Industria del vestido y maquila en zonas rurales. El caso de dos localidades de Los Altos de Jalisco
Garment Industry and Maquila in Rural Areas. The Case of Two Towns in Los Altos de Jalisco
JUAN JOSÉ MORALES MÁRQUEZ
LIZETTE FLORES LARA
LUIS ENRIQUE ZAMORA VIVANCO
Universidad de Guadalajara, México
Resumen
En el presente trabajo se muestra el desarrollo de la industria del vestido en dos localidades rurales del estado de Jalisco. El objetivo es señalar la informalidad de este tipo de trabajo en esos lugares, donde los hogares funcionan como maquiladoras y los trabajadores de estos talleres laboran en condiciones precarias, sin salario base y con una total inexistencia de seguridad social, donde asumen ellos mismos algunos costos de producción como la compra de la maquinaria para poder trabajar y el pago de la electricidad para las máquinas. Además, prestan el espacio donde trabajan, guardan sus herramientas, y también sirve de almacén para guardar la mercancía que producen mientras pasan a recogerla los empresarios para quienes trabajan. Todas estas desventajas ayudan a subsidiar los costos de producción. Finalmente, contrario a lo que se puede pensar, estos empleos siguen siendo vigentes en el campo mexicano.
Palabras clave: maquiladora; trabajo; precariedad; informalidad; México
Abstract
This paper shows the development of the garment industry in two rural locations in the state of Jalisco. The objective is to point out the informality of this type of work in those places, where homes function as maquiladoras and the workers of these workshops work in precarious conditions, without basic salary and with a total lack of social security, where they assume some costs themselves of production such as the purchase of machinery to be able to work and the payment of electricity for the machines. In addition, they provide the space where they work, store their tools, and as well serve as a warehouse to store the merchandise they produce while the entrepreneurs for whom they work pick it up. All these disadvantages help subsidize production costs. Finally, contrary to what one might think, these jobs are still valid in the Mexican countryside.
Keywords: contracted factory; job; precariousness; informality; Mexico
En el presente trabajo se busca mostrar el desarrollo de la industria maquiladora del vestido en el campo en México, para ello se presenta un ejercicio comparativo de dos localidades rurales del estado de Jalisco, con el fin de analizar sus similitudes y diferencias en cuanto a su forma de trabajar, organización interna y la mano de obra que labora en ellas. Si bien es cierto que cuando pensamos en la maquila rural se imaginan escenarios parecidos, ellos tienden a diferenciarse en la medida en que el desarrollo de otras actividades representa un posible ingreso o trabajo para otros miembros del hogar. Lo que sí se repite en ellos es la sobreexplotación de la mano de obra femenina con dobles e incluso triples jornadas laborales, la informalidad en que laboran estos talleres y la gran explotación por el pago a destajo que se realiza por la tareas realizadas en el hogar, donde dicho sea de paso, el pago es por la tarea realizada en muchas ocasiones por todos los miembros del hogar y no por uno solo, por lo cual parece que se paga la totalidad de la mano de obra de la unidad doméstica cuando todos sus miembros trabajan en el taller maquilador.
Finalmente, se debe señalar que la comparación de las condiciones del funcionamiento de los talleres maquiladores de las localidades de estudio se realizó tomando como base el trabajo de campo llevado a cabo por los autores, entre los años de 2018 y 2021, así como por el conocimiento que tienen en el desarrollo tanto de la actividad de la industria del vestido en la región como por el estudio de la historia y el desarrollo de la región de Los Altos de Jalisco.
El desarrollo de las actividades secundarias y terciarias en el campo mexicano
El desarrollo actual del campo en México ha tenido fuertes transformaciones, derivadas principalmente de los cambios que se han dado en el sector. De esta manera, muchas localidades han dejado de depender exclusivamente de las labores agropecuarias y poco a poco se han desarrollado en ellas actividades tanto el sector industrial como del comercio y los servicios, dando con ello pauta para hablar de una nueva ruralidad, es decir, una nueva realidad en los estudios que se realizan sobre ese tipo de localidades (Arias, 1992; Arias y Wilson, 1997; y Morales, 2007).
