España en el imaginario chileno-árabe: personas, lugares, tiempos, sentires


Spain in the Chilean - Arabian Imaginary: People, Places, Times, Feelings




ROSA-ISABEL MARTÍNEZ LILLO

MIGUEL ÁNGEL LUCENA ROMERO

Universidad de Málaga, España




Resumen

En este artículo damos a conocer la imagen de España en cinco de los escritores chilenos de origen árabe más relevantes: Benedicto Chuaqui, Emilio Mohor, Mahfud Massís, Olga Lolas y Matías Rafide. Dicha imagen, en muchas ocasiones percibida al trasluz del imaginario, aun siendo variopinta y multifacética, guarda un vínculo muy estrecho con la realidad andalusí en tres de los cinco autores: historia y geografía —lugares y tiempos— de un pasado que deja sus huellas indelebles en los autores de origen árabes. Desde la mirada esencialmente objetiva para con sus personas o pueblos que la habitan, del pionero Benedicto Chuaqui, hasta el sentir conformado a partir de reminiscencias poéticas halladas acaso en las entrañas del alma de Mahfud Massís, España y los españoles, lo hispano, en definitiva, ocupa un lugar crucial en todos ellos.

Palabras clave: Literatura chilena; literatura del Mahyar; emigración; España y los españoles; Alándalus desde América.




Abstract

In this article we present the image of Spain in five of the most relevant Chilean writers of Arab origin: Benedicto Chuaqui, Emilio Mohor, Mahfud Massís, Olga Lolas and Matías Rafide. This image, on many occasions sifted through the light of the imaginary, even though it is colorful and multifaceted, has a very close link with Andalusi reality in three of the five authors: history and geography —places and times— of a past that leaves its traces indelible in authors of Arab origin. From the essentially objective look towards its people or peoples that inhabit it, of the pioneer Benedicto Chuaqui, to the feeling formed from poetic reminiscences perhaps found in the bowels of the soul of Mahfud Massís, Spain and the Spaniards, the Hispanic element in short, occupies a crucial place in all of them.

Keywords: Chilean literature; Mahyar literature; emigration; Spain and spaniards; Alándalus from America.









Toda familia libanesa o siria tiene, allende los mares, en América, un miembro. Yo también tenía parte de los míos esparcidos en tierra americana. Y un día me dije: ¡A la mar!
George Saadi.

Hablar de la imagen de España, o de la España imaginada, a través de la mirada de los “transplantados”, esto es, los chilenos de origen árabe, los chilenos descendientes de árabes, supone varias y numerosas consideraciones previas que el estudioso habrá de tener en cuenta en todo momento. Por una parte, el hecho de la emigración en sí -con todas sus connotaciones no solo históricas sino también sociológicas; en nuestro caso aquella que, desde el Levante árabe (el Sham o Gran Siria) emigra al Nuevo Mundo; tema este que no hace sino ampliarse en acercamientos desde diversas disciplinas y espacialidades. Por otra parte, el imaginario ya constituido o conformado de los árabes para con España a partir de la mirada a Alándalus, esto es, la realidad espacio-temporal y cultural de la Península Ibérica desde el 711 al 1492, también llamada erróneamente —pues comprendía las actuales España y Portugal— la España musulmana. Sin embargo, no es éste el lugar para abordar tal tema en profundidad, ni nuestro cometido ahora. España, a diferentes niveles y dependiendo de las diversas miradas, va a mantener un vínculo, latente o patente, con la Alándalus perdida, con ese proyecto que, en definitiva y desde la perspectiva árabo-islámica, no terminó de consumarse, no culminó.

Ahondado más en el primer punto, si bien en ciertos ámbitos de estudio se considera el hecho de la emigración a América desde el referido Levante árabe como un todo, todo conformado por datos, fechas, números y nombres —de más o menos pronta identificación con su original árabe (lo que actualmente correspondería a Siria, Líbano, Jordania, Israel/Palestina), lo cierto es que conforme se va investigando y conociendo se llega a la convicción de que se trata de una realidad enormemente variopinta, plural, heterogénea. Si a dicha realidad el investigador suma el testimonio humano, la vivencia personal de los propios actores, las personas, el panorama acaso se complique –pues requiere ampliarse, abrirse a nuevos datos y elementos a tener en cuenta-pero, desde el punto de vista sociológico en esencia, se enriquece; acaso ciertos testimonios vividos y narrados por los mismos descendientes de emigrantes árabes no se adecúen a lo esperado o esperable, pero, en definitiva es el resultado de lo vivido, lo experimentado.

En cuanto al segundo asunto, el del imaginario árabe con respecto a Alándalus, no podemos obviarlo, máxime entre los literatos e intelectuales. Inevitable casi resultará que el emigrante árabe porte ese sentimiento de haber sido exiliado, expatriado de su tierra, ora a la manera del último omeya, Abderramán, que tras salir de Damasco se asentará en la Península, ora a la manera del último nazarí, Boabdil, expatriado de la misma, cerrando la puerta a Alándalus. Imaginario siempre presente, de una manera u otra, al que se suma, en varios ámbitos profesionales y lugares de América Latina, el vínculo casi directo entre Alándalus y la Andalucía de hoy.

En nuestro caso nos centraremos en la emigración árabe que se asienta en Chile, esa cuasi-isla (Mihovilović, 2018) separada por la Cordillera y el Pacífico, y concretamente en la mirada de los escritores desde la llamada Generación del 27, formada por autores nacidos entre 1890 y 1904, hasta aquellos que nacen entre 1950 y 1964.

