Reseñas de Tutino (2011) Making a New World. Founding capitalism in the Bajío and Spanish North America y de Calvo y Regalado (2016) Historia del Reino de la Nueva Galicia


Reviews of Tutino (2011) Making a New World. Founding capitalism in the Bajío and Spanish North America and of Calvo y Regalado (2016) Historia del Reino de la Nueva Galicia




VÍCTOR MANUEL GONZÁLEZ ESPARZA1


Tutino, John (2016).

Making a New World. Founding capitalism in the Bajío and Spanish North America.

London: Duke University Press2.


Calvo, Thomas y Regalado Pinedo, Aristarco (Coords.) (2016).

Historia del Reino de la Nueva Galicia.

Guadalajara: Universidad de Guadalajara.





John Tutino ha escrito una de las historias más sobresaliente sobre la Nueva España en los últimos años. Desde los trabajos de Luis González y la proliferación de programas de historia prácticamente en todos los estados de la república, es decir desde al menos hace dos generaciones, el trabajo del historiador se profesionalizó y al mismo tiempo estuvo acompañado (por las características mismas del profesorado y de los planes de estudio) por una gran producción de trabajos monográficos. Se podría decir que estos trabajos han cambiado la cara de la historia mexicana, sin embargo son pocos los estudios que parten de una perspectiva teórica y comparable, de tal manera que la historia matria ha triunfado por cantidad, ha propiciado naturalmente la fragmentación y me parece que cayó en el extremo no deseado de que sabemos más pero no necesariamente conocemos mejor.

En este contexto, que desde luego no es exclusivo de México, algunos trabajos comienzan a integrar los cientos de estudios monográficos bajo perspectivas cada vez más significativas. El trabajo de John Tutino es uno de ellos y ha logrado esta integración gracias a un planteamiento que ha cambiado el papel asignado tradicionalmente a la Nueva España como periférica y colonizada, sin observar las dinámicas globales de regiones como el Bajío y la Norteamérica española. Dado el carácter pluricéntrico de los orígenes del capitalismo, para Tutino esta región novohispana en especial fue uno de los centros entre el siglo XVII y XVIII a partir de la producción de plata y los intercambios globales, de la creación de una nueva sociedad híbrida más allá de la repúblicas de indios y de españoles (de hecho Querétaro tiene origen otomí y luego se transformó en una sociedad “criolla”), y bajo criterios patriarcales en la conformación familiar.

Tutino parte desde una perspectiva teórica sobre el capitalismo deudora de Braudel, es decir que acentúa el comercio y no necesariamente los procesos productivos, que cuestiona la tradicional dicotomía entre centro y periferia para explicar el caso de esta región, que explica la conformación de una nueva sociedad en espacios de frontera en el siglo XVII con la incorporación de mano de obra africana y afromestiza, esclava y libre, bajo una hipótesis muy sugerente sobre las características patriarcales de las familias, lo cual construye un trabajo complejo y ambicioso.

Después de reconocer la importancia de China y la India para el surgimiento del capitalismo, y desde luego del papel de Europa en la concentración del poder, el autor se pregunta qué tanto la plata, el tráfico de esclavos y del azúcar impulsaron o inhibieron el ascenso de Europa y de diferentes regiones. Si la plata fue esencial para los inicios de la globalización, debemos pensar que las sociedades americanas que la produjeron en prodigiosas cantidades no fueron periféricas al dinamismo global. El estudio reflexiona sobre el papel de las Américas, especialmente Hispanoamérica, y sobre el notable dinamismo de la Norteamérica española en la fundación del capitalismo, y en los conflictos que reacomodaron el poder global alrededor de 1800.

Potosí en Bolivia jugó un papel central entre 1570 y 1640 al estimular el comercio y forjar una nueva sociedad híbrida con los restos del Imperio Inca, tanto como lo jugó cualquier ciudad europea o alguna región china, para el dinamismo global en ese momento. Las regiones de Querétaro a Guanajuato y de Zacatecas a Tierra Adentro, jugaron un papel secundario en este siglo pero relevante ante la explosión de Potosí; para el siglo XVIII esas provincias novohispanas iluminaron el mundo con plata y crearon una sociedad que pivoteó el comercio global desde el siglo XVI conformándose como capitalista. No obstante, se insiste en que el capitalismo e Hispanoamérica fueron antitéticos; y se comenta que quizá las grandes corporaciones mineras y sus pagos en salarios fueron capitalistas, pero el resto de la sociedad estuvo sujeta al honor y no a la búsqueda de beneficios, que el trabajo fue fundamentalmente coercitivo…pero bajo esta perspectiva poco podemos entender, sugiere Tutino.