En el presente trabajo se tocará el tema del desarrollo de la industria del vestido en dos localidades del estado de Jalisco, donde se buscará mostrar las similitudes y diferencias existentes en el desarrollo de los talleres maquiladores de dichos lugares, tratando de encontrar las similitudes y diferencias que existen en sus unidades de producción, a las cuales podríamos definir como talleres maquiladores formados, en la mayoría de las ocasiones, exclusivamente por las unidades domésticas que se ubican en dichos espacios.
Las localidades de estudio son zonas rurales, además de las cabeceras de los municipios de Zapotlanejo y Tepatitlán de Morelos. Al respecto se puede señalar que las dos localidades se ubican en la región de Los Altos de Jalisco, una de las zonas más dinámicas el estado; sobre ellas se han elaborado una gran cantidad de obras, las cuales dan pauta tanto del desarrollo en general como de las particularidades por municipio (Morales 2007; Fábregas, 1986 y 2012; Icazuriaga, 2002; López, 1999; Gutiérrez, 1991; entre otras muchas más obras), donde se abordan los cambios en sus modelos de desarrollo que dejaron atrás la dependencia única de la agricultura y desarrollaron en ellas actividades de los sectores secundario y terciario.
En cuanto a los cambios de los municipios en particular, también han existido diferentes trabajos que nos señalan esas transformaciones. De esa forma, autores como Cota (2004 y 2012), Arias (2001), Gutiérrez (2013) y Flores (2020), entre otros, han escrito sobre el crecimiento de la industria del vestido y la venta de ropa en Zapotlanejo, donde abordan tanto los orígenes de este tipo de industrias como sus características, su crecimiento y su estado actual en cuanto a producción y venta de ropa.
Por su parte, el municipio de Tepatitlán ha sido visto desde su cambio económico en cuanto al desarrollo de la industria agropecuaria con autores como Icazuriaga (2002), Morales (2001 y 2007), Fábregas (1986), Zamora (2017), entre otros; en estos y otros trabajos se ha puesto un énfasis en el desarrollo industrial en Tepatitlán, especialmente en el desarrollo de la industria avícola, al grado que hoy este municipio es el principal productor de huevo a nivel nacional y se ha desarrollado toda una industria alrededor de este producto. Sin embargo, al igual que otras localidades alteñas, tiene también una industria del vestido como parte de su historia, ya que hasta los años cincuenta del siglo pasado la ropa que ahí se vestía en buena medida era confeccionada y cosida por personas de estos lugares, quienes recibían los cortes de tela y hacían la ropa de acuerdo a los gustos y necesidades de sus clientes e incluso, en el caso de Tepatitlán, los sacos de pastura eran usados como tela para la ropa; con el paso del tiempo, la compra de ropa fue cambiando a consumir aquella producida industrialmente, porque salía más económica y era de buena calidad.
Asimismo, en casi toda la región existió el tejido de punto de cruz, que fue muy explotado para la realización de enseres del hogar y prendas usadas por las personas, como pañuelos, paños en general, pañoletas, servilletas, capas, etc. Esta forma de costura y tejido todavía persiste en muchas localidades y es apreciada no solo por los habitantes de la región, sino incluso por comerciantes externos, quienes acuden a comprar esos productos o a encargar la hechura específica de ciertos modelos.