En cuanto a la metodología utilizada, esta deriva de dos fuentes: en primer lugar, las entrevistas y encuentros con los propios autores —Matías Rafide, Olga Lolas, Mahfud Massís— o con sus parientes y allegados —Benedicto Chuaqui—, y, por otra parte, el acceso directo a sus obras literarias y todo el material escrito al respecto —la prensa principalmente— atesorado en un gran número en el Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile.

La hipótesis principal, siguiendo la teoría del profesor Al-Daqqaq (1973, pp. 9–10) sería que, en estos autores de origen árabe, España —ya sea en su noción actual o bien remitiendo a su pasado en tanto que Alándalus— guarda un lugar especial y en ocasiones se conforma en tanto que vínculo con el lugar de procedencia: el oriente árabe. Dicha tesis no hace sino corroborarse una y otra vez, y desde diversos ámbitos, y viene siendo enarbolada desde el hispanismo árabe (Makki, 1970), como desde el arabismo español (Martínez Montávez, 2011); nuestro aporte aquí y ahora se centraría en la visión no solo de Alándalus sino de la España contemporánea y los españoles, y concretamente a partir de la mirada de autores chilenos, prácticamente desconocidos en España (Martínez Lillo, 2009; 2013; 2018).

En cuanto a los objetivos, en fin, nuestro cometido y deseo se bifurcan: plantear el tema del acercamiento a España como puente entre ambas, o las tres orillas— Chile/España/Oriente árabe— y, lo que consideramos fundamental y obligado, esto es, rescatar del olvido a los autores traídos a colación que merecen, en diferentes grados acaso, pero tanto desde allá como desde acá, todo reconocimiento literario y social.

La emigración árabe en América

Como umbral al caso concreto chileno necesario resulta ubicarlo en el proceso general de la emigración. Esclarecedoras son, en este sentido, las palabras del historiador argentino Alberto Tasso:

Los estudiosos de las migraciones suelen distinguir los factores de expulsión y los de atracción. Los factores de expulsión son el conjunto de circunstancias que en el lugar de origen estimulan a la gente a partir buscando un nuevo horizonte. Estos factores son sociales, y el hecho de que finalmente una familia se disponga a migrar, no reduce la emigración a un proceso solamente personal. Cuando las decisiones de abandonar el lugar de nacimiento se multiplican, cuando muchas personas suscriben el propósito de hacer la vida en otro sitio, hay sin duda causas sociales operando y explicando esas decisiones. (1989, p. 39)

Siendo motivo de estudio nuevamente la realidad del Levante árabe bajo el mandato turco-otomano —por lo que son llamados “turcos”, ya que viajaban con pasaporte turco— durante la época, finales del S. XIX y principios del XX, baste indicar, y desde una perspectiva muy generalizadora, la desigualdad social entre musulmanes y cristianos, la hambruna acaecida tras la Gran Guerra y los deseos, en último caso, de forjarse una vida mejor y dar una educación superior a los descendientes. No obstante, y siempre generalizando, la mayoría de los emigrantes, de confesión cristiana ortodoxa o maronita casi en su totalidad, pertenecerá a una clase social media, con algún bagaje cultural y, sobre todo, una capacidad enorme de esfuerzo y un gran tesón y entereza ante las posibles adversidades.

Respecto a la contribución cultural, y concretamente literaria, de tal emigración cabe mencionar, por ejemplo, que uno de los grupos literarios árabes más relevantes será precisamente el formado por autores emigrantes en la ciudad de Nueva York: la llamada Liga Literaria fundada en dicha ciudad el año 1920 por Gibrán Jalil Gibrán (1883-1931) cuya obra titulada El Profeta es de reconocida fama.

Si bien, reiteramos, tal hecho de la emigración será polifacético, heterogéneo y sumamente variado, la característica común será la solidaridad entre ellos, el referido tesón, así como el sentimiento que albergó en lo más recóndito de su corazón este emigrante árabe: la nostalgia y la esperanza —acaso quimérica— de volver un día a su tierra. En la producción literaria esto se hace realmente patente; incluso desde el punto de vista lingüístico no sería osado hablar del término “hanin” (“nostalgia”) como término por excelencia que denota y connota este sentimiento del emigrante. Partiendo del Levante, y tras haber surcado el Mediterráneo y el Atlántico, los puntos de llegada principales serán: Brasil (Río de Janeiro), Argentina (Buenos Aires) y México (Veracruz). Comienza entonces la búsqueda del lugar de asentamiento: por lo general, el emigrante, que suele llegar con algún familiar, tiene alguno ya asentado en América, algún amigo o conocido en cuya casa se instala. Una vez instalado, comienza el periplo del trabajo, por una parte, y de aprendizaje de la nueva lengua. Desde la nada, comienza el emigrante, ahora migrante —como suelen denominar en América—, a forjarse un futuro dedicándose a la venta ambulante, extendiendo un tapete en la calle —que se convertirá en comercio, después en empresa— y abriéndose a otra cultura, a otra sociedad, a otras gentes y tipos de vida (para más información véanse Macías, 1995; Murad, 1977 y Al-Na‘ūrī, 1977).

