales cosas, como una creación literaria, por así decir" (p. 309). La fantasía encuentra en las expresiones discursivas la escenificación del cumplimiento de deseos. Puede ejercer ella misma una interpretación de los recuerdos y ajustarlos a dicho cumplimiento. La interpretación es algo que habría que situar del lado del creador imaginario, del artista, del novelista o poeta, como antes del lado del relator del sueño.

Freud (1911/2006) consigue idealizar, heroificar, la labor artística interpretativa del poeta. El cual se alejaría como cualquier sujeto neurótico del mundo externo insatisfactorio, del mundo que se opone a su deseo, para volcarse en el universo de la fantasía que lo complace en sus apetencias eróticas y narcisistas. Pero retorna al mundo exterior, al mundo de los otros que naufragan en el mundo que no reconoce ni valida su deseo ofreciéndoles, presentándoles un escenario alternativo, compensatorio, que corresponde a la interpretación del cumplimiento de sus anhelos. Propios y ajenos. Es el vaivén simbólico del artista que hace de la insatisfacción el fermento de su acto creativo. El artista pasa a erigirse en diseñador de "un nuevo tipo de realidades efectivas que los hombres reconocen como copias valiosas de la realidad objetiva" (p. 229). Estas realidades hechas de discurso producen efecto en quienes las reciben a través de la lectura. Desenvuelve un imaginario escénico donde los otros encuentran posiciones identificatorias, personificaciones de idealización narcisista. En lugar de jugar como una criatura el artista de la escritura promueve la plasmación narrativa de las fantasías convergentes del yo y el otro. En realidad, tiene mucho de lúdico la elaboración de su narrativa, pero en eso lúdico el literato nos involucra al ahorrarnos la carga de los diques anímicos: "Acaso contribuya en no menor medida a este resultado que el poeta nos habilite para gozar en lo sucesivo, sin remordimiento ni vergüenza algunos, de nuestras propias fantasías" (Freud, 1907-08/2006, p. 135). En este trayecto el poeta juega el papel del seductor que, como lo advierte Freud (1905/2006), sabe aprovechar la condición perversa polimórfica de lo infantil que brota de la disposición pulsional. Es decir, a través de su discurso, con sus palabras libres de la coerción de la censura, el poeta nos da ocasión de placer. Incluso más acá de esta liberación de placer, el discurso del literato brinda el espacio inusitado, sorprende, con rincones de nuestro ser que desconocíamos. Como lo dice D. Brun (2015): "Pensamos en las novelas, en el artista cuya obra, en tanto parte de él, se inscribe en la vida de todos estos otros, que apropiándose de su trabajo van a resonar a su manera al mensaje que allí descubren" (p. 139). El reto del investigador es descubrir cómo compone el artista, con diversas partes de su subjetividad, esta condición mensaje de su obra y cómo se inscribe y resuena en las subjetividades de los otros.

El primer ejercicio de investigación prolija en torno al discurso literario es el texto de W. Jensen, El delirio y los sueños en la Gradiva. Freud (1906-07/2006) detecta que los poetas serían verdaderos aliados del psicoanálisis al constatar que sueños y delirios brindan manantiales de sentido. Dos problemas de investigación se pueden avizorar, Freud lo indica, respecto al discurso poético. Explorar las diferentes creaciones de un mismo autor ¿Qué cuestión reaparece o es recurrente en el discurso de un artista? ¿Cómo se detecta en su discurso interpretativo la insistencia en tal cual temática o problemática, como la insistencia de un significante diría Lacan (1955-56/1990)? Dentro de la diversidad discursiva se podrían indicar e identificar cruces o puntos de anudamiento. En la otra vía investigativa lo que unifica la diversidad de abordajes literarios sería un tema convocante: "recopilar y cotejar todos los ejemplos de empleo de los sueños que pudieran hallarse en las obras de diversos autores" (p. 9). Es decir, es una apuesta de descubrimiento de cómo un autor sin advertirlo conscientemente plasma en la variedad de su trama discursiva una pregunta que lo asedia. O bien, de qué manera diversos artistas se enlazan haciendo gravitar en sus discursos cuestiones que los encauzan. Lo que se anuda son los distintos relatos de un autor o los diferentes autores en torno a situaciones problemáticas. Las dos problemáticas de investigación en la ruta de lo literario se inscriben en la urdimbre simbólica del lazo entre lo idéntico y lo diferente. Evidentemente aludimos no sólo a la "identidad en la diferencia" (Lacan, 1953-54/ 1981, p. 351), sino también a la diferencia en la identidad. En la gama diversa de trabajo literario de un autor se puede rastrear una misma cuestión que reaparece, que insiste. Lo idéntico se dispersa y se diferencia en su plasmación y revelación. Y encontramos temáticas que reclaman una diversidad en su trama escritural, diferencias de tratamiento y abordaje.