La industria del vestido y su desarrollo
Los estudios sobre la industria del vestido, en toda su cadena productiva, revelan que esta se caracteriza por tener salarios bajos, largas jornadas laborales y condiciones deficientes en cuanto a sus instalaciones, además, y como posible resultado de tales circunstancias, una alta rotación de los trabajadores. Sin mencionar que el reparto de utilidades es una prestación prácticamente inexistente en esta industria (Martínez et al., 2005, pág. 288). Además, en los estudios realizados en América Latina, se evidencia que esta industria representa un escenario laboral históricamente feminizado, edificado sobre una división sexual del trabajo en la que las mujeres se han ocupado de las actividades relacionadas a la confección de prendas de vestir, es decir, el último y más precarizado eslabón de la cadena productiva (Barrancos, 2007; Ullivarri, 2009). De acuerdo con el discurso de la flexibilización laboral, se justifica la incorporación de prácticas ventajosas en materia de empleabilidad, donde se busca conseguir el máximo beneficio con el mínimo costo, a expensas de esquemas de producción que resultan precarios y que reproducen modelos productivos tan remotos como la propia industria textil y del vestido.
Así, se imponen modelos de empleabilidad que evolucionan de acuerdo con las condiciones socioeconómicas del contexto. Entre estos esquemas productivos se encuentra el trabajo a domicilio, sobre el cual el Convenio 177 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), referente al Trabajo a Domicilio del año 1996, refiere que es el trabajo que una persona realiza: (I) en su domicilio o en otros locales que escoja, distintos de los locales de trabajo del empleador; (II) a cambio de una remuneración; (III) con el fin de elaborar un producto o prestar un servicio conforme a las especificaciones del empleador, independientemente de quién proporcione el equipo, los materiales u otros elementos utilizados para ello, a menos que esa persona tenga el grado de autonomía y de independencia económica necesario para ser considerada como trabajador independiente en virtud de la legislación nacional o de decisiones judiciales (OIT, 2000).
Autores como Rossignotti (2001) señala que, si bien esta forma de trabajo puede identificarse como un modo de producción con características específicas, el trabajador a domicilio tiene múltiples identidades laborales en términos de su relación de subordinación/dependencia, lo que conlleva consecuencias tanto en las estrategias como en las políticas organizativas, lo que supone la necesidad de establecer una distinción clara entre el trabajo a domicilio subordinado y dependiente de un empleador, y el trabajo en el domicilio independiente, realizado por personas que trabajan en el mismo lugar en el que viven.
El término “taller doméstico maquilador” será empleado específicamente al hablar de los talleres ubicados dentro de casas habitación, en los hogares de las familias maquiladoras -llamadas así por su forma de organización y producción-. Estos talleres son externos a las fábricas y suelen realizar actividades muy específicas del proceso de producción. Por otro lado, al hablar del término “maquila” es conveniente, de acuerdo con Alonso (2004, pág. 15), hacer una diferenciación entre la maquila de las empresas trasnacionales, que instalan sus plantas productivas en países en desarrollo y la maquila domiciliaria, que responde a la implantación del llamado Putting-out System o trabajo a domicilio.
En ese sentido, el término “maquila doméstica” no resulta erróneo para nombrar dicha modalidad de trabajo, puesto que no estamos frente a formas de “producción de artículos de consumo ni de trabajo artesanal, lo cual abarcaría a todos los pasos de la producción” (Benería, 1992, p. 86-87). En palabras de Alonso (1988):
la maquila domiciliaria no es un simple remanente del pasado. Es una vieja forma de producción, pero revitalizada por los mayoristas (los empresarios-comerciantes, en nuestra terminología) a costa de la explotación intensiva de los trabajadores, en su mayoría mujeres. (p. 523)
No es de extrañar, tal como visualizó Alonso (1988) que dadas las características del trabajo en el hogar, como la clandestinidad, el fenómeno de los talleres de confección textil no sea un asunto “minoritario, puesto que la relevancia de estos no suele denotarse dada su invisibilidad en los censos y estadísticas oficiales puesto que la gran mayoría de dichos talleres son clandestinos” (p. 518), y es que dado su carácter oculto, se vuelve incierto tanto el número de personas o la cantidad de talleres que tienen vínculos con las empresas a las que prestan servicio (Alonso, 1988), por lo que son, en su mayoría, actividades volátiles en cuanto a personal y el tipo de espacio en que se instalan.