El caso de Chile

A modo de introducción y aunque podrían ser varios los documentos que lo atestiguan, sirva la siguiente vivencia para adentrarnos en la realidad chilena:

Invierno de 1903. Un palestino llegaba a San Felipe. Tenía 23 años. Venía solo. Su compañero de andanza se quedó en Santiago. Era el único palestino en el pueblo. Sabía unas palabras en español y con ellas como único bagaje ingresó a una cultura, bien otra a la de su pueblo de costumbres milenarias: Beit Jala, a unas escasas millas de Jerusalén. Luego de unos meses de incursiones, no con la mochila, no, sino con un canasto de “cosa tenda”, le cupo en suerte dar con San Felipe. El encantamiento fue inmediato [...] (Lolas, p. 13)

Se trata de Abraham Lolas Sabaj, esposo de Julia Nazrala Abedrapo, y padre de diez hijos. El emigrante árabe que se instala en tierras chilenas será, por lo general, de origen palestino, de confesión cristiano ortodoxa —aunque posteriormente muchos se harán al catolicismo para “empatizar” más con la sociedad de acogida— y de un nivel cultural que va desde el ínfimo, ínfimo/medio hasta el medio/alto y alto. Los emigrantes, en su gran mayoría, se subían a las naves ignorando cuál sería el punto de llegada, así como las escalas en las que atracarían durante la larga, muy larga trayectoria, única realidad conocida (Cánovas, 2011, Agar, 2009, Chahuán, 1983).

En el ámbito literario, la figura más egregia es la del sirio en origen Benedicto Chuaqui (1895-1970), verdadero pionero de la comunidad árabe en Santiago. Además de centrarnos en su significativa y personal aportación, traeremos a colación la de otros literatos como son: Matías Rafide (1929-2020), Olga Lolas (1927), Emilio Mohor (1920-2002) y Mahfud Massís (1916-1920).

Autores y miradas

Benedicto Chuaqui (1895-1970): personas

Nacido en la aldea siria de Homs, Chuaqui llega a América siendo todavía casi un niño y en compañía de sus abuelos y otros parientes cercanos. Tras cruzar la Cordillera a mula, se instalan en Santiago, donde la familia se dedica a la venta ambulante. Después del fallecimiento de su abuelo, el jovencísimo Chuaqui, con un tesón y esfuerzo encomiables, instala su propio negocio hasta llegar a conformar, junto con un socio de origen árabe, la prestigiosa firma Sharquis y Chuaqui, que ya desde los inicios logra atraer las miradas de los viandantes por el centro de la capital chilena.

Además de su dedicación al comercio —textil principalmente— que le lleva a recorrer el país de norte a sur y, así, conocer sus gentes, psicologías y hábitos sociales, Chuaqui no cejará en su empeño de educar, divulgar la cultura y, del mismo modo, dar a conocer la civilización árabe en Chile intentando acabar con muchos prejuicios para con los “turcos”.

De tal modo que el autor, padre de una familia de diez vástagos, es prototipo de hombre comprometido con la sociedad en todas sus dimensiones, desde la más puramente cultural y literaria —lo que atestigua su importante producción en este sentido— hasta la más pragmática —formó parte del Cuerpo de Bomberos de Santiago, voluntario en la época—. Los antecedentes biográficos de Chuaqui dan cuenta de la relevancia de su dimensión literaria: su participación en asociaciones de escritores, y en instituciones árabes como el Instituto Chileno Árabe de Cultura. Llama la atención su obra Dos razas tanto por sus refranes, como por su estudio comparado de paremiología árabe-española.

Deteniéndonos en el tema de estudio, resulta interesante apreciar cómo el comerciante Chuaqui, ese que recorre el país tratando de vender y uno de los pioneros de la venta a crédito, no deja al margen su cualidad intuitiva para con los seres humanos, sino que, muy al contrario, la pone constantemente de manifiesto para ganarse a los posibles clientes. Cabe destacar el hecho de que, a la par de vender y comerciar, en sus libros Memorias de un emigrante (1942) y la segunda parte Imágenes y confidencias (1945) realiza un cuadro psicológico de los españoles sumamente minucioso.

Veamos algunos ejemplos. En primer lugar, y como llamada de atención a la diversidad de orígenes, apunta en uno de sus primeros periplos por el sur del país:

Como se sabe, en toda aquella región (Valdivia), predomina el elemento extranjero. Alemanes, principalmente, y luego vascos98, franceses, suizos y españoles, son los que manejan la tierra, el comercio y las industrias, con admirable habilidad. Sin embargo, era interesante constatar que, en aquel conglomerado de tan diversas características raciales, existía la mayor cordialidad y aprecio en las relaciones, tanto comerciales como sociales.

Mas, al menos observador, no se le podía escapar que todos esos activos extranjeros miraban con marcado desdén al chileno de ascendencia española, pura, o con mezcla de raza aborigen. No así al francés, alemán, suizo, etc., nacido en Chile, pero con un total de sangre europea. Lo curioso es que los chilenos parecían no apercibirse de esta actitud, o como si tácitamente reconocieran su inferioridad ante los europeos cuya superioridad económica y social era evidente, y, por esto último, para el recién llegado, su actitud de “macanudos” era bastante odiosa. (1945, pp. 158-159)

Si lo primero que constatamos es la división entre vascos y españoles, acaso debida al hecho del idioma que emplearan, la verdad es que posteriormente sí los aúna, con lo que consideramos que no es un dato a tener en cuenta. En segundo lugar, la actitud de los chilenos ante los españoles, comparativamente con el resto de los emigrantes; los españoles no son, a lo que parece, tan apreciados como otros ciudadanos de origen europeo. Sea como fuere, lo esencial ahora es resaltar la manera en que retrata a los seres humanos, sus comportamientos:

Por las noches se reunían en el comedor, alrededor de la mesa, todos los españoles salidos de los distintos rincones de España: gallegos, catalanes, vascos, andaluces, castellanos. Se trababan en las más ardientes discusiones. Comenzaban cordialmente, en son de broma, pero ésta iba subiendo de tono hasta el punto de enardecer los ánimos, convirtiéndose aquello en una especie de barricada. Las primeras veces que me tocó presenciar estas discusiones, temía a cada instante que aquello terminara a botellazos o trompadas. Pero nunca pasó nada. En el fondo, eran excelentes camaradas a quienes ligaba el vínculo común del recuerdo de la tierra. La comida era una verdadera función, en donde los espectadores que no teníamos cartas en el asunto, disfrutábamos de todas sus sabrosas incidencias. (1942, p. 128)

Aparte de llamar la atención el hecho de que ahora sí considere a los vascos españoles, como anunciábamos más arriba, es digno de destacar la capacidad que tiene para exponer, y dar a entender, los comportamientos de los españoles, especialmente cuando, reunidos alrededor de una mesa, comienzan aparentemente a litigar y terminan unidos por el recuerdo de la tierra.

Mas Chuaqui llega incluso a detallar por regiones, de modo que describirá a los vascos, de la siguiente manera:

Los trabajos de carpintería, pintura y enlucido, los tomó un maestro llamado Ignacio Viscarra, que comía en la misma pensión de doña Úrsula. Era un vasco cerrado y bruto, en apariencia, pero un excelente sujeto en el fondo. No obstante, la informalidad de los obreros chilenos, que con su famoso san lunes echaban a perder todos los plazos, el maestro se dio trazas en tal forma que me entregó el local en el tiempo estipulado. Mucho me costó entenderme con él, porque hablaba un castellano bastante peor que el mío, a pesar de que él estaba muchos años en Chile. Al observarle un día esta circunstancia, me respondió:

—“Muchos años Chile; castellano no aprender y vasco olvidar. (1942, pp. 140–141)

A los andaluces:

Maullín es uno de los pueblos del sur que más llamó mi atención por su animada vida comercial y por las bellezas naturales que lo rodean. Es un rincón del sur de Chile, donde parece que todo se aúna para hacer atrayente el panorama. Me di cuenta de que allí existía un ambiente de libertad en las ideas, que no había encontrado en otra parte. Había una peluquería con amplios sillones y espejos que era como el centro de atracción de toda la gente de calidad del pueblo. ¡Con que gusto me senté en uno de esos sillones, para entregar mi enmarañada barba al peluquero! Era éste un español, debía ser andaluz a juzgar por lo hablantín, pues no le paraba un segundo la boca, despotricando en contra de la religión y de sus prácticas. Se formaba con este motivo una animadísima tertulia en la que cada cual lanzaba sus opiniones apoyándolas con gordas interjecciones, que no producían enojo alguno. Por el contrario, servían de motivo para chistes bastante gruesos que eran celebrados, entre grandes carcajadas (1945, p. 254).

Y a los catalanes:

«El local estuvo desocupado cerca de dos meses, con grave detrimento de mis pequeñas ganancias, hasta que por fin se presentó a arrendarlo un joven catalán llamado Joaquín, de profesión peluquero. Era un mozo de trato simpatiquísimo, excelente charlador y con cierta cultura pintoresca, pues todo lo revolvía, y sus conocimientos eran más bien el producto de sus viajes y del trato con muchas gentes. Sus paisanos lo llamaban Quin, así a secas, y mientras cortaba el pelo o afeitaba la espesa maraña de los campesinos que llegaban allí en buen número, no cesaba un instante de conversar. Tenía una inteligencia muy viva, y así no le era difícil adaptarse a la modalidad de una clientela muy diversa.

Pronto nos hicimos buenos amigos. Era un hombre leal, cariñoso y buen camarada. Se esforzaba por enseñarme algunas picarescas coplas en catalán, y estábamos siempre de bromas. De vez en cuando solíamos ir al Centro Catalán103, y de allí, entusiasmados con algunas copas de buen vino, íbamos a pasar un rato a algunas casas no muy santas que digamos.

Recuerdo que en una de esas tardes de verano en que el sol convertía en horno nuestros locales, estábamos tomando el fresco a la sombra de un árbol que había junto a la acera. Su establecimiento se llamaba “Peluquería Barcelona” y el mío “Bazar Siglo XX”. Se me ocurrió decirle, leyendo su letrero:

—“Porquería Barcelona”.

Y él, sin titubear un instante, me repuso en el mismo tono de chanza:

—“Basural Siglo XX”.

¡Por supuesto que la broma no era muy fina, como se ve, pero su instantánea respuesta revela la agudeza de su imaginación meridional!

[...] Un día, muy triste para sus amigos, se apagó la sonrisa en sus labios, que siempre sabían decir palabras afectuosas, enmudeciendo para siempre (1942, p. 143-144).

De entre los cuales, destaca la historia relatada de manera particular sobre José Jost:

José Jost, era un catalán alto, ligeramente obeso, pero ágil de movimientos y de palabras, pues poseía una conversación muy amena y viva. Hombre de gran simpatía personal, me parece estarlo viendo con su tez blanca y sonrosada, a la cual deba una singular expresión la mirada de sus ojos pequeños y penetrantes, cuando hablaba de cualquier tema en un tono de convicción y de absoluta seguridad que, casi siempre, tenía la virtud de embrujar al más reacio y taimado de sus interlocutores [...]