En nuestra travesía investigativa disponemos de dos incursiones de discernimiento literario. Hicimos un abordaje investigativo (Orozco, 2008) del registro de seriación amorosa, de plasmación repetitiva de lo idéntico, en varias novelas de Gabriel García Márquez. Y del segundo camino investigativo podría ser referente nuestra tesis doctoral (Orozco, 1999). Varios autores fueron invocados y convocados para abordar la apuesta de transformación subjetiva donde el yo de la modernidad pretende, haciendo oficio de amo, que siendo otro se le abrirían las puertas del goce. Lo que queda claro es que los poetas., al igual que los neuróticos están provistos de cierto saber en relación a su propio malestar. Algo saben del sentido al que apuntan sus quejas, reclamos y demandas. Pero en virtud de ese saber, de esa minucia de saber, en los literatos, se hace un discurso colectivo, un discurso que puede hacer disfrutar a otros, al socavar mediante su arte interpretativo las resistencias anímicas del asco, la vergüenza, la moralidad, la compasión ¿Argucia elusiva o corrosiva del yo censurador que resulta instrumento creativo? Sin embargo, el sondeo de un discurso textual permite advertir que el autor no es enteramente dueño de lo que escribe. Algo parecido a lo que le sucede al sujeto que en el proceso analítico está lejos de advertir la resonancia de ciertas palabras en la apertura de su decir. En la producción literaria es indispensable tomar en consideración el suplemento de elaboración secundaria. El cual es uno de los factores que inciden en la fabricación del sueño. Intervención de sello narcisista en la medida en que intenta darle forma y perspectiva de unidad de sentido legible a lo que proviene de lo inconsciente.

El texto de Jensen presenta sueños que permitirían la ilustración de un trabajo de traducción. Así es como Freud entiende de facto el quehacer interpretativo. Incluso para el caso de un sistema delirante. El arte de traducir no es equivalente a la idea de hacer que lo oculto-latente se devele paso a paso. Es una mutación discursiva, otro modo de plasmar una experiencia, otra manera de hacer escuchar un discurso. Una versión paralela. Este texto permite a Freud retomar la cuestión de la extraña confluencia entre "tratamiento y exploración del delirio" (p. 19). En este caso no se procura tratar terapéuticamente a nadie en sentido estricto, pero se está intentando explorar a dónde apuntan los delirios y sueños en su posible traslape, más allá de lo que el autor deliberadamente se proponga. Es decir, que habría un inevitable malentendido entre lo que pretenden un autor o autores y lo que encuentran en sus textos los lectores. La traducción que hagan estos no es correlativa de la traducción que haga un escritor de su pensar o fantasear llevado al texto. Pero toda traducción posee algo de traición como Freud (1984) lo advertía también cuando se dirige de modo punzante hacia su biógrafo Fritz Wittels, en una misiva del 15 de julio de 1924. Tanto el oficio de biógrafo como el de traductor exige ser "escrupuloso" (p. 311) en el manejo de los hechos y los discursos. En la traducción, desde luego, de hechos a palabras, de ideas a palabras y de éstas a escritura. En este sentido se han llegado a presentar posturas drásticas. La traducción de pensamiento a palabra produce un impacto des-individualizante y mortífero:

Tan pronto nuestro pensamiento encuentra palabras, deja de ser íntimo y profundamente serio. Allí donde empieza a existir para otros, cesa de vivir en nosotros mismos, al igual que el hijo se separa de su madre cuando entra en su existencia propia. (Schopenhauer, 2003, p. 212).