La historia de la industria del vestido en las localidades de estudio
Como ya se ha señalado, la industria del vestido se encuentra presente en las dos localidades tanto Zapotlanejo, donde su principal actividad económica es la costura y la venta de ropa, como Tepatitlán, en donde la actividad avícola tiene la mayor importancia económica. Durante la primera mitad del siglo XX la actividad de la confección se realizaba principalmente por hombres, los llamados sastres, estaban en buen número, principalmente en la cabecera municipal donde trabajaban confeccionando y cosiendo la ropa que les encargaban los habitantes del municipio y otras localidades cercanas. Es importante señalar que dicha actividad era vista principalmente como un oficio que, si bien muchos diseños eran parecidos o iguales, ello se debía a que se elaboraban prendas conforme se iban solicitando por la población, por lo cual las cuestiones de la moda o la fabricación de tipo industrial en realidad no existían. Igualmente, la tecnología utilizada era principalmente con máquinas de coser activadas mediante un pedal, donde los movimientos continuos de las piernas activaban el mecanismo de la aguja de coser de la máquina.
Para los años setenta del siglo XX, en la ciudad de Guadalajara comenzó una campaña de mayor regularización de los talleres productores de ropa, los cuales funcionaban en su mayoría en alta informalidad económica, lo que era viable ya que muchas de sus actividades no requerían de instalaciones especiales, por lo cual muchos talleres eran espacios improvisados y acondicionados como talleres, ya sea grandes bodegas o incluso casas particulares, donde muchos trabajadores trabajaban a destajo, sin prestaciones sociales y en una gran informalidad. Sobre ello, es importante señalar que no solo era un modelo productivo aplicado por pequeñas o medianas empresas, sino que también era, en muchas ocasiones, utilizado por las grandes empresas del ramo del vestido como una forma de maquilar cierta parte del proceso y así bajar sus costos de producción.
La presión del gobierno por formalizar dichas empresas y obligarlas a pagar impuestos, además de formalizar las condiciones laborales de sus trabajadores para que fueran inscritos al seguro social o que pagaran impuestos por sus salarios entre otras; también se tenían fuertes demandas de parte de las centrales obreras, las cuales pugnaban por sindicalizar a un número mayor de trabajadores y recibir más cuotas sindicales y tener a un mayor número de empresas controladas sindicalmente, terminaron por hacer que muchos dueños de talleres de la industria del vestido buscaran fuera de la ciudad la oportunidad de seguir produciendo en la informalidad. Dando por resultado que varias localidades de fuera de la ciudad de Guadalajara se vieran beneficiadas con ello, como fue el caso de Zapotlanejo.
Una vez ubicados en el municipio, los talleres primero se establecieron en la cabecera municipal y fueron creciendo en la medida en que la actividad comenzó a ser también retomada por los habitantes, quienes comenzaron a tener un ingreso y una actividad que era realizada a lo largo de todo el año y no solamente de forma estacional como la agricultura o con escasos ingresos como la ganadería.
Serían las mujeres quienes, al comenzar a trabajar en los talleres, poco a poco fueron convirtiéndose en dueñas de sus propios talleres, vía en un primer momento la maquila de ropa y en la medida en que se profesionalizaban fueron creando marcas propias y producciones que ya ellas colocaban en las tiendas de ropa que comenzaron a crear para la venta de sus productos o para intermediarios que acudían a comprarlos.
Actualmente la mayoría de los talleres o industrias del vestido en la localidad se pueden catalogar como pequeños y en menor medida como medianos; sin embargo, como se ha venido señalando, dicho sector industrial continúa haciendo un uso alto de la maquila informal en talleres informales, los cuales ahora se encuentran tanto en la cabecera municipal de Zapotlanejo como en las rancherías cercanas a la localidad.
Sobre este caso en particular, se debe señalar que en la medida en que la producción de ropa se fue masificando y estandarizando, el oficio de los sastres se fue extinguiendo pues su trabajo resultaba más caro y sus tiempos de producción más largos, por lo cual los pocos que subsistieron hacían trabajos muy específicos para clientes especiales, en muchos casos pudientes en el aspecto económico.