El autor pone ejemplos de algunos empresarios que se enriquecieron en las minas, en el comercio o en la producción de cereales y frutas, teniendo como eje la ciudad de Querétaro, como José Sánchez Espinosa, un capitalista agrario y un devoto clérigo que sirvió a Dios y sacó provecho del boom de la plata que estimuló el capitalismo global. Para esta gente poco reconocida por sus innovaciones es importante argumentar a favor de una sociedad vinculada globalmente, mezclada étnicamente y patriarcalmente integrada que se originó en el Bajío en el siglo XVI. La mezcla de plata, cultivos con riego y suficientes pastos posibilitaron el establecimiento de europeos, americanos y africanos que construyeron la Norteamérica española, una sociedad comercial compleja que hacia 1800 se extendió hacia Texas, pasó por Nuevo México y llegó hasta San Francisco…

A diferencia de las más duras interpretaciones, Norteamérica española no estuvo gobernada por un dominante estado español, tampoco fue habitada por hombres y mujeres interesados más en el honor que en los beneficios, ni tampoco el trabajo estuvo organizado más por la coerción; tampoco la vida social estuvo marcada por un rígido sistema de castas, y las comunidades tampoco estuvieron restringidas por un catolicismo impuesto que inhibía el debate. Por el contrario, la región estuvo habitada por empresarios de diversa ascendencia, el régimen se adaptó más frecuentemente que se impuso, el mercado laboral estuvo más marcado por el dinamismo de la población, la migración y la mezcla étnica expandieron la economía regional; el catolicismo tuvo más caminos para la adaptación (como para la población negra y mulata, vmge)… Hubo mucho de capitalismo moderno en el temprano Bajío y la Norteamérica española, y de acuerdo a Tutino un análisis profundo de la economía de la región, de sus relaciones sociales y de los debates culturales en los dos siglos de dinamismo y su colapso en 1810, es un prerrequisito para entender la temprana globalización y los retos del naciente capitalismo.

Desde el siglo XVI pero sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVII, la producción de plata y las zonas comerciales y proto-industriales aceleraron los caminos al capitalismo en Norteamérica española. Las revoluciones sociales habían destruido los motores americanos de la economía atlántica, por lo que la hegemonía británica se estableció en la industrialización, en la guerra y en los dominios imperiales…

Las visiones eurocentristas de Smith (el comercio), Marx (las relaciones de producción), Weber (la religión y la cultura), Wolf (los pueblos sin historia) y Wallerstein son importantes contribuciones, pero sobre todo Braudel es excepcionalmente útil para entender el papel de Norteamérica española. Es difícil definir un proceso complejo y de larga duración, sin embargo Braudel dio las pautas para caracterizar mejor lo que conocemos como capitalismo.

“Entiendo el capitalismo como un proceso histórico de cambio y de larga duración, definido por el ascenso de poderes económicos concentrados y dominantes que promueven, reglamentan y moldean las relaciones de mercado, que demandan poder para obtener las mayores ganancias del intercambio, todo lo cual invade y eventualmente destruye la producción de subsistencia, buscando por beneficios y presionando por ello estados, ciudades, comunidades y familias –e iglesias- para adaptarse a sus intereses”. Es una definición flexible y adaptable sin duda a la Norteamérica española…

Braudel quitó del capitalismo los conceptos de “libertad” y de “salarios”, de ahí que se pueda entender el comercio de esclavos y las plantaciones esclavistas como pivotes del capitalismo temprano, seguidos sólo por la economía de la plata como motor del capitalismo industrial en Europa, lo que plantea nuevas formas de entender el imperio español.

