Reseña de González (2018) Trompo a la uña. Breve historia de Aguascalientes


Review of González (2018) Trompo a la uña. Breve historia de Aguascalientes




SALVADOR CAMACHO SANDOVAL1


González Esparza, Víctor (2018).

Trompo a la uña. Breve historia de Aguascalientes.

Aguascalientes: Eximia.





El libro de Víctor González asume doble valor: el del historiador y el del educador, que se conjuga en quien enseña, investiga y se interesa en la historia de Aguascalientes. El autor da muestra de erudición, agudeza intelectual y sentido crítico, a pesar de ser un texto muy breve. El libro refleja muchos años de trabajo de un investigador serio, metido en los laberintos nada fáciles del mundo académico, no sólo de la Historia sino también de la Sociología, la Demografía, la Literatura y otras disciplinas afines. La formación y trayectoria amplia del autor se aprovecha para hacer un texto relevante, sencillo y original. En 65 páginas se encierra un esfuerzo mayúsculo de hacer una historia de Aguascalientes para niños, jóvenes y no tan jóvenes, sin perder de vista el rigor de la academia.

Hay síntesis y una escritura que refleja reflexiones profundas sobre Teoría de la historia e Historiografía de México y Aguascalientes, mostrando, además, un acercamiento interdisciplinario, el cual busca respuestas, incluso, en la Paleontología y la Arqueología para comprender mejor el presente. El esquema del libro es clásico porque va del pasado remoto a nuestros días. Literalmente, inicia cuando se conformó el planeta tierra para llegar al siglo XXI.

Hay una idea optimista de la historia y coincide con aquella visión que iniciara Cicerón cuando decía que la Historia es “la maestra de la vida”, aunque por su sentido crítico, el autor también pudiera estar de acuerdo con la tesis de que no siempre la historia nos da enseñanzas, tal como lo apuntó Tony Judt en el New York Times Review of Books, cuando preguntó: “¿Qué hemos aprendido (de la historia), si hemos aprendido algo?” Para él, como humanidad, hemos aprendido poco: textualmente afirma: “no somos capaces de entender el contexto de nuestros dilemas actuales; no queremos escuchar a las mentes preclaras del pasado, y nos esforzamos más en olvidar que en recordar, en proclamar la novedad de todo y en negar la continuidad”. A pesar de ello, creo que todavía Víctor González es de los que tienen optimismo y una actitud propositiva, incluso, esperanzadora al referirse a un pasado que se proyecta hacia mejores condiciones de existencia en un futuro.

En el libro se opta principalmente por la Historia social, la cual nos aparta de la tendencia tan generalizada en nuestro sistema educativo de memorizar nombres de héroes, fechas de batallas y actos de políticos en el gobierno, generalmente historia de hombres. Su idea de historia es otra y esa idea permea la visión que tiene de la historia de Aguascalientes. El autor le dice al lector, “no vas a tener que grabarte fechas ni nombres... Lo más curioso de todo: ¡no hay héroes ni villanos!”. Lo que sí hay es una “invitación a vernos a nosotros mismos como sociedad, comunidad, y también como personas”.

De acontecimientos complicados, el autor busca decir las cosas de manera entendible, pero no niega asumir posiciones historiográficas; por ejemplo, para explicar la independencia elige enfatizar los factores intrínsecos para dar cuenta de tan importante acontecimiento: metafóricamente, habla de lo que ahora es México como una manzana madura que, del árbol, seguramente ya debía desprenderse; pero luego, agudo y con el ánimo de estimular y hacer pensar al lector, pregunta: ¿o hubo factores externos que provocaron la independencia?

Desde esta perspectiva revisionista, también cuestiona el lugar que se le ha dado a Miguel Hidalgo como héroe de la independencia, porque hay estudios recientes que nos muestran que el cura de Dolores “no buscaba exactamente la Independencia, sino liberar a los reinos y provincias del mal gobierno francés que había invadido España”. Las consignas y gritos de los líderes eran, entonces: “¡Viva la virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno!!”.

Pero tampoco es dogmático y comprende que, en la construcción de una identidad de una colectividad, a veces no es tan importante aferrarse a la idea cientificista de hablar de los “hechos verdaderos”, sino entender discursos que tienen un fin particular, en este caso: crear lazos identitarios. Un ejemplo claro de ellos es la famosa “leyenda del beso”; es decir, el supuesto ósculo que el presidente Antonio López de Santa Anna le dio a la señora García Rojas a cambio de favorecer la separación de Aguascalientes de Zacatecas. En este sentido, el autor no asume una postura rígida, sino que procura entenderla y hacer que también el lector la entienda como lo que es: una versión romántica y lúdica. Por ello, da la bienvenida al imaginario colectivo y a la fantasía. En este tenor, en un afán de ampliar la mirada sobre nuestra historia, en el apartado “De risas y lágrimas”, Víctor González aborda otros dos íconos identitarios: la feria de San Marcos y la presencia de los ferrocarriles en la sociedad hidrocálida.

El autor ha estudiado la revolución mexicana y su impacto en Aguascalientes, por lo que en este libro retoma brevemente la historiografía de este acontecimiento y analiza las versiones sobre él. Cuestiona, desde luego, la historia oficial o “historia de bronce”, como la calificó Luis González y González y, sin decirlo, está presente la visión de un historiador inglés: Alan Knight. Por ello, pone los puntos sobre las íes no sólo en la lucha armada y la violencia, sino en otros acontecimientos que no han sido tratados con suficiencia, como el impacto de las construcciones de presas en el medio ambiente, la transición demográfica y las hambrunas.