Las palabras posibilitan nuestra existencia fuera, separada, de nuestra constelación narcisista del pensar, en la medida en que establecen la apertura hacia la alteridad. La palabra hace que tenga vida y enlace social el pensamiento. La enunciación de la palabra, su sonoridad, hace que el pensar resulte otra cosa. Algo parecido propone Goethe (1991) al plantear la traducción de la palabra verbal en palabra escrita: "Muere ya en los puntos de la pluma la palabra, y cera y papel álzanse con el señorío" (p. 792). La traducción interpretativa, de pensamiento a palabra y de palabra a escritura, entonces traicionaría, siguiendo esta línea de pensamiento, igualmente la vida. Cuando se trata más bien de la construcción de otra vida y de otra realidad. El escrito, no obstante, fija la palabra, hace de su chispazo efímero, trascendencia y perennidad. Desde luego, las técnicas de grabación y videograbación de voz han venido favoreciendo esta condición de permanencia y fijación simbólica. Las palabras verbalizadas ahora se conservan en cintas magnetofónicas que cuando se muestran pueden dar una impresión de vida, incluso bajo un trasfondo de muerte. Catherine Saladin (2003) recurrió a esta herramienta para emprender la praxis del testimonio de personas que vivieron crudamente la experiencia de los campos de concentración, invocando y convocando: "la dimensión de la palabra, del relato, por el hecho de hablar ante una cámara o un micrófono, como difícil y salutífera" (p. 18). Las palabras se interpretan a sí mismas, se traducen unas con otras, remiten unas a otras, mutándose las significaciones. Esa sería la realidad efectiva del discurso del artista de la palabra escrita. Una realidad nueva, de otro orden vitalmente creativo, como la que puede componer el psicótico en su señorío y fortaleza narcisista, pero sin encontrar la sanción simbólica del Otro.

La senda de los enredos del lenguaje

La investigación en torno al discurso literario, donde las palabras hilvanan sus propias traducciones, tropieza con la que se verifica en torno a los conceptos o en relación con el campo nocional. Los conceptos interrogan la experiencia y son interrogados por la experiencia. Para llegar a cincelarse como definiciones, Freud lo puntualiza (1915/2006), inevitablemente flexibles y provisionales, los conceptos deben desplegar "relaciones significativas" (p. 113) con el material de la experiencia; es decir, la materia discursiva. Las conceptualizaciones hacen enlace de comunidad de pensamiento y lenguaje, y no deben prestarse a contradicciones internas. Aunque el material de la experiencia clínica las expone a esa posibilidad de modo constante. Su papel instrumental es inherente al proceso investigativo: "Es preciso entender que no disecamos con un cuchillo, sino con conceptos. Los conceptos poseen su orden original de realidad. No surge de la experiencia humana, si así fuera estarían bien construidos. Las primeras denominaciones surgen de las palabras mismas, son instrumentos para delinear las cosas. Toda ciencia, entonces, permanece largo tiempo en la oscuridad, enredada en el lenguaje" (Lacan, 1953-54/1981, p. 12). Los conceptos son subsidiarios del lenguaje, de ese lenguaje que se propone delimitar y clarificar los hechos. No debe sorprender entonces que el primer concepto que Freud, en su argumentación de la perspectiva metapsicológica, se propone emplear de modo instrumental sea el de pulsión. No proviene propiamente de la experiencia humana. Esta enredado, este concepto pilar de la teoría psicoanalítica, al de una palabra que pretende, más que deslindar lo psíquico de lo corporal, plantear su anudamiento. El cuerpo traba y trabaja en el orden psíquico el imperio de la necesidad: "Freud hace la constatación experiencial de lo que cada uno de nosotros sin cesar efectúa: la carne nos impone sus necesidades a las cuales no podemos sustraernos ya que cada uno constantemente se encuentra preocupado por la alimentación, la excreción, la sexualidad, etc., necesidades que nos interpelan y que no podemos más que satisfacer. Son estas necesidades de la carne que Freud denomina pulsiones: oral anal, sexual, pero también expresiva, olfativa, visual, auditiva, táctil, ya que no podemos impedirnos expresar, sentir, mirar, escuchar, tocar, gustar" (Marie, 2022, p. 52). Es decir, diríamos que con este concepto se puede delinear la realidad humana, la humanización cultural y simbólica de la necesidad. Afirmar que somos interpelados por las necesidades es llevarlas al campo del lenguaje, dotarlas de lenguaje.