Tutino reconoce la importancia del poder imperial, sin embargo duda del absolutismo español ya que a partir de nuevos estudios (vgr. Brian Owensby, Kenneth Pomeranz, entre otros) cuestiona la rigidez centralista por un estado siempre en negociación con agentes económicos claves, que mezclaban metas económicas con papeles administrativos o judiciales. Varios académicos han mostrado que el régimen colonial operó como un mediador judicial, trabajando para remediar conflictos y limitar los abusos extremos, con el fin de estabilizar las injusticias que provocaba el comercio global y el régimen colonial. De esta manera, bajo las instituciones políticas y judiciales españolas, y con un catolicismo que lo cuestionaba, surgió la sociedad capitalista temprana en el Bajío y en Norteamérica española.

Si el Bajío y Norteamérica española fue la más dinámica y capitalista región en América, y la cultura católica fue compatible con ello, cómo es que en el siglo XIX Inglaterra y los EEUU reclamaron la hegemonía después de 1800? Debemos buscar explicación en los cambios del comercio global, en los conflictos imperiales y más allá –organizaciones políticas y la incorporación social, las visiones culturales, etc. la hegemonía británica llegó tarde al capitalismo, hacia fines del siglo XVIII cuando la producción capitalista y los regímenes nacionales se extendieron en Europa y se expandieron hacia Asia. Estas transformaciones están ampliamente estudiadas, además las revoluciones de Haití y de la Nueva España y en general entre 1789 y 1824, transformaron la participación Atlántica en la economía global; la revolución en el Bajío minó el dinamismo capitalista justo cuando México proclamaba su independencia, siendo parte de la transformación global.

Así pues, nos encontramos con una nueva lectura sobre el surgimiento del capitalismo, sobre el papel jugado por el Bajío y la Norteamérica española en esta gran transformación, y con algunas propuestas que pueden contribuir al conocimiento de un periodo fundamental en la conformación del espacio y de la sociedad de lo que será México. En este sentido, en la explicación sobre todo de la Norteamérica española es necesario considerar a la Nueva Galicia, en la conformación de la territorialidad frente al poder central de la Nueva España y del imperio, y desde luego la construcción de una nueva sociedad en la frontera del imperio. Porque el argumento sobre la débil penetración del imperio de los Austrias en los vastos territorios tiene un excelente ejemplo en la Nueva Galicia, que por cierto hay que entender que en el siglo XVI, ciertamente en los inicios de la colonización hacia las nuevas tierras, la Nueva Galicia comprendía desde Querétaro hacia tierra adentro. Para ello se encuentra el libro coordinado por Thomas Calvo y Aristarco Regalado Pinedo, un buen ejemplo de la necesaria labor en el quehacer historiográfico, más allá de la fragmentación que ha propiciado la historia regional en uso.

Voy a comenzar quizá con el final pero con un dato que seguramente todos ustedes conocen y que se refiere al lugar de las Reales Audiencias en indias: de las catorce existentes a fines del siglo XVIII, la Nueva Galicia fue prácticamente la única que no derivó en estado independiente (Guatemala se fragmentó, Caracas y Cuzco fueron creadas tardíamente en 1786-87). Recordar este proceso es una manera de reconocer la singularidad política, pero también cultural que en Nueva Galicia se construye durante la colonia, que se extiende de diferentes maneras en el siglo XIX hasta debilitarse con la centralización porfirista, y resurgir al menos culturalmente a partir de las vanguardias mexicanas. Lo comentan los autores de la Introducción en estos términos: “por lo menos desde Domingo Lázaro de Aguirre, con su descripción de 1621, hay la construcción de un ideal de hombre, anticipando el espíritu pionero del XIX, enmarcado en los espacios cambiantes pero delimitados de la Nueva Galicia. Aun con la rivalidad entre las dos capitales, la política y la minera, se cristaliza a finales del siglo XVIII algo parecido a una región única, en su nivel cultural, para desaparecer como tal en los albores del XIX. Algo persiste o se recrea después…”(p.23)

Así pues, el estudio de la Nueva Galicia forma parte de un nuevo proyecto historiográfico desde las regiones, que puede contribuir al debate sobre la posible historia regional necesaria para nuestro presente. Porque la construcción de los Estados nacionales, hay que recordarlo, se puede explicar en función de las tensiones generadas entre el centro y las “periferias” o regiones que con mayor o menor fuerza fueron finalmente incorporadas al proyecto nacional. Bajo esta perspectiva, la revisión de la historia de la Nueva Galicia (Reino, Audiencia, Obispado) que los autores llevan a cabo, abre nuevas posibilidades de conocer un proceso de territorialidad, en donde alcaldías, corregimientos o provincias, y posteriormente intendencias entrarían en juego en la conformación de las oligarquías de mineros, hacendados, curas y comerciantes que destacarían en estos territorios.