Para el caso de Tepatitlán, la industria del vestido se desarrolló principalmente en la confección de colchas, sábanas y edredones para cama, sobre ello se puede señalar que un peso importante lo tenían los arreglos con que se acompañaban dichos productos, los cuales eran en muchas ocasiones realizados de forma manual a través de los tejidos de punto, actividad que se realizaba en muchas de las poblaciones alteñas por las mujeres desde hace muchas generaciones, como ya se apuntó.
La confección de la ropa no era el fuerte de la localidad; sin embargo, previo a la producción masiva de la misma, en muchos hogares funcionó la auto-costura en el hogar como una forma de producción, al igual que algunos sastres quienes también realizaban dichos trabajos de confección y cosido de ropa.
En la medida que dicha producción fue industrializándose, los talleres del vestido fueron desapareciendo al grado que solo muy pocos subsisten con esa producción; sin embargo, surgió como actividad de la industria del vestido la maquila, tanto de ropa como de tapetes o manteles. En este caso, la maquila es realizada esencialmente por mujeres, quienes la consideran como una extensión de sus actividades domésticas relativas al género.
Si bien en el siglo pasado había varios talleres en la cabecera municipal, hoy en día su número en esta localidad ha disminuido, no así el total de talleres ubicados en las rancherías o delegaciones de la localidad, como Pegueros.
Actualmente los talleres del vestido que subsisten en el municipio lo hacen en plena dependencia de la maquila que llevan a realizar empresarios del ramo provenientes de otras localidades, principalmente de la ciudad de Guadalajara.
Los talleres maquiladores y sus espacios de trabajo
En cuanto a los espacios donde se encuentran y cómo funcionan los talleres maquiladores de la industria del vestido en las localidades de estudio, se puede señalar lo siguiente: en ambos casos se analizaron talleres de las cabeceras municipales y de localidades de menor tamaño; en todos los casos, los talleres funcionaban en espacios ubicados dentro de los hogares de los propietarios de los talleres, con servicios públicos como luz eléctrica, agua y alcantarillado y se contaban con vías de comunicación en buen estado en todos los casos, por lo cual el acceso a todas las localidades es relativamente rápido y sin problemas.
En cuanto a la maquinaria utilizada, en todos los casos se encontró máquinas de coser eléctricas e incluso en algunos casos maquinaria para ciertas tareas especiales como remachar o costuras especiales. Si bien en ocasiones se mencionó por parte de los trabajadores del taller que al inicio se utilizó maquinaria usada, ahora la adquisición de máquinas nuevas había sido el común denominador, más cuando las tiendas, conociendo la importancia de la costura en estas localidades y sabiendo que trabajan de forma continua, les ofrecen facilidades para la compra de sus herramientas de trabajo.
Por otra parte, la luz eléctrica les permitió modernizar sus máquinas y ampliar los tiempos dedicados al trabajo, al no depender de la luz del sol para trabajar, puesto que por las noches pueden dedicar un tiempo importante a las labores del vestido, ya cuando la familia está descansando y no tienen que realizar tareas del hogar en el caso de las mujeres y también pueden “ayudar” los hombres.
En cuanto a los espacios dedicados a la producción de la maquila, en los casos de los talleres ubicados en las cabeceras municipales fue más evidente el contar con un cuarto exclusivo para el almacenamiento de la materia prima y las prendas acabadas, además de la existencia en el mismo cuarto de una o dos máquinas. Generalmente el espacio se encuentra en buenas condiciones, con bóveda en el techo, ventilado, y no cuentan con puerta, como línea divisoria se utiliza una colcha o sabana, pues la familia reconoce el sitio como un lugar de trabajo y no de juegos o para realizar bromas, pues conocen la importancia de ser ordenados y limpios con el trabajo.