¡Simpático truhan aquel! Gracioso. Liviano, muy inteligente y honorable, en cierto modo, ya que jamás abusó del ascendiente que ejercía sobre sus clientes [...]

Es posible que los novelistas y hombres de ciencia de Europa no supieran jamás de la existencia de José Jost, pero yo lo sentí como a un buen amigo. Su cordialidad, su viva inteligencia y su simpatía humana se quedaron en mi corazón, como una imagen amable y afectuosa a la que le debía momentos de noble ansiedad en mi anhelo de superación (1942, p. 156-158).

En conclusión, quizá lo más significativo sea la perspectiva eminentemente objetiva, a pesar de no encontrarse exenta de afecto como se puede comprobar, de Chuaqui a la hora de retratar a los españoles.

Matías Rafide (1929-2020) y Olga Lolas (1927): lugares

Ambos autores, que compaginaron la dedicación a la escritura con la enseñanza, van a referirse a parajes de España, a sus ciudades, y ambos van a contar con la experiencia española, pues a ella viajaron para terminar sus estudios en la entonces Universidad Central —hoy Universidad Complutense de Madrid—.

Centrándose el primero, Matías Rafide, en la realidad castellana, Olga Lolas, evocando el imaginario andalusí, tratará de vincular pasado y presente, Andalucía y Castilla.

Escuchemos pues cómo cantan a España:

Matías Rafide (1927-2020). Nacido en Curepto, y de origen palestino, Rafide demostrará desde niño sus habilidades literarias. Tras licenciarse en Pedagogía en castellano —que correspondería, más o menos, a nuestra Filología Española o Estudios Hispanos actuales—, sigue la carrera universitaria a la par que la creativa, cultivando el ensayo y la poesía. Viaja, como señalábamos, a España y se doctora en la mentada universidad tras haber estudiado, entre otros, con Carlos Bousoño.

De entre las regiones de la Península, hay una que atrae la mirada del poeta: Castilla, una Castilla caracterizada a partir de la ciudad símbolo de convivencia entre las tres culturas, la ciudad imperial de Toledo.

Así evoca Rafide la Toledo vivida:


Toledo es una torre encadenada,

sueño de ayer perenne en roca viva,

Águila prisionera de una oliva,

isla delfín, acacia enamorada.


Tajo de luz, cintura acongojada.


Arco celeste en noche fugitiva.

Ardiente sombra en agua sucesiva

escalando los puentes desolada.


La tarde se despeña caudalosa

entre los cigarrales. Hondo vuelo

adelgaza la nieve en la ribera.

Oh, soledad vencida por la espera,

pájaro desvelado que reposa

al fin, umbral inédito del cielo. (2005, p. 143)


Toledo y Tajo, entonces, de la recia Castilla, mas como inicio, puerta a lo celestial, a lo sublime.

Resulta interesante cómo el autor acude a esta realidad espacial; acaso la atracción que le supuso la mirada de los grandes escritores de la Generación del 98 español, que vieron en los campos de Castilla —¡los campos de Castilla de Antonio Machado! —el mejor símbolo, el símil más adecuado a la realidad del momento, fuera el detonante principal en su vivencia literaria hispana y española. Rafide, en verdad, vivió la experiencia española fundamentalmente en Castilla, en Madrid concretamente, tal y como nos comentó de viva voz.

Olga Lolas (1927). Nacida en la mentada aldea de San Felipe en el seno de una familia culta, de escritores y artistas, no pensamos osado afirmar que esta autora es prototipo de creadora, innovadora, tanto en el plano personal como en el propiamente artístico. Cursa, como también hemos visto en Rafide, Pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y se doctora —con más de un desencuentro académico con el mentado Carlos Bousoño— en la por entonces y ya aludida Universidad Central de Madrid. Viaja por España, y precisamente va a ser Andalucía —Córdoba, en concreto, con su Cristo de los Faroles— la región que más patentemente se le enraíza, aquella que le toca en las entrañas a la joven “trasplantada”, a esta chilena de origen palestino.

De vuelta en Chile, continúa compaginando sus labores básicamente académicas, como profesora de literatura, con aquellas literarias. En tanto que poetisa, destaca su temprana obra Soledad (Tarika Al-Kamar), publicada en 1943, diversos ensayos periodísticos publicados en periódicos sanfelipeños y un sinfín de poemas que nunca llegarán a reunirse en poemarios. De entre dichos poemas, insertamos el que consideramos más representativo de su visión de España, visión plasmada a partir de dos parajes principales: Castilla y Andalucía:


Yo no he llegado nunca

hasta el desierto

y sin embargo

vengo del “hasta”

del confín

sin nombre

donde el sol

se derrama

hasta alcanzar

los pies dormidos

de la Media Luna.


Yo vengo de la

pupila de un sueño

del fragor del

corazón reposando

en los aljibes

hondos, milenarias

penumbras donde

siguen pasando

y pasando

por mi sangre

las caravanas insomnes

del destino.


Hago sonar mi voz

y un golpe de luz

convoca los silencios

de los que vendrán

a cosechar la muerte

y su siembra de promesa

floreciendo.


Los ojos del espanto

partieron las piedras

y la pasajera sombra

del recuerdo se quedó

colgando de las ramas

de un árbol seco

mientras la sangre delirante

buscaba el seno de la tierra

donde ya la muerte

no tiene nombre

ni figura.