De esta manera los primeros trabajos sobre la geografía, sobre los pobladores antes y durante la conquista, sobre la extendida guerra a “sangre y fuego”, sobre la primera regionalización así como la creación de las primeras instituciones coloniales como la Audiencia, el obispado, corregimientos y alcaldías conforman una primera parte plena de sugerencias y de cuestionamientos a visiones tradicionales (como la crítica necesaria a un referente obligado sobre la guerra chichimeca), lo que abre la investigación hacia nuevos temas. Por ejemplo, el estudio de la primera regionalización que ofrece Salvador Álvarez, además reconocer en toda su amplitud la primera Nueva Galicia, señala diferencias importantes en los tipos de poblamiento, entre la parte central mesoamericana y desde luego la colonización norteña; ofrece además una secuencia ya trabajada por Chantal Cramussel para zonas de frontera, de un primer “enclave” español hasta avanzar en el poblamiento y permanencia a través de la fundación de pueblos y villas.

Destaca así la zona central de Guadalajara con un dinamismo propio, la lejana zona de Culiacán que permanecería más estática durante el siglo XVI, y el norte semidesértico encabezado por la ciudad de Zacatecas, un polo de atracción de población y recursos, lo que permitiría la fundación de Lagos y Aguascalientes, así como de haciendas características que garantizarían el abasto del centro minero y de las poblaciones en la región; ello coincidiría con el cambio de estrategia del virrey Enríquez (la guerra a “sangre y fuego”) a la del Presidente de la Audiencia de Guadalajara, Gerónimo de Orozco, fundador de villas en el nuevo derrotero del Camino real.

Aquí habría que recordar a Carlos Sempat Assadourian y su modelo de mercado interno (matizado por Romano como “comercio interno”, dadas las diferencias espaciales y la heterogeneidad de precios y salarios),3 pese a que puede parecer una discusión añeja, para entender que los “polos” mineros (no necesariamente “enclaves”) fueron creando las necesidades de producción y de comercio no sólo para abastecer el mismo centro, sino también para construir redes de intercambio que comprendían haciendas pero también pequeñas propiedades, como las huertas de Aguascalientes, que abastecerían a pueblos y villas de diversos productos que conformarían la dieta neogallega. Este modelo “Assadourian”/Romano, como se le ha llamado,4 puede ayudarnos a integrar la basta información que se ha generado en los últimos años y comparar los resultados con otras regiones americanas. Porque no obstante la relevancia de los mercaderes de la ciudad de México y de las importaciones de productos europeos, el comercio interno que se generó alrededor de los centros mineros era en su mayoría a partir de productos producidos regionalmente.

Pero más allá de modelos, existe una preocupación entre los diferentes textos: recuperar una narrativa que hable de personas de carne y hueso, de identificar pueblos indígenas al momento de la conquista, personajes que acompañaron a Nuño de Guzmán, o mineros que hicieron posible la minería en Zacatecas en el siglo XVI, funcionarios que fundaron el Obispado o la gobernación de Nueva Vizcaya, en fin, frailes como Miguel Lobato, madrileño de buena familia, franciscano, misionero en Nueva Galicia de joven, luego deja los hábitos y se convierte en hombre de armas en Nápoles y Flandes, y decide regresar a la Nueva Galicia para ser juzgado por el Santo Oficio por su tolerancia en plena Contrarreforma: por “haber dicho algunas veces que los extranjeros, aunque entre ellos haya herejes, nos hacen ventaja a los españoles en no perseguir unos a otros, como nosotros siendo católicos” (Thomas Calvo, p.427). Hombres efectivamente “sin ataduras” que poblaron estas tierras y que compartieron una época y un territorio en construcción, una frontera en el sentido de lugar de encuentro de la diversidad que marcaría este territorio.