En los talleres ubicados en las otras localidades era común el destinar un espacio del mejor cuarto de la casa para almacenar la materia prima y los productos terminados, la máquina de trabajo se ubicaba en un espacio con buena ventilación, cuando se trabajaba en las cuestiones propias de la maquila era común que se invadieran otros espacios de la casa como el comedor, la sala e incluso en ocasiones las camas, todo teniendo como base la actividad principal que era la costura; por su parte, a la hora de la comida o de la cena se desocupaba el comedor para que cumpliera con su función de sitio para comer; también por la tarde se dejaba libre para que los niños hicieran sus tareas de la escuela. La sala solo era desocupada cuando se veía la televisión, lo cual en ocasiones se podía hacer mientras se trabajaba en las labores de la confección.
Sin embargo, una de las cuestiones más evidentes es que el espacio dedicado al taller siempre era el más limpio, con buenas condiciones en las tomas de electricidad y se trataba siempre de mantenerlo en las mejores condiciones posibles, tanto al momento de trabajar como una vez terminadas las tareas propias de la maquila, cuando generalmente era limpiado y ordenado antes de irse a descansar.
Las condiciones laborales en los talleres maquiladores
Las condiciones laborales se pueden considerar como malas en todos los sentidos y en todos los casos, ya que se trata de una actividad completamente informal, donde no existe ningún contrato laboral entre el empresario, o intermediario, que lleva la materia prima y los trabajadores de la maquila donde se confecciona y cose la ropa.
En ese sentido, en ningún taller se señaló que existiera un salario mínimo para los trabajadores, sino que se pagaba por tareas o unidades realizadas y el salario obtenido era un equivalente a un ingreso pagado a destajo, es decir, depende del trabajo realizado lo que los trabajadores pueden ganar. Una cuestión importante es que en ocasiones pueden ser apurados por sus patrones para que laboren más rápido, en especial en las épocas de navidad, que es cuando más ropa se vende; no obstante, señalan que para ellos es difícil tener un control real del proceso de producción por el tipo de salario obtenido por pieza realizada. Por lo cual señalan que suelen aprovechar los picos de producción para ganar más y aumentar sus salarios.
La única prestación que existe son los préstamos que se pueden tener entre los empresario o intermediarios y los maquileros, los cuales no son una regla, pero sí existen en casos urgentes y por motivos que el prestamista valora como válidos; sin embargo, debe apuntarse que dichos préstamos son cantidades no muy grandes y que son generalmente descontados de los pagos que deberían hacer a los maquileros o sirven como adelantos para algún a trabajo a futuro.
La seguridad o atención médica corre por cuenta de los trabajadores del taller de maquila, aun cuando sea una enfermedad derivada del trabajo. Y lo relativo a la búsqueda de manejo de alguna caja de ahorros o la búsqueda de capital para alguna obra, lo realizan mediante la organización de tandas o rifas entre ellos y otros miembros de su comunidad (dichas tandas o rifas hacen referencia a que cada cierto tiempo las personas tienen que entregar una cantidad de dinero y de forma rotativa se va entregando a cada uno de ellos).
A pesar de la precariedad que se puede notar en el empleo, en muchos casos el mismo representa una actividad con ingresos relativamente seguros a lo largo del año, lo cual lo vuelve diferente a los simples ingresos provenientes de la actividad agrícola, los cuales en muchas ocasiones son estacionales.
La mano de obra de los talleres maquiladores
En lo que se refiere a la mano de obra que trabaja en esos talleres de maquila, se encontraron ciertas diferencias que tienen que ver principalmente con el lugar donde se asientan los talleres y las oportunidades de trabajo que ofrecen dichas localidades para los distintos miembros del hogar; por lo tanto, el desarrollo económico y la especialización en la producción de ciertos bienes sí constituyó un factor para analizar la incorporación de los miembros del hogar al trabajo de la maquila.