Sólo destino es su poder

terrible, sólo el grito

llegando a lo sin linde

despertando en pueblo

su florecer

de raíz

y de agua viva

para amparar

a los sedientos

respondiendo

a los mudos

ojos del amor

sin mengua

y a su nunca

consumada

palabra.


Aquí o allá

la arena ciega

por igual

no canta

no dice ni sabe

cuando los plazos

vencen o puede

el viento despertar

a los muertos.


Porque sólo

lo solo del que sufre

espera

el oasis final

la llaga verde.


Caminantes me llamo

caminantes somos

voy buscando

mi huella

por la arena

interrogando

a los ojos de los camellos

y sólo me abren la

ruta de los anchos cielos

a su carga

de sombras.


Mi padre y mi madre

son toda tierra

anduve por las manos de mi padre

y en los ojos de mi madre

creció la lejanía.


Estuvo mi sombra en los miradores de Granada

y el Cristo de los Faroles

me encontró en su noche.


Me surge de la bruma

desierto y camino

siempre el vivir

en trance

de esto o de lo otro

los confines desde mi ser aquí

de cumbre y nieve

persigo un no sé

qué...


Desconocido río

de mi herida abierta

y su oculto designio

me navegan los vientos, el azar,

el albur


Cerrar podrá mis ojos

Mientras alguien

un muecín lejano

pasa llorando entre las mudas

sombras de los viejos

muros...


Ya no distingo la nostalgia

mora de esta voz de Castilla

despidiendo

los desgarros sones

de un laúd

y la postrera sombra (Rafide, 1989, pp. 183-185)


Apreciamos, entonces, cómo en esta poetisa España es, básicamente, sinónimo de Castilla —a partir del famoso poema de Quevedo— y parajes andaluces: Córdoba y Granada. Lolas consigue, mediante un estilo innovador en su momento y una sensibilidad sin par, aunar ambas dimensiones: la castellana, sólida, enérgica, recia y en ocasiones reacia, y la andaluza, de ecos árabes, de magia ensoñadora, de mundo oníricos y exóticos pero siempre cercanos a la piel y al oído. Tanto la cantidad de arabismo que aparecen en su poema —aljibe, albur, azar— como la percepción del Tiempo en la cultura árabe, a partir de la vida en el desierto, son constantes vitales que vertebran el poema, poema, además, que visualmente podría muy bien representar el mapa chileno: una línea vertical casi infinita. Y es que la autora logra, con una capacidad poética sin par, aunar su espacio con aquel de la realidad a la que canta: España con tintes andaluces y andalusíes; España y Alándalus unidas de principio a fin, pues las dos ciudades aludidas, Córdoba y Granada, ¿no encarnan el principio y el fin de Alándalus?

Emilio Mohor (1920-2002): Tiempos

Nacido en Concepción, y también de origen palestino, Mohor es un característico ejemplo de poeta dedicado profesionalmente a otro ámbito que, en principio, no guarda vínculo directo con la literatura: la medicina; medicina que irá compaginando con su quehacer literario, tanto en la faceta más creativa como en la propiamente crítica. Desempeña, además, diversos cargos administrativos en el entorno de la comunidad de origen árabe como, entre otros, la dirección del Instituto Chileno-Árabe de Cultura.

En el campo literario, llama la atención la precocidad de sus cualidades, lo que se manifiesta en el poema que escribiera a la edad de quince años titulado “El Árabe”, publicado en el prestigioso diario Mundo Árabe el 28 de septiembre de 1935:


Sentado a la sombra, bajo una palmera,

El árabe triste contempla el paisaje,

Y entre dientes reza la oración sincera,

Mientras en lo alto murmura el follaje...


Sus ojos preñados de melancolía,

Tienen de los ciervos el mirar sombrío,

Estos se humedecen al caer el día,

Llorando su pena, igual como el río...


Construye el pasado de gloria i grandeza

Que ha pocos siglos asombrara al mundo,

Y en su inmensa pena y su honda tristeza

Añora el pasado con dolor profundo.


Todo lo ha perdido, la florida España,

llena de jazmines, nardos y claveles,

y en su afán perdido cantando se engaña,

pues a veces cree ver bellos bajeles...


Bajeles que dejan atrás la ribera

Del mar y llegan al monte que un día

El guerrero Tarik su nombre le diera,

dándole a esa tierra su melancolía...


Sufre en su delirio la ficción de un sueño,

Modela legiones de bravos guerreros

Que el mar cruzan en un loco ensueño,

Llegando a la Iberia en breves veleros...


Nómada versátil que pasas la vida

Soñando en la arena bajo un sol de fuego,

Participa en algo tu ilusión perdida

Conmigo; te veo aunque esté yo lejos...


Tu pena es mi pena, tu gloria la mía,

En mi alma de criollo se anida tu tierra,

Yo sigo tus pasos en tu fantasía,

A donde tú vayas, al mar o la sierra...


Por eso yo quiero que juntos vaguemos,

Por anchos senderos llevando la luz,

La luz de tu pueblo y siempre lo amemos,

Como amó el Peregrino que llevó la Cruz. (Mohor, 1935, p. 5)


Visión bastante tópica, realmente forjada en el imaginario sobre una Alándalus perdida, una Alándalus en tierras de Iberia como España ya conformada.

Y de entre todos sus poemas, destaca otro dedicado a su visión de España —como hemos apreciado sumamente onírica— en que el poeta viaja a los inicios de la llegada árabe, al mítico Táriq, quien dará nombre al estrecho de Gibraltar:


«Año de setecientos once...