Este carácter herramienta del concepto hace que la investigación psicoanalítica pueda orientarse por la senda de la reformulación constante de sus alcances explicativos y esclarecedores. Debido a que por mucho tiempo se localizan a los conceptos enredados en el lenguaje, resulta sumamente indispensable explorar, saber, en qué discurso o bajo qué discurso se los detecta. Por ejemplo, podríamos interrogarnos qué hace que Freud (1932-36/1999) enrede la división del aparato psíquico en un discurso de distribución geográfica, de territorios, donde la provincia del yo tiene que enmascarar los "Gebote ubw das Es mit vbw Rationalisierungen" (p. 84), los mandamientos inconscientes del Ello con racionalizaciones preconscientes. Parece una contradicción en la definición misma del Ello como provincia de donde emergen las excitaciones pulsionales a las que no podemos escapar. Es una provincia donde no reina la moral. Entonces, si no reina la moral ¿cómo habría mandamientos, prédicas normativas, en un Ello que, al igual que el mundo exterior y el superyó, ejercen un poder propio de "Zwingherren", déspotas sobre un yo que presume frecuentemente voluntad de dominio narcisista de sí y de los otros? Es este tipo de cuestionamientos que hacen indispensable hacer investigación conceptual. Esta red de lenguaje que atraparía conceptos también podría pescar y pesquisar nociones: como la de amor, violencia, criminalidad, destino, cuerpo, masculinidad, feminidad, educación ¿Estas nociones participan de enredos discursivos que habría que indicar en su composición y, entonces, desenredar? La realidad humana siendo tejida por el lenguaje compromete la investigación analítica que "más bien deshilacha la trama de ese tejido" (Assoun, 1994, p. 38). Sobre todo, porque el lenguaje donde se entretejen estos conceptos en este texto de Freud es del campo de lo político. Podríamos emprender la deconstrucción, de esta "máquina de presuposiciones" (Derrida, 2010, p. 136), el deshilachado de ese tejido, que permite señalar que en el ello no sólo habitan pulsiones sino mandatos que parecen verterse como necesidades de la carne o necesidades corporales con estructura de órdenes imperiosas. Es decir, estaríamos enredando componentes del ello cono elementos característicos del superyó. Una manera de salirse de este atolladero epistémico, de esta especie de atopia, es señalar, como lo propone Lacan (1956-57/1994), siguiendo un poco a Freud, un ello dotado de rendimiento de energía. El cual para poder funcionar requiere una central (p. 46), un sistema que implica la puesta en operación del significante. El cual puede emitir con energía, o de modo enérgico, sus mandatos o mandamientos.