En ese sentido, se debe señalar el caso de Zapotlanejo donde, como se señaló, la principal actividad económica es la industria del vestido, y donde las mujeres eran las responsables de los talleres, quienes hacían los tratos con los intermediarios y la principal mano de obra en el taller de maquila. En este caso, también era común que los niños apoyaran con actividades simples dentro del taller, como ayudar a cortar los hilos sueltos que quedaban en la ropa, limpiar los espacios u otras actividades que las mujeres consideraban que podían realizar sin riesgo para ellos y sin que se pusiera en duda el control de la calidad de la elaboración del producto. Por su parte, los varones también se integraban, primero en la categoría de ayudantes, pues era común que tuvieran empleos en actividades tales como la albañilería o en la elaboración de ladrillos para la construcción; empero, al ser actividades donde no se contaba con un trabajo seguro a lo largo del año, era común que ciertas temporadas “ayudaran” en el taller, trabajo por lo cual cobraban un salario personal, que no necesariamente se aportaba en su totalidad al hogar. No obstante, a pesar de que dicha incorporación se volvía más común, en el discurso de los hombres se trataba de restar importancia a ello, pues consideraban a esta actividad como esencialmente femenina que ponía en entredicho su masculinidad ante otros hombres, por realizar tareas femeninas.
En el caso de los talleres ubicados en Tepatitlán, la mano de obra que trabaja en los talleres presenta ciertas diferencias derivadas de factores económicos estructurales. Al respecto, es la avicultura y las actividades que le rodean la principal actividad económica, además de la existencia de otras industrias en la localidad, la cual también es un pequeño centro distribuidor de servicios para la región alteña, por lo cual las ofertas laborales tienden a ser más amplias. En ese sentido, se puede apuntar lo siguiente: la mujer también es la principal mano de obra en los talleres de maquila del vestido, donde también son las responsables y encargadas directas del taller y su funcionamiento.
Los niños por su parte eran menos incorporados a las actividades laborales de los talleres, si bien realizaban tareas parecidas a las hechas por lo menores en Zapotlanejo, sí le dedicaban menos cantidad de tiempo. En el caso de los hombres, era más común que contaran con un trabajo en ocasiones en actividades formales o que estuvieran al tanto de actividades agrícolas, como el cuidado de las parcelas y las siembras, además de otras relativas a cuestiones de la crianza de animales como la ganadería, dichas actividades igual podían ser como empleado de otra personas, pero lo importante es que sí le generaba ingresos, que igual le hacían poco atractiva la participación en las actividades del taller maquilador pues contaban con ingresos bien definidos.
Uso del tiempo y jornadas laborales en los talleres maquiladores
En lo que se refiere al tiempo dedicado al trabajo de la unidad maquiladora, también se encontraron diferencias importantes que tenían razón de ser en dos cuestiones diferentes: una el ciclo reproductivo en que se encontraba la familia principal de la que dependía el taller de maquila, y la otra los espacios donde se ubican los talleres.
Era común que las labores del taller comenzaran a media mañana o al medio día, por ejemplo, las mujeres se levantaban, preparaban el desayuno a los hijos para que fueran a la escuela o el marido a trabajar, una vez realizado esto recogían la casa y mientras preparaban la comida era común trabajar dos horas hasta volver a pasar por los hijos a la escuela, a quienes se les ayudaba después de comer con sus tareas y se volvían a utilizar entre tres y cuatro horas por la tarde para la costura, las cuales eran interrumpidas por la hora de la cena, después de lo cual había un descanso y se acostaba a los hijos para volver al trabajo alrededor de dos horas por la noche.
Por el contrario, en los hogares donde no había niños pequeños era común que se dedicaran hasta cuatro horas seguidas para el trabajo de maquila por parte de las mujeres entre la mañana y el medio día. Lo cual era interrumpido para preparar y servir los alimentos de la comida. Una vez realizada esta actividad se descansaba una hora y se volvían a dedicar hasta cuatro o cinco horas seguidas a la maquila, mientras que en la noche ya no se trabajaba en ella.