En el libro se toca lo que el autor llama las “revoluciones silenciosas”, como son: la mejora en los servicios de salud y educación, las transformaciones en la estructura de la familia, los cambios de mentalidad y de participación de las mujeres, la transición a la democracia, el desarrollo urbano de la ciudad capital y, entre otras, la migración.

Desde luego, está la cultura entre sus prioridades: aparecen destacados artistas aguascalentenses, por nacimiento o adopción, como Saturnino Herrán, Manuel M. Ponce y Ramón López Velarde, quienes siendo jóvenes se reunían a platicar en el jardín de San Marcos. Como se sabe, ellos llegaron a ser tres pilares fundamentales del nacionalismo cultural mexicano en el periodo de la posrevolución.

Por si fuera poco, en el libro también se pueden saber ciertas particularidades de la cultura culinaria, pues el autor se mete hasta la cocina y nos habla de los tamales, la birria, el lechón, el mole... Todo esto lo toca sin hacer una historia chovinista, de que “como Aguascalientes no hay dos”, pues evita ese regionalismo que ignora las influencias y determinismos de lo que ocurre afuera de la entidad.

En suma, se trata de un libro claro, ameno y accesible a los niños y a todos los interesados en conocer esta historia de una entidad pequeña de la República mexicana. El autor habla de una escritura de la historia a manera de postales, con la intención de vernos a nosotros mismos como si estuviéramos frente a un espejo, y poder recordar y pensar en lo que, como personas y colectividad, hemos sido y en la manera en que recordamos. No quiere una imagen plana sino más compleja y diversa. Por eso no es casual que evoque a la novela de Alicia en el país de las maravillas, cuando Alicia, tuvo que “viajar a través del espejo para descubrir un mundo más rico, más divertido y, a la vez, más genuino”; aunque, al autor ni el espejo le convence, mejor elige el prisma, lo multicolor y, por ello, cita la obra Aleph de Jorge Luis Borges, porque desde cierto rincón privilegiado puede ver todo el universo.

Lograr que un libro de historia sea no sólo atractivo sino también lúdico no es fácil. Me gusta que Víctor González quiera que viajemos al pasado remoto, cuando vivían animales fantásticos, y que nos diga que hace aproximadamente 60 años vino de Suiza un paleontólogo de nombre Oswaldo Mooser, como si fuera Indiana Jones, para investigar en lo que hoy es El Cedazo y encontrar vestigios de una fauna extraordinaria, parientes de tortugas, aves, armadillos, osos, mastodontes, felinos, elefantes (como el de la portada). Esto es relevante y lo es más cuando los niños pueden visitar el Museo de Historia Regional y ver osamenta de aquellos animales que él descubrió, para luego dibujarlos y hacer una réplica pequeña en plastilina.

Desde esta misma perspectiva, el autor refiere a que los habitantes en esta región (llamados genéricamente chichimecas) no eran tan nómadas como se dice, sino que a raíz de investigaciones recientes, como las de Ana María Pelz Marín, los sitios arqueológicos encontrados hablan de grupos humanos que fueron sedentarios y que tuvieron creencias que remiten a procesos civilizatorios importantes.

En la enseñanza de la Historia, la Arqueología como en otras disciplinas científicas, no hay conocimientos definitivos y, por lo tanto, los historiadores, como los arqueólogos, no son los que saben, sino los que investigan, los que se preguntan y buscan respuestas. De esta misma forma, a los niños hay que enseñarlos y motivarlos a que sean inquietos, creativos y preguntones, no a que copien y repitan como periquitos lo que dice el maestro. Si me preguntaran sobre uno de los males del sistema educativo mexicano, yo diría que es la pasividad y la obediencia en la que formamos a las personas desde la infancia. Este es el desafío de quienes nos involucramos en el mundo complejo de la educación.

En este trabajo hay que dar crédito a Tavo Montañez, responsable de las ilustraciones. A diferencia de otras disciplinas, el historiador tiene como aliados a los productores de imágenes y, como lo reitera la sabiduría popular, “las imágenes dicen más que mil palabras”. El autor y el ilustrador nos recuerdan la importancia de la perspectiva interdisciplinaria, crítica y amable. Hay que recordar que el oficio del historiador es investigar, enseñar, pero también difundir, divulgar.

Una vez leído el libro puedo decir, como colega, que me he quedado gratamente sorprendido, porque finalmente Víctor Manuel González Esparza sí se echó el trompo a la uña para beneficio de quienes queremos reflexionar sobre la historia de Aguascalientes, nuestra historia. “Lo pequeño es hermoso”, “Small is Beautiful”, escribió el alemán E. F. Schumacher, para tratar la complejidad de la economía mundial y ofrecer respuestas sencillas. Esto vale también para el libro que aquí se reseña.




Notas

1 camacho_sal@yahoo.com.mx









Cómo citar este artículo

Camacho, S. (2020). Reseña de González (2018) Trompo a la uña. Breve historia de Aguascalientes. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 24(43). doi:10.33064/43crscsh2362











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