Las sendas del interés tras-disciplinario

Los campos de vinculación del psicoanálisis (Freud, 1913/2006) con otros ámbitos del saber permiten vislumbrar cuestiones para su desafío investigativo. Le interesa lo que pueda estar enredado, entramado, en el lenguaje. Incluido el lenguaje mismo. Le interesa lo que se preste al espectro mutable de la simbolización, lo que pueda ser atrapable por las redes del lenguaje. Sin el cual es impensable el psiquismo y con el cual se entiende la apertura y cierre a la otredad: "El lenguaje está en nosotros y nosotros estamos en el lenguaje. Estamos abiertos por el lenguaje, encerrados en el lenguaje, abiertos a los otros por el lenguaje (comunicación), cerrados a las ideas por el lenguaje. Abiertos al mundo y apartados del mundo por nuestro lenguaje: en conformidad con nuestro destino, estamos encerrados por lo que nos abre y abiertos por lo que nos encierra" (Morin, 2014, p. 42). Esa es la condición del lenguaje onírico: abre, al comunicarse a los otros, ideas que el lenguaje aprisiona, encierra y delimita. El sueño vivenciado de modo alucinatorio traduce o interpreta ideas aherrojadas por el lenguaje, pensamientos latentes dinamizados por el deseo inconsciente. Al contarse el sueño vivenciado se enreda en el lenguaje y, entonces, se altera y se abre a la alteridad, participa del juego de palabras, de la "multivocidad de diversos elementos del sueño" (Freud, 2013/2006, p. 180). Pero resultan equívocos en tanto se habla de ellos y con ellos, así como de las evocaciones que suscitan. Le concierne a Freud este interés por el lenguaje onírico por apelar a los símbolos que lo emparentan con narrativas ancestrales, con los mitos y los cuentos, las leyendas y los canticos. El lenguaje simbólico hace de la subjetividad producida en y por los relatos de sueños y mitos un acontecimiento de la cultura. Para Freud el inconsciente es un lenguaje que "habla más de un dialecto" (p. 180). Habla a través del cuerpo o pone a hablar el cuerpo en las contracciones y dolencias de la histeria, se expresa en el asedio cruento de pensamientos que amurallan al obsesivo, hace al psicótico "sospechar" de los otros que ostensiblemente pretenden dañarlo, perseguirlo o celarlo. El deseo inconsciente despliega estas variantes de expresión, así como implica modalidades de expresión por parte del sistema defensivo que se le opone.

Cuestiones filosóficas le pueden concernir al psicoanálisis en su apuesta y propuesta investigativa. Los postulados filosóficos forman su propia red discursiva. Aunque Freud se deslinde de la crítica del discurso, dándole interés primordial a "una psicografía de la personalidad" (p. 182) del soporte del mismo, no habría que desestimar la posibilidad del ejercicio de esta interrogación consistente y sistemática de la armazón de dicho discurso. Tomando en cuenta que la misma filosofía la pone en escena debatiendo y cuestionando los fundamentos epistemológicos y estructurales del saber psicoanalítico; así como algunas de sus posibles vertientes ideológicas. El lenguaje del psicoanálisis se encuentra en esta encrucijada de apertura/cierre, de debate con y frente a otros saberes. Puede cuestionar por ejemplo la supuesta consistencia de una postura o creencia ideológica, que implica un "fenómeno de modificación de valores que pueden ser estables en la formalización ideal" (Fedida, 2006, p. 35). Y si esa ideología llega a apoderarse de nosotros, como señala Žižek (1992), es en la medida en que se incrusta como poder en la infatuación, en la dimensión narcisista e imaginaria del engaño. El sujeto moviliza sus valores, sus apreciaciones éticas, en la medida en que el lenguaje del poder económico-político de la clase dominante, lo aliena e idealiza en la pretensión de creerse amo y señor de su destino social.