Gritos de guerra sonaron

en las arenas de cobre: ¡Allah-u-Akbar!


Tarik dirige sus huestes

hacia la tierra cristiana.

Lleva los hombres más fuertes

que diera la noble Arabia.


Tarik garboso camina

por las arenas de Africa.

Trescientos recios varones

lleva consigo a la hazaña.


–¿Varones?– Digo leones,

que quieren tomar España.

Y doce mil berberiscos

que forman la retaguardia.


Por el cielo turquí corren

albores de la mañana,

los rayos del sol cabriolan

en el filo de las lanzas.


El mar ibérico espera

a los señores de Allah.

En bellas naves doradas

llegan a tierra cristiana.


El jefe ordena incendiar

los barcos de la jornada.

Hecho que siglos más tarde

Hernán Cortés imitara.


Don Rodrigo y visigodos

en la tierra jerezana...

El horizonte se enciende

con el fragor de las armas.


Tarik garboso camina

por las tierras de Granada.

Bermejo se torna el cielo

como corazón de grana,

los alfanjes refulgían

con las carnes destrozadas.


Polvillo fino de oro

ahogaba las gargantas.

Cimitarras y gumías,

rubí de sangre cristiana.


Al aclarar la mañana

Don Rodrigo agonizaba.

Tarik gravoso camina

por el jardín de Granada (Rafide, 1989, pp. 163-164).


En conclusión, el poema, más allá de la destreza poética desde el acercamiento formal, de métrica y rima, de Mohor, es el mejor ejemplo de una perspectiva histórica distorsionada: España no existía a la llegad de Táriq. En cualquier caso, y por asombroso que pueda resultar, tal visión sigue perdurando hasta nuestros días: la llamada España eterna, previa a los Reyes Católicos, es un lugar de encuentro de perspectivas que tergiversan la historia. En el caso del poeta chileno, somos de la opinión de que nada estaría más lejos del propósito del autor: abogamos por una visión exótica, seguramente traída de la mano de un tipo de orientalismo tardío que, tanto acá como allá, tuvo su momento crucial entre las esferas artísticas, eminentemente pictóricas y literarias.

El poeta chileno canta a la realidad de un Alándalus glorioso en principio, encomiable en su llegada y que mueve al llanto en su ocaso, el ocaso de la pérdida de Granada en unos momentos, el año de 1492, en que Boabdil lo perdió; el paraíso perdido, tan recurrente y que, para los poetas de origen palestino, llega a representar como ningún otro la experiencia del exilio, de la emigración.

Mahfud Massís (1916-1990): sentires

Seguramente sea Antonio —que posteriormente se cambiaría el nombre a Mahfud— Massís el poeta de mayor relevancia a nivel internacional y acaso el de mayor calidad literaria de entre todos los autores del estudio. Nacido en la norteña y marítima Iquique, de padre palestino y madre libanesa, Mahfud se dedicará de lleno a la labor literaria, que, como la mayoría de sus compañeros, compaginará con otros compromisos periodísticos y administrativos: director del Sindicato de Escritores (1945 y 1948), secretario de la Sociedad de Escritores de Chile (1955) y director de instituto Chileno-Árabe de Cultura, entre los más representativos.

Es Mahfud claro prototipo de hombre comprometido con su época, su sociedad y su literatura, lo que, además de numerosos reconocimientos y premios literarios, le valió el exilio en Caracas, donde cerrará los ojos para siempre. Con un riquísimo bagaje cultural y un no menos rico mundo literario, Massís se autodenomina el “doblemente exiliado”, exiliado de Palestina y, finalmente, también de su segunda tierra, Chile (para más información, véase El Attar, 2001).

En el caso de su percepción de España, resulta curioso constatar cómo se inscribe en un ámbito esencialmente íntimo, personal, más colindante con su mundo subjetivo, reflejándose, como he convenido en llamar, en sus “sentires”. En este sentido, así se asoma el poeta a la realidad española en su enigmático poemario titulado Leyendas del Cristo Negro:

XIX

Representábase el drama Sacro en el Gran país.

Y habíanse reunido los jorobados, y los mudos, y los tuertos, y los mansos de corazón de las naciones vecinas; y estaban los gentiles, y los adoradores de la religión de sus antepasados.

Y la turba quería ver cómo caía la sangre del Mesías de nuevo.

De Africa y de Asia y de América, y de las islas perdidas de los antiguos mares, habían venido los peregrinos a presenciar la matanza del Señor.

Y de España, La Oscura, llegaban los toreros, desgarrando sus trajes en los caminos.

Y Jesús habíase mezclado a la multitud, a los pescadores y mujeres del pecado, con ojos como arcanos de color violeta.

[...]

Y cerca de Jesús había un soldado llamado Longino, el cual debía romper el pecho del Crucificado. Más, habiendo clavado Jesús en él los ojos, estremecióse, y quedó derribado.

Ocurrido lo cual, escucháronse grandes voces, diciendo: ¡Echemos cenizas sobre nuestros cabellos! ¿Quién reemplazará a Longino en la ficción terrible? He ahí que un mal extraño ha caído sobre su corazón.

[...]

Alzóse, entonces, Jesús, y clamó ante la multitud reunida: ¿Quién que busca la verdad no rindió el espíritu?

Mas he aquí que la turba, habiéndose apercibido, comenzó a decir a gran voz: ¡Al asesino! Y mostraba a Jesús.

Y dijo Jesús: ¿No debía morir? Pues ya está muerto.