El siglo XVII, ese “belllo siglo” como lo calificara Thomas Calvo, con “luces y sombras” por las crisis demográficas y de la producción (minera y ganadera sobre todo en los años treinta y sesenta), será pues un siglo de consolidación. Primero de la población, de la ciudad de Guadalajara, de regiones que van a ser fundamentales por las características de la producción ganadera (los Altos, principalmente Lagos y Aguascalientes), pero sobre todo como una región con características sociales y culturales propias.

La pregunta la planteó de fondo Ruggiero Romano sobre las coyunturas opuestas en la crisis del siglo XVII, sobre todo a partir de la debilidad y rigidez del Estado español que hizo posible una mayor autonomía de los territorios americanos, acompañada de crecimiento demográfico, de producción y de comercio (sobre todo informal), y que dicha autonomía daría lugar a sociedades mestizas (más allá de las mezclas indígenas y españoles), con oligarquías aristocratizantes, bajo el patronazgo de Santiago apóstol y San Miguel arcángel.

La crisis de la producción de plata zacatecana, en los años treinta del siglo XVII, significó la recomposición socioeconómica que, como bien lo señala Jaime Lacueva, logró que los comerciantes zacatecanos participaran en el negocio y en la institución que controlaba la producción y la distribución de la plata, permitiendo con ello la expansión y crecimiento de la región. Este crecimiento de la producción de plata en general, junto con el crecimiento de la población, impulsó la consolidación de grandes latifundios que abastecerían de ganado y alimentos a los centros mineros y urbanos, por lo que habría que entender a la hacienda no de manera estática sino integral, es decir considerando sus aspectos económicos pero también sociales, como centros de población y de trabajo, con una historia y una cultura determinada; en este sentido, siguiendo a Serrera, Águeda Jiménez Pelayo verá en los hombres a caballo y en la charrería los cimientos de la conciencia regionalista. La autora también mostrará la tensión permanente entre las propiedades de españoles y las tierras de indios, a partir de los litigios al respecto, mostrando con ello la dinámica de la propiedad en la región.

Así pues, ante la pregunta de Romano es claro que pese a algunos momentos críticos en la población y en la producción de plata, el siglo XVII en la Nueva Galicia muestra el proceso de consolidación de una región, tanto en términos geopolíticos como económicos y culturales. El “bello siglo” del que hablara Calvo para la Nueva Galicia representará un espacio y un tiempo de crecimiento y territorialidad, de expansión pero también de fortalecimiento de la autonomía de la élite señorial, es decir de apropiación de un espacio por una oligarquía representada por los grandes señores de tierras y ganado.

El siglo XVIII, a pesar del crecimiento demográfico y económico, marcará más ampliamente la división a partir de las reformas borbónicas, específicamente con la división geopolítica en intendencias frente a las divisiones antiguas que habían propiciado una territorialidad diferente.

En términos demográficos es importante resaltar el registro que realiza Lilia V. Oliver sobre la relevancia de los grupos mestizos de mulatos y otras castas: el 33% para toda la Intendencia y el 43% para la ciudad de Guadalajara; una mayor presencia de mestizos a partir de negros y mulatos se puede observar en Guachinango (48%), en Autlán (ca. 47%); en Purificación (40.3%), incluso con haciendas como Alcíhuatl pobladas mayoritariamente por mulatos (94%), etc. de tal manera que “la mezcla de la población de origen africano con la blanca predominó en el paisaje de la costa sur de Jalisco (…)” (p.639).

Ciertamente el mestizaje es un tema que ha provocado numerosos debates, desde si era un tema de clases o de castas, y más ampliamente a partir de los estudios sobre los afrodescendientes en México (desde Aguirre Beltrán a mediados del siglo pasado, pero sobre todo a partir de los primeros encuentros sobre la “tercera raíz” en los años ochenta del siglo pasado), lo cual ha contribuido a una idea más plural de nuestro hibridismo. Lo que sí es de llamar la atención es que más allá de los tradicionales sitios de afrodescendientes estudiados (Veracruz, Tabasco, Guerrero, Oaxaca), en donde existe una presencia viva de esta raíz, sea en la Nueva Galicia en donde encontremos más amplias referencias al respecto. Ya hace algunos años Phil Weigand había comentado esta singularidad, a partir también de los datos de Menéndez Valdés. Lo que sí podemos advertir es que se trata de un tema que trastoca las maneras tradicionales de ver el mestizaje, dado que el nacionalismo criollo y posrevolucionario encontró una alternativa a la fractura desde la Conquista al ensalzar las uniones entre españoles e indígenas, dejando de lado el México plural y más diversificado del que somos resultado. Sin duda un tema sobre el que se puede seguir trabajando.