La biología que le interesa al psicoanálisis es aquella que enredada por el lenguaje hace que posean "significatividad" (Freud, 1913/2006, p. 183) el cuerpo y la sexualidad. Es decir, que se puedan historizar al constituirles en asuntos de discurso. De hecho, la sexualidad ejerce "violencia" (p. 184) sobre el cuerpo induciendo el conflicto pulsional entre lo sexual y el orden conservador e individualista del yo. La sexualidad descompone la unidad del imaginario corporal ante las demandas pulsionales emanadas desde diferentes manantiales erógenos. Así la biología, la condición corporal, desbordada y descompuesta por las pulsiones sería propiamente la que investigaría el psicoanálisis. Procesos como los de oposición o traslape masculino/femenino se encuentran atravesados por las investiduras libidinales y condicionan las identidades más allá del sexo anatómico y más cerca del género vehiculizado por el lenguaje y la cultura. Identidades que logran ejercer "un poder de reforma permanente sobre aquellas y aquellos que las sustentan, las reivindican o las critican" (Bourseul, 2016, p. 158). Provistos de la palabra los sujetos confieren significatividad a sus cuerpos y rediseños imaginario y/o simbólicos a sus configuraciones corporales. Del mismo modo los acontecimientos de la infancia y esta misma adquieren "significatividad" (Freud, 1913/2006, p. 187), porque perduran en otra memoria, en la memoria del lenguaje inconsciente, haciendo que toda evolución este siempre algo atrasada y algo trazada de experiencias que han comprometido deseos y fantasías. Así toda evolución es involutiva en tanto hace retornar a las demandas de amor anteriores y dejadas en suspenso. Investigar la infancia es indagar esta significatividad del acontecimiento, la manera en que ha condicionado o sesgado las búsquedas y los encuentros fraguados de vinculaciones con los otros. Si la historia subjetiva es esta superposición de evolución/involución entonces en cada criatura se emprende una involución de los padres, una "repetición" (p. 187), una verdadera reiteración de una petición de compensación narcisista emanada de los padres, una demanda de reparación de los agravios sufridos, a través de los hijos.

La relevancia de la historia se desliza, se transfiere, de la niñez a la comunidad para hacer que el psicoanálisis se proponga como "nuevo instrumento de investigación" (p. 187). Transferencia efectivamente del material de los saberes, es decir de su sustrato discursivo, que pasa de las formaciones inconscientes de sueños y síntomas a la formación mítica. La cual, intentando dar cuenta de los orígenes, enreda la religión, la ética y el derecho, en un lenguaje que hace proliferar más de una versión. Tomando como paradigma el sueño como procesamiento de un deseo insatisfecho, el mito activa la creencia de modo supremo. Sobre todo la creencia en la omnipotencia en principio de un gran Otro que ata el deseo de los seres humanos a su veleidosa o celosa voluntad de dominio. Todo retorno a los orígenes invocará pasajes míticos en la singularidad de cada historia. La investigación psicoanalítica se interesaría en este tipo de enredos míticos que sitúan la circunstancia humana desde sus orígenes, así como la serie de cuestiones que inscriben momentos originales y específicos en algunas culturas: "En nuestras manos está darnos cuenta de que se trata de los temas de la vida y la muerte, la existencia y la no existencia, muy especialmente el nacimiento, es decir, la aparición de lo que todavía no existe. Se trata por lo tanto de los temas vinculados, por una parte, con la existencia del propio sujeto y con los horizontes que le proporciona su existencia, y por otra parte, con el hecho de su sujeción a un sexo, su sexo natural. A esto se consagra la actividad mítica en el niño, como nos enseña nuestra experiencia" (Lacan, 1956-57/1994, p. 254). Lo que todavía no existe tiene existencia en el lenguaje, se inserta en la red del lenguaje, en esa "potencia sagrada" que es la de la producción de relaciones simbólicas en función del "instrumento significante" que se incrusta e interviene en la secuencia de las condiciones naturales. De esto modo las subvierte, las desnaturaliza. Esta incrustación e intervención del instrumento significante, esta implementación del significante permite el ejercicio de investigación en torno a la composición estructural de los mitos, y, desde luego, en relación con "su descomposición para ver cómo funciona su recomposición" (p. 255).