Hubo uno antaño que murió en la cruz, y fue objeto de burla y escarnio, mas acabó la hora de la mofa.

Pero el Actor fue grande aquella vez.

Y Jesús fue apedreado (1969, pp. 89-92).

La España de Massis, así, es una España de sentires, de sus propias sensaciones que el autor vivió, al menos en este ejemplo, en una dimensión esencialmente espiritual, la de su Cristo Negro.

Conclusiones

Cinco autores chilenos de origen árabe; cinco autores compartiendo un mismo origen, una misma tierra de llegada y un mismo idioma, y distinguiéndose cada uno de ellos por una perspectiva y una vivencia de España diferente.

En primer lugar, centrándonos en el acercamiento del pionero, el sirio Benedicto Chuaqui, destacamos cómo, bajo un prisma eminentemente sociológico y descriptivo, ofrece una imagen de España y los españoles con un marcado cariz objetivo, siempre acompañado de un alto ingrediente jocoso; en realidad, el autor chileno retrata a los diferentes tipos de españoles según su región de procedencia y a partir de unos comportamientos sociales específicos. Se trata de lo que acaso sería pertinente nombrar como los españoles de España según región.

Olga Lolas y Matías Rafide, ambos poetas y habiendo vivido la experiencia española tanto personal como profesionalmente, nos alumbran a una imagen de España de corte más bien literario, un tanto onírica, metafórica, imaginada; una España que, dibujada con tintes literarios, aparece en todo su esplendor artístico, imaginada e imaginable, subjetiva, en cualquier caso. Sus experiencias en tierras iberas, Rafide en Castilla y Lolas es Castilla y Andalucía, influyen notoriamente en sus respectivos sentimientos para con España, una España en que, en la poetisa, comienzan a escucharse ciertos ecos andalusíes: Alándalus se adentra a partir de la experiencia andaluza.

En cuanto al tercer tipo, el de los poemas de Emilio Mohor, solo cabe señalar que se insertan en la visión histórica de un pasado andalusí glorioso, el paraíso perdido recurrente en épocas pasadas tanto de la literatura árabe como del exotismo decimonónico europeo que perciben un Alándalus en tanto que sinónimo de España, lo que distorsiona la realidad histórica pero que, reiteramos, en este caso viene dado en realidad por una mirada literaria compartida y por un deseo de compartir, en tanto que palestino, unas constantes vitales del exilio/la emigración: así como los omeyas tuvieron que huir de oriente, así como los andalusíes musulmanes tuvieron que huir de Alándalus/Hispania, así como los palestinos fueron expulsados de Palestina cuando en 1948 se funda el Estado sionista de Israel, así, sugerirá Mohor, mis ancestros sufrieron el exilio desde las costas mediterráneas.

El último acercamiento, el del poeta doblemente exiliado Mahfud Massís, tal vez resulte el más atractivo y sugerente, por lo inesperado; el Cristo negro, imagen simbólica única que el autor enraíza con uno de los elementos más genuinamente españoles: el toro.

Cinco vivencias para con España: desde realidades patentes y tangibles como sus hombres y mujeres hasta las más puramente ingrávidas como son los sentimientos, pasando, como quizá tuviera que acaecer, por aquella de espacios y tiempos compartidos, de lugares e historia, la vivencia de Alándalus. Vivencia que perdura tanto desde la realidad árabe, el Mediterráneo, como la latinoamericana y caribeña, el Atlántico y el Pacífico. Y es que los mares, como dirá Ferdinand Braudel, más allá de alejar, vinculan.


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Acerca de los autores

Rosa-Isabel Martínez Lillo (rimartinez@uma.es) es doctora por la UAM en 1991, en el Dep. Estudios Árabes e islámicos. Premio Extraordinario Fin de Carrera; Premio Extraordinario de tesis Doctoral. PYU UAM 1994; PTU UMA 2019. Docencia: UAM, Castilla-La Mancha, U. Salamanca, UMA, La Sapienza, Orientale di Napoli, U. Firenze, U. del salento, U. Chile, U. Adolfo Ibáñez de Chile.COLMEX. Investigación: lengua y Lit. árabes, Alándalus en el mundo árabe actual, Alándalus desde América, Árabes en América y Traducción literaria. Contribución al artículo: conceptualización, investigación, redacción (borrador original; revisión y edición) (ORCID 0000-0002-7258-2009).

Miguel Ángel Lucena Romero (mlucena@uma.es) tiene el Doctorado Internacional por la Universidad de Granada y Universidad de Jordania (2019). Docencia desde 2019 en la Universidad de Málaga. Profesor Ayudante Doctor de asignaturas de Lengua árabe (niveles A1, A2, B1, B2) y asignaturas de Máster Oficial de la Universidad de Málaga (Máster de Patrimonio Cultural y Literario). Campos de investigación: Historia y literatura árabe e islámica medieval, sexualidad islámica, género y didáctica de la lengua árabe. Miembro investigador en el grupo de investigación: Didáctica de la Lengua Árabe y su Cultura: Alteridad e Integración (DILACAI). Contribución al artículo: conceptualización, investigación, redacción (borrador original; revisión y edición) (ORCID 0000-0002-6529-6282).




Recibido: 23/03/2022

Aceptado: 27/02/2023









Cómo citar este artículo

Martínez Lillo, R. I. y Lucena Romero, M. A. (2023). España en el imaginario chileno-árabe: personas, lugares, tiempos, sentires. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 27(49). https://doi.org/10.33064/49crscsh3632











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