El siglo XVIII un siglo de expansión pero también de contrastes y crisis, como la serie de crisis demográficas que azotarán el territorio novohispano en general, pero en especial el de la Nueva Galicia; de ampliación de la conciencia tapatía (como lo ejemplifica la obra de Matías de la Mota Padilla, la Universidad, la imprenta, el papel de la oligarquía, el consulado, etc.) al mismo tiempo que el reino se fractura a partir de las intendencias, es decir de la acentuación de la rivalidad entre Guadalajara y Zacatecas, quizá como parte de una división pensada desde la Nueva España (la tardanza de hecho en el establecimiento de la intendencia de Zacatecas, y su reconfiguración, habla de esta división). Ello se expresará más claramente en la disputa por Aguascalientes, que como se sabe pasaría a la Intendencia de Zacatecas en 1804, no obstante que estaba prevista desde 1789. De manera significativa, la Diputación provincial de Nueva Galicia unificaría nuevamente a las Intendencias, como bien lo señala el apartado de David Carbajal.

¿Por qué entonces la Audiencia de Nueva Galicia no buscó independizarse con suficiente fuerza? Martín Escobedo sugiere el papel negociador, la “habilidad política” que jugaría el teniente general del ejército imperial en San Luis Potosí, Jalisco y Zacatecas, Celestino Negrete; Jaime Olveda ha señalado la relevancia de José de la Cruz como un personaje clave para entender la guerra e incluso la frustración de los sueños de un nuevo reino de Nueva Galicia a partir de que se conformara en un virreinato 8petición que hiciera al rey en 1816), así como el obispo Cabañas solicitaría también a Fernando VII que el obispado se elevara a categoría de arzobispado. José de la Cruz, a diferencia de Celestino Negrete, se mantendría fiel a la Corona hasta el último momento, prácticamente solo. Quizá el pragmatismo de Negrete tenía justificación, al convertir a Jalisco en uno de los estados más prósperos de la república y, en términos culturales, el centro del renacimiento cultural que viviría México después de la revolución.

De acuerdo lo anterior, los libros que he comentado se complementan porque no podríamos entender el papel jugado por la Norteamérica española en el capitalismo global (la plata zacatecano y tierra adentro) sin comprender el papel jugado por la Audiencia de la Nueva Galicia. Ambos libros son pues ejemplos de la nueva historiografía más comprensiva, ambiciosa en términos de larga duración y de la comparación, producto pues de la necesidad de nuevas síntesis para la historia mexicana. Y esa es la mejor lección de ambos libros.




Notas

1 vicmago0421@gmail.com

2 Versión en español: Creando un Nuevo mundo. Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española, Ciudad de México: FCE; El Colegio de Michoacán; UICEH, 2016.

3 Romano, Ruggiero, Mecanismos y elementos del sistema económico colonial americano, México, FCE/Fideicomiso Historia de las Américas, 2004, particularmente Cap. V “La Circulación de los bienes”, pp.273-342.

4 Gelman, Jorge, “Una historia dada de vuelta. Los aportes de C.S. Assadourian a la historia económica y agraria rioplatense”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, puesto en línea el 5 de diciembre del 2012, consultado el 28 de septiembre 2016. doi:10.4000/nuevomundo.64714. El agregado de Romano es de VMGE.







Cómo citar esta reseña

González Esparza, V. M. (2019). Reseñas de Tutino (2011) Making a New World. Founding capitalism in the Bajío and Spanish North America y de Calvo y Regalado (2016) Historia del Reino de la Nueva Galicia. Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades, 23(42), 309-323. doi:10.33064/42crscsh2050