Del mismo modo, este instrumento significante que participa en la construcción de mitos tan atemporales (Lacan, 1956-57/1994) como lo es el inconsciente, arrastra a toda una comunidad, propicia enlaces sociales, que se constituyen, entonces, como motivo de interés investigativo en psicoanálisis. Si el síntoma neurótico se encuentra en las antípodas del lazo comunitario, su discurso en la experiencia analítica inevitablemente compromete lazos con los otros, lazos edípicos, vinculaciones con figuras de autoridad involucrando allí los enredos de las pasiones amor/odio, ambición, codicia, celos, venganza. Vinculaciones afectadas por deseos que en su calidad de inconscientes difícilmente encuentran palabras para decirse y contarse. La incidencia de lo social se introduce en el síntoma por la vía del discurso de una culpa que tiene su propia potencia sagrada en la medida en que puede remitir a los lazos religiosos. El discurso de las rivalidades y los celos, cultura incipiente del odio, introduce la presencia de un elemento tercero que bosqueja el sendero de lo social.

Las nociones que el psicoanálisis se dispone a indagar en su estatuto de objeto de estudio se articulan con la instrumentación de los enredos que provoca y promueve la dimensión de la palabra. Para Freud no se podría estudiar la criminalidad sin interrogar la modalidad de presencia o ausencia del discurso de la culpa, sin remitirnos a la cuestión de la ley y su sostén en la función simbólica del padre. Así como no se podría estudiar la noción de amor sin cuestionar y cotejar los vericuetos discursivos del amor imaginario bajo la alteridad narcisista con los que constituyen el amor analítico bajo las alteridades virulentas del conflicto edípico. En este sentido, la investigación psicoanalítica de lo social conmina a preguntarnos cómo es que la cultura ha hecho de la represión de lo pulsional un legado histórico de modo que ya se ha constituido en un verdadero "patrimonio heredado" (Freud, 1913/2006). La criatura no hace sino reactualizar este proceso, repetirlo, apoyándose en las contribuciones de la educación y las referencias a ideales ejemplares. Es decir, la educación y la prédica de los modelos a reproducir, fortalecen el discurso represivo propio de las demandas culturales, y se proponen enaltecer el yo de la docilidad social. Bajo ese incentivo deben quedar silenciadas no sólo las apetencias del deseo sexual sino también las del "saber sexual" (p. 191) ¿Es posible desde el psicoanálisis plantear para lo educativo una propuesta de educación que se deslinde del discurso de la reiteración de la represión y que cuestione las docilidades del sujeto ante la autoridad, no sólo educativa? Para Freud es factible si el educador se abstiene de imponer violencia a la violencia. Es decir, debe evitar someter las mociones pulsionales del niño, que son violentas al integrar apetencias crueles de apoderamiento de sí mismo y del otro, a una "sofocación violenta" (p. 191). Esta modalidad de intervención sobre las pulsiones no logra suprimirlas ni gobernarlas, pero sí puede condicionar la emergencia de síntomas en la medida en que se abre paso tanto la rebelión como la tentativa de liberación. Como ocurriría en un pueblo subyugado por un régimen autoritario. El educador puede, sin embargo, promover, más que la reedición de una severa represión, procesos de sublimación de las mociones pulsionales. Es decir, la investigación analítica en torno a estos procesos de desvío de meta pulsional podría auspiciar esclarecimientos a la labor pedagógica. Para lo cual es indispensable que el educador se disponga a "comprender nuestra propia infancia" (p. 191).