Se encontró que las mujeres que tenían talleres fuera de la cabecera municipal, además de la maquila en ocasiones también trabajaban en actividades relativas a la alimentación de animales de crianza de corral como gallinas, cerdos e incluso ganado, aparte de que, en ocasiones, apoyaban en ciertas actividades agrícolas.
En el caso de los hombres que laboraban en los talleres, se debe señalar que sus jornadas laborales tendían a ser más homogéneas en cuanto a los horarios en que trabajaban en el taller, ya sea realizando la mitad de la jornada por la mañana y la otra por la tarde o en ocasiones casi de forma seguida, solo interrumpiéndola para tomar las comidas y un descanso.
Conclusiones
Del análisis de los casos abordados se desprenden varias conclusiones importantes para el estudio del desarrollo actual de la industria del vestido. De esta forma, es evidente cómo la maquila en el hogar continúa teniendo un papel importante en este tipo de industria, ya que ello le permite a los productores o empresarios del ramo mantener una cadena de producción sin haber realizado una inversión en cuanto a compra de maquinaria, el mantenimiento de un espacio de trabajo e incluso por no pagar el espacio para almacenar tanto las materias primas como el producto terminado; todo lo anterior corre por cuenta de los propietarios de los talleres maquiladores, quienes también pagan de su bolsillo los servicios técnicos para mantener sus máquinas en buen estado, así como la energía eléctrica que se necesita tanto para hacer funcionar las máquinas de costura, para tener una luz adecuada en el espacio de trabajo, tener un clima o temperatura adecuados para poder trabajar.
Obviamente, todo ello causa una merma al salario que se paga, el cual de por sí tiende a ser bajo, al pagarse no por el tiempo de trabajo invertido sino por la habilidad del empleado para terminar rápido y bien su trabajo; asimismo, debe considerarse que en muchas ocasiones no es solo uno, sino varios miembros de la unidad doméstica quienes trabajan en la maquila, lo cual hace más precario el pago, pues debería dividirse entre todos aquellos que participan en el trabajo.
No es de extrañar entonces que la informalidad y la precariedad laboral que se vive en dichos talleres termine por subsidiar el costo de producción de los empresarios de la industria del vestido, quienes se aprovechan de dichas ventajas para aumentar sus ganancias y poder seguir siendo competitivos con los precios de sus productos.
Finalmente, se puede señalar que mientras persistan condiciones como la falta de oportunidades para tener un empleo formal, la falta de una política de desarrollo incluyente, la carencia de una regulación del trabajo y la existencia de un gran sector económico informal, entre otras condiciones, la maquila de la industria del vestido, así como otras manifestaciones de un trabajo domiciliario maquilador con grandes tintes de informalidad, seguirán existiendo no solo en las áreas rurales, sino también en las periferias o barrios de las ciudades.
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Acerca de los autores y la autora
Juan José Morales Márquez (morales_juan@yahoo.com) es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (México) en el año 2006. Actualmente es Profesor Investigador Titular del Departamento de Estudios Socio Urbanos de la Universidad de Guadalajara (México). Contribución al artículo: conceptualización y validación (ORCID 0000-0002-2962-0807).
Lizette Flores Lara (lizette@iteso.mx) es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara (México). Tiene maestría en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (México) en el año 2018, y es licenciada en Sociología por la Universidad de Guadalajara (México) desde el año 2011. Contribución al artículo: curación de contenidos y datos, e investigación sobre Zapotlanejo.
Luís Enrique Zamora Vivanco (vivanco.henri@gmail.com) es egresado de la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara (México). Es licenciado en Sociología por la Universidad de Guadalajara (México). Contribución al artículo: curación de contenidos y datos, e investigación sobre Tepatitlán.
Recibido: 26/05/2022
Aceptado: 27/06/2022
Cómo citar este artículo
Morales, J. J., Flores, L. y Zamora, L. E. (2022). Industria del vestido y maquila en zonas rurales. El caso de dos localidades de Los Altos de Jalisco. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 26(47). https://doi.org/10.33064/47crscsh3732
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