La comprensión para el psicoanálisis involucra, de este modo, el proceso de identificación con el otro (Freud, 1921/2006). Piedra angular de lo que conoce como empatía y que puede ser dique anímico ante las apetencias de crueldad dirigidas al otro. En este caso, para el responsable de la educación quizás se trate de un dilema entre de identificarse o des-identificarse con el otro en función de un análisis de las vicisitudes de su infancia. Las historias no tienen que repetirse a fortiori. Cada niño o niña representa una oportunidad, una posibilidad, para que las mociones pulsionales se encaucen por la vía de la creatividad y la socialidad placenteras. Este trabajo de reencauzamiento de las demandas pulsionales supone el reconocimiento de éstas, hablar de ellas con un educador capaz de escucharlas y entender su relevancia pero que también advierta lo perturbador de su goce. El educador no puede zafarse de su rol normativo. Sin embargo, puede, remarcando los límites de la ley y lo destructivo de sí y del otro, evitar imponer "la severidad inoportuna e ininteligente de la educación" (p. 192). Es en estas condiciones éticas que puede trazarse un destino sublimatorio de las pulsiones, un destino simbólico y de conexiones colectivas para los niños y las niñas, desde una educación apuntalada por el psicoanálisis. También para este tipo de condiciones y compromisos pedagógicos, la apuesta investigativa en psicoanálisis debe recurrir a las redes del lenguaje, al significante instrumental o herramienta del saber y la memoria. Es decir, se interrogaría sobre los discursos que colorean las pretensiones educativas y sobre los que aspiran a formar y forjar cierto tipo de subjetividades. En esta senda investigativa lo que se cuestiona predominantemente son estos discursos del yo que se enseñorea en el goce narcisista del poder político aplicado a la educación. En este horizonte de trabajo investigativo el psicoanálisis abre sendas esclarecedoras sobre las diversas y complejas construcciones discursivas que sostienen la estructura de las subjetividades.

La investigación en Freud transita de las experiencias singulares de relatos de sueños y síntomas a los discursos que tejen lazos de comunidad cultural. Su clínica pesquisa la simbología de ambos fenómenos que por ese hecho participan del mundo de la cultura. En la historia de la cultura el discurso onírico figura y resplandece como testimonio relevante de augurios y profecías. El síntoma neurótico no se puede entender sin la cultura, sin su injerencia en "la dañina sofocación de la vida sexual de los pueblos (o estratos) de cultura por obra de la moral sexual cultural que en ellos impera" (Freud, 1908, p. 166). Es indispensable indagar cómo impera o es imperiosa esta moral sexual por obra de ciertos discursos. Sobre todo, atendiendo a que esta sofocación tiene mayor alcance del que se pretende mediante la intervención normativa de la educación. La cual, en lugar de posibilitar mayor expansión y claridad en el campo del saber sexual, particularmente en el caso de las mujeres, logra propiciar una "total ignorancia" (p. 176). El discurso que se trata de sopesar en su composición estructural es el que impone la renuncia al deseo sexual y al saber sobre el deseo sexual. Es la cultura restrictiva o constrictiva de la subjetividad deseante. Pero también la cultura ofrece un caudal de símbolos a través de sus discursos en los campos de las ciencias de los mitos, el lenguaje, el folklore y las creencias religiosas. Son los campos de las "Geistenswissenschäften" (Freud, 1915-16/1999, p. 170), ciencias del espíritu, cuyo material se enlaza con el que sustenta el discurso de la narrativa de sueños y síntomas. Entrando en conexión con estas disciplinas, el psicoanálisis se encarga más de aportar que de recibir contribuciones a su saber. En efecto, es el psicoanálisis el que provee a estos campos disciplinarios "die technische Methoden und die Gesichtspunkte, los métodos técnicos y los puntos de vista" (p. 171), con cuya aplicación investigativa se pueden resolver "Rätsel", enigmas, propios de la condición social del ser humano. Y una de las aportaciones decisivas en esta aplicación indagatoria del psicoanálisis a otras disciplinas es el hecho de que el material simbólico pertenece a la dimensión inconsciente del psiquismo. El sujeto no sabe cómo emprende procesos de simbolización, cómo es que condensa y desplaza significaciones, en los discursos que lo vinculan con lo más enigmático de sus deseos y de su relaciones con los otros.


Referencias

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Acerca del autor

Mario Orozco Guzmán (orguzmo@yahoo.com.mx) es profesor investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo, coordinador del cuerpo académico consolidado “estudios sobre teoría y clínica psicoanalítica” miembro de los nab de maestría en estudios psicoanalíticos, doctorado interinstitucional en psicología y doctorado en estudios psicosociales (ORCID 0000-0001-5365-9966).



Recibido: 16/06/2022

Aceptado: 12/11/2022









Cómo citar este artículo

Orozco, M. (2023). Atravesando sendas de investigación freudiana. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 26(48). https://doi.org/10.33064/48crscsh